El cuidado de la casa común es una responsabilidad de todas las personas que habitamos este planeta, cada una desde su realidad y capacidad de actuación. Las hay que pueden hacer mucho porque su ámbito de influencia es muy grande, pero también están aquellas, que quizás por tener menor impacto, piensen que esto no va con ellas. Se equivocan, en esta partida todo suma y todos somos importantes.
A lo largo de la historia el ser humano se ha especializado en dejar huella allá por donde ha ido pasando sin tener en cuenta el daño que podía causar al territorio y a las especies que lo habitaban. Seguro que esto lo hemos escuchado más de un millón de veces y es que para encontrar los inicios del destrozo del medio ambiente hay que remontarse muy atrás, hasta casi los principios de los tiempos.
Hace miles de años, cuando el hombre dejó de ser nómada para convertirse en un ser sedentario no dudó en modificar el cauce de los ríos para llevar el agua cerca de los nuevos asentamientos sin importarle las consecuencias de secar las tierras sobre las que intervenía.
Si vamos a épocas más recientes, sobre finales del siglo XIX, nos vienen a la cabeza las imágenes de las chimeneas de las fábricas como símbolo de la revolución industrial y el enorme impacto que el desarrollo económico supuso para el medio ambiente: vertidos incontrolados al mar, humos y contaminación, disminución del suelo destinado al sector primario…
Puede que alguien piense que todo esto nos queda demasiado lejos y es que hoy vi- vimos en la era de la digitalización, somos una sociedad moderna, concienciada con el cuidado del planeta, que ha aprendido de los errores del pasado… ¿O no? Efectivamente, nada más lejos de la realidad.
Desde la aparición de internet hemos pisado a fondo el acelerador y ahora todo sucede mucho más rápido. Producimos más, consumimos más, devastamos el territorio con mucha más intensidad… y la obsolescencia programada sigue haciendo estragos dejando en los cajones de nuestros hogares algún dispositivo olvidado, que en su momento, fue toda una revolución tecnológica que duró tan solo unos meses.
Quiero pensar que aún estamos a tiempo de hacer algo y que la partida no está perdida. Hay que reconocer que en los inicios de la era digital no sabíamos muy bien donde nos estábamos metiendo. En los noventa la tecnología que usábamos era bastante pre- caria si la comparamos con la que tenemos hoy al alcance de la mano.
Ya casi nos hemos olvidado de los grandes monitores de tubo que llenaban las mesas de las oficinas, las enormes impresoras de agujas y su molestoso ruido, las unidades ZIP de almacenamiento externo… y un sinfín de dispositivos que desaparecieron conforme íbamos aprendiendo a desarrollar una tecnología que, hoy sí, nos permite ser más sostenibles y respetuosos con el planeta.
Gran parte del éxito de esta evolución tecnológica pasa por la virtualización. Un concepto que, fuera del mundo técnico, empieza a estar cada vez más extendido y que esconde una potencia que, hasta ahora, solo hemos comenzado a explorar tímidamente.
La virtualización es la llave que hará que nuestro mundo de 1 y 0 sea mucho más sostenible. Busquemos un ejemplo muy sencillo que nos ayude a ilustrar esta afirmación. ¿Qué diferencia hay entre usar una tarjeta de crédito de plástico y la que podemos tener virtualizada en el móvil? ¿Cuál de las dos es más respetuosa con el medio ambiente? ¿Cuánto plástico eliminaríamos si todas las tarjetas fueran virtuales?
Ahora escalemos el ejemplo y traslademos el concepto de la virtualización al mundo de los escritorios y los servidores. ¿Qué sucede cuando en nuestra empresa decidimos virtualizar la infraestructura? ¿Y si además optamos por dotar a nuestros usuarios de un escritorio virtual? Pues ocurre, entre otras cosas, que el planeta aplaude y respira aliviado porque con nuestra decisión hemos reducido la huella de carbono de nuestra compañía y el impacto de nuestra actividad sobre el territorio.
Permítanme que por un momento dejemos a un lado otros enormes beneficios que la virtualización supone para el tejido empresarial como son: las mejoras en la ciberseguridad, la facilidad para escalar la infraestructura, la optimización en el de tiempo de respuesta ante un incidente, el aumento de la productividad, la reducción de los de costes de explotación… para centrarnos, únicamente, en el impacto positivo que la virtualización tiene para el cuidado de la casa común.
Empecemos por lo más importante y evidente: por lo general, cuando virtualizamos desaparece algo físico. Pensemos en el ejemplo anterior de la tarjeta de crédito o en nuestro cuarto de datos, ese que supone un martirio para las empresas porque siempre tiene que estar frío, pulcro, con suministro eléctrico ininterrumpido, seguro… Virtualizar nuestra infraestructura implica reducir, cuando no eliminar, nuestro cuarto de servidores con todo lo que ello supone.
¿Y si virtualizamos el escritorio de los usuarios? ¿Tendremos algún beneficio? Pues sí, porque, entre otras cosas estaremos alargando la vida de nuestros dispositivos ya que ampliar las capacidades de los escritorios virtuales es muy sencillo; pero además, estaremos facilitando la implantación de políticas tipo BYOD que son cada vez más demandadas por los usuarios, sobre todo desde que llegó el teletrabajo, y que también ayudan a hacer un uso más eficiente de la tecnología. Virtualizar el escritorio nos permite regatear a la obsolescencia programada y a aprovechar mejor nuestros recursos.
Por si quedara alguna duda de la potencia que esconde el binomio virtualización y sostenibilidad, veamos cómo esta tecnología está totalmente alineada, en diferentes grados, con los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Podemos identificar el encaje de la virtualización en siete de los diecisiete epígrafes de los ODS. En concreto en el: 4. Educación de calidad, 7. Energía asequible y no contaminante, 8. Trabajo decente y crecimiento económico, 9. Industria, innovación e infraestructura, 10. Reducción de las desigualdades, 11. Ciudades y comunidades sostenibles, 12. Producción y consumo responsable, 13. Acción por el clima.
Así que la próxima vez que tengamos que tomar una decisión que afecte a la renovación de nuestros equipos, metamos en la ecuación todo lo que la virtualización puede hacer por el planeta y no olvidemos que el cuidado de la casa común es una responsabilidad de todos. Virtualicemos para ser más sostenibles.