Hay meses que cuando me siento ante la hoja en blanco me cuesta más escribir esta columna. A veces porque los temas de interés que leo, veo o escucho ya han pasado de moda -una semana o diez días desde que comienzan a ser relevantes a la opinión pública-. Otras veces porque no veo temas para poder escribir. Incluso muchas veces porque la tristeza de los temas que leo que puedan tener interés no me permite sobreponerme.
La primera parte de esta columna quiero darle un poso de seriedad y profundidad. En julio de 2021, escribí en este medio mi columna: “Indultando que es gerundio” en la cual expliqué las normas para el ejercicio del indulto con origen de una ley de 1870.
Hoy me levanto con la noticia del indulto a la expresidenta de una asociación llamada Infancia Libre, doña María Sevilla, condenada por secuestrar a su hijo. Estoy seguro que desconocen esta asociación y sus actividades. Sin querer profundizar, varios de sus miembros, madres, han sido condenadas por secuestro de menores. Esta asociación es muy cercana a un partido político que llegó a llevar a esta persona, y alguna representante más de la asociación, como conferenciantes al Parlamento en 2017 y a la Asamblea de Madrid en 2016.
El indulto es una figura complicada, excepcional y esencialmente política. No todo vale.
Una vez dicho esto, vamos a tratar temas algo más ligeros y divertidos. Vamos a abordar la columna de hoy como si fuera una crítica de cine.
Es la película llamada: “El empadronamiento”.
La protagonista es una joven que vuelve al pueblo a desarrollar carrera política después de haber despuntado como abogada y parlamentaria en la capital del reino.
La trama se inicia con un divertido malentendido en virtud del cual una antigua amiga del instituto, pero rival, que permaneció en el pueblo, le hace una novatada con el padrón municipal. La trama se complica cuando varios funcionarios acusan a la rival de nuestra protagonista de pasarse con la novatada.
La película nos muestra una serie de escenas costumbristas dignas de un escritor de la generación del 98 sobre la amargura existencial, el hastío, la melancolía y, sobre todo, sobre la incertidumbre del futuro. La película tiene un sutil toque de la generación del 27 a través de la introducción de algunas feas costumbres que deberían estar erradicadas sobre el caciquismo regional y local.
Hacemos mención especial a una actriz, invitada especial, que, a través de un tuit, con una información, lanza el elemento catalizador que traslada la trama y eleva la película hacia un final inesperado en una brillante integración de las nuevas formas de comunicación de los jóvenes a través de redes sociales y el peligro de las mismas.
No queremos hacer espóiler con el final pero los espectadores disfrutarán con el mismo que deja la puerta abierta a una segunda parte, más centrada en una trama judicial alrededor de un supuesto delito de prevaricación.
Esta segunda entrega, según anunció su protagonista, no sabemos si dará para una trilogía, se titula: “Menuda liada con el padrón que rima con prevaricación”.
En esta segunda entrega, la trama gira sobre la obligación que tiene todo español de empadronarse en el municipio donde resida que obliga a acompañar la autorización firmada por el dueño de la vivienda, el contrato de alquiler o la escritura de propiedad. Ponemos énfasis en que padrón y domicilio fiscal que pudiera no ser el mismo y que el incumplimiento de las obligaciones del correcto funcionamiento del empadronamiento pudieran tener una sanción de hasta ciento cincuenta euros.
No debemos olvidar que la ley impone que toda persona deba estar empadronada en un solo municipio sin que sea legal el doble empadronamiento. Si tienes varias residencias, debería estar empadronado donde más tiempo resida.
En todo caso, la historia de nuestra protagonista no acaba aquí. Veremos que sucede, pero, desde luego, es una trama que genera, por lo que se ve, mucho interés.
