Me siento tan mayor como si hubiera vivido dos crisis económicas, una gran revolución industrial y vaya a empezar la segunda en un momento de mi vida donde debería estar más tiempo en la playa y en un campo de golf que encerrado en mi despacho.
La realidad que nos rodea es tan cambiante desde hace veinte años que el cada día del presente es un pasado más lejano. Hace unos años, cuando paseaba con mi padre por Pontevedra, éste me explicaba como él había inaugurado bares y discotecas; como se había divertido en guateques, como le regalaban marisco porque se tiraba a la basura o como zonas de costa en donde el precio supera los 3000 € el metro cuadrado casi se regalaban.
Si en vez de haber sido abogado, me hubiese dedicado al desarrollo informático igual hoy habría sido millonario, o no; nunca se sabe.
Lo que sí es cierto es que en un programa de la Cámara de Comercio de Gestión de Empresa Familar, que creo recordar que hice allá por el año 2010, tuvimos un profesor que impartía una materia sobre el desarrollo informático aplicado a las empresas familiares para las ventas on line. Lo que ahora es lo básico, en aquel momento no era habitual. Por poner un ejemplo, preguntó en clase quien tenía un blog. La respuesta fue que una sola persona: yo. Hoy los blog están pasado de moda, obsoletos. Otro dato: twitter fue creado en 2006, la profesión de community manager no estaba ni cerca de crearse.
Aquél profesor nos dijo que su idea era vivir de gestionar webs y redes para empresas. Nos sonaba a ensoñación en aquel momento. Hoy es una profesión.
De un tiempo a esta parte, acelerado en su ámbito de relatividad temporal, estoy empezando a poner la punta de un pie, cuando el tiempo de trabajo no me devora, en un tema que me empieza a generar interés. Llego a esta materia a través de una red social y una persona a la que sigo con interés Javier G. Recuerco @recuenco y lo que he llamado el universo Recuenco, puesto que este tuitero tiene la capacidad de estar en mil sitios a la vez, siempre aportando ideas muy interesantes y rodeado de gente con perfiles completamente diferentes, lo que trasmite transversalidad de conocimientos.
El 22 octubre del año 2020, en la agenda de Davos y expuesto en el World Economic Forum, aparece un artículo, paper o como lo quieran denominar, en la web, con el siguiente título: “Estas son las 10 principales habilidades laborales del futuro- y el tiempo que lleva aprenderlas”. En este artículo hay un enlace al informe sobre el futuro de los empleos en el Foro Económico Mundial que, entre otras muchas cosas, nos dice que el 50% de todos los empleados necesitarán volver a formarse para 2025 a medida que aumente la adopción de la tecnología.
Este informe destaca como las 10 principales habilidades para el 2025: 1) pensamiento analítico e innovación; 2) aprendizaje activo y aprendizaje en estrategias; 3) resolución de problemas complejos; 4) pensamiento crítico y análisis; 5) creatividad, originalidad e iniciativa; 6) liderazgo e influencia social; 7) Uso de tecnología, monitorización y control; 8) diseño tecnológico y programación; 9) resiliencia, flexibilidad y resistencia al estrés y 10) razonamiento, resolución de problemas y creatividad. A su vez, las agrupa en cuatro bloques: a) Resolución de problemas; b) autogestión; c) trabajo en grupo y d) Uso de tecnología y desarrollo.
Si somos capaces de asimilar que la inteligencia artificial de aquí a 2025 va a cambiar el mundo del mismo modo que lo cambió la expansión de internet en el ámbito de los negocios, podremos empezar a visualizar hacia donde deben ir nuestros esfuerzos formativos.
En mi caso, no tengo suficiente imaginación para alcanzar a comprender en qué puede consistir este cambio, probablemente consecuencia de mi cada vez más avanzada edad, pero sí tengo claro que las señales cada día son más fuertes. En la semana en la que escribo este texto, me envían una información, porque veo un tweet de los sistemas de IA, que me dice: “en cinco años los abogados no serviremos para nada. Nos va a comer la inteligencia artificial”. Aquí surge la necesidad para muchas profesiones de formarse para resolver problemas complejos, problemas que aún no existen; problemas cuya solución requieren de un conjunto de competencias que necesitará equipos multidisciplinares. Nos obligará a cambiar para generar valor añadido (yo tengo un blog semiabandonado que titulé blog de corta y pega, con eso digo todo). Aquí dejo esta cuestión.
Al hilo de esto, me pareció muy interesante una entrevista en un podcast llamado Lo que tú digas con Alex Fidalgo, que recomiendo (ya la columna del mes pasado abordé como el podcast es el nuevo medio de comunicación). Bueno, en el podcast Lo que tú digas, Alex Fidalgo tiene una conversación interesantísima con Mariano Sigman, en la cual, se remite a una historia sobre los derechos de autor: el asunto Cattelan y Druet.
La historia desarrolla un pleito reciente en Francia. Cattelan es un artista conceptual de arte moderno y Druet es un escultor. Cattelan encarga la ejecución de unas esculturas, que diseña; a Druet, que ejecuta. Por ejecutar esta obra recibe un precio y Cattelan las vende por un precio muchísimo mayor a coleccionistas y museos. Druet presenta una demanda porque él, con sus manos, hace las obras y entiende que debe ser el autor. El abogado de Cattelan sustenta su posición en que la fabricación de la obra es secundaria a la concepción. La justifica francesa da la razón a Cattelan y, enconsecuencia, los derechos de autor.
Dice la sentencia: es […] indiscutible que las directrices precisas para la puesta en escena de las efigies de cera en una configuración específica, teniendo en cuenta en particular su posicionamiento dentro de los espacios expositivos destinados a jugar con las emociones del público (sorpresa, empatía, diversión, repulsión, etc.), sólo emanó de él solo [Maurizio Cattelan], estando Daniel Druet de ninguna manera en condiciones — ni siquiera tratando de hacerlo— de arrogarse la más mínima participación en las elecciones relativas al dispositivo escénico de puesta en situación de las mencionadas efigies (elección del edificio y dimensión de las salas que albergan a dicho personaje, dirección de la mirada, iluminación, incluso destrucción de un techo de cristal o de un suelo de parquet para hacer más realista y llamativa la puesta en escena) o para el contenido del posible mensaje a transmitir a través de esta puesta en escena»
Si escuchamos y leemos con cierta atención todo lo relacionado con el mundo IA, podemos llegar, entre otras muchas, a una zona común de la creatividad es el valor añadido. La IA por sí sola, como Druet, no puede crear porque necesita instrucciones y directrices precias. Solo aquellos que san creativos podrán generar valor añadido en una sociedad donde el trabajo repetitivo lo hará la inteligencia artificial. Pensadlo.