Contador a cero con la llegada del 1 de enero. Como si de una película a cámara rápida se tratara, el 2024 ha pasado a una velocidad incontenible, pero dejando una huella imborrable a su paso. El agua, el drama, la inmigración, Cataluña y la DANA que ha azotado a varias Comunidades Autónomas de nuestro país, se han convertido en líderes indiscutibles de estos últimos doce meses que han sido, cuanto menos, intensos.
Cuando en enero hacemos la lista de propósitos anuales, me atrevo a decir que la mayoría de nosotros pide salud y estabilidad, esta última entendida desde todos los aspectos de la vida, quizá nos hemos vuelto menos soñadores, o un poco menos avariciosos, o tal vez solo añoramos una tranquilidad que nos permita seguir viviendo con cierta dignidad. Lo cierto es que, normalmente, el destino o sencillamente el devenir de las cosas, tiene otra historia preparada. Sin embargo, y ante el riesgo de caer en el limbo de la negatividad y visión apocalíptica en la que últimamente nos hemos instaurado, me atrevo a marcar una serie de propósitos, o más bien retos, a los que se enfrenta nuestra tierra este nuevo año.
El artículo 47 de la Constitución Española dice literalmente: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. De aquí extraemos el que, probablemente, sea el reto más urgente e importante al que nos enfrentamos. La vivienda, o más bien la escasez y el estratosférico encarecimiento de la misma, es uno de los vertiginosos problemas al que nos enfrentamos, ya no solo en Canarias, sino en España y en gran parte de Europa. Canarias se ha convertido en un lugar de lujo también para los que el archipiélago no es un lugar de recreo, sino un hogar. Los jóvenes no pueden emanciparse en régimen de alquiler, mucho menos convertirse en propietarios y aquellos que quieren optar a una vivienda de mejores condiciones han tirado la toalla. La vivienda es una urgencia, una prioridad.
Sin embargo, no es nuestro único foco. Canarias es el escenario de un drama humanitario, una crisis migratoria que no da tregua a nuestro territorio y que, sin duda, se coloca como otro de los retos para este 2025. En los que va de 2025, que son menos de dos semanas, han llegado a territorio canario en torno a 2.000 personas por medio de la ruta Atlántica, pero es importante recordar que cerramos el 31 de diciembre con una cidra absolutamente dramática: 46.843 personas llegaron a la costa de nuestras islas a bordo de un cayuco, un 17,4% más que el año anterior. Todo ello sin tener en cuenta a los que habrán perecido en una ruta tan peligrosa y mortífera.
Nuestro territorio, limitado en extensión y en personal, se asfixia y es incapaz de gestionar una emergencia de semejante envergadura. El Estado tiene una obligación, que no es otra más que socorrer a estas personas que están llegando a suelo español, y olvidar las trifulcas políticas que impiden la actuación y la solidaridad, que no son una opción, sino una obligación.
Y, finalmente, todo se resume a un reto fundamental: la convivencia, un objetivo que requiere de esfuerzo, pero también de voluntad. Y hablamos de convivencia en todos los aspectos. Convivencia entre el turismo y la ciudadanía, convivencia social, convivencia política. En relación a esto último, un circo, esa es la principal comparación que sale de la boca de miles de españoles al hablar de los políticos. Un cruce permanente de reproches, demandas, comisiones de investigación y un sinfín de insultos han caracterizado la escena política de Parlamentos, Congreso de los Diputados y demás instituciones. Una vergüenza de actuación que, claramente, ha camuflado los verdaderos problemas de los que adolece este país, convirtiendo la disputa entre unos y otros en la verdadera protagonista. Tenemos innumerables problemas y asuntos que solucionar, necesitamos estabilidad, certeza y consenso. Sin esos mínimos, nuestra economía y nuestra sociedad no pueden continuar el desarrollo que tanto ansía. Muchos números acompañan, lo sabemos, pero lo cierto es que la vida de todos los españoles no es la que se refleja en las buenas cifras que se representan. Un poco más de calle, y un poco menos de disputa. Un poco más de diálogo y menos denuncias. Un poco más de realidad, y un poco menos de utopía.
Ojalá este 2025 pongamos el foco en lo verdaderamente importante.