Turismo de masas. ¿Qué es eso de turismo de masas? Que yo sepa, no hay hordas de turistas que se hayan puesto de acuerdo previamente para viajar todos juntos con la idea de invadir cualquier espacio que se pone de moda.
Pero no hay duda de que cada vez hay más personas que quieren vivir experiencias, salir de su lugar de residencia, escaparse del trabajo, lo que sea pero que implique subirte a un avión y volar, volar muy lejos (o no tan lejos, también).
Y toda estas personas que viajan cada vez más (me niego a denominarlas “esta gente”, que parece hasta peyorativo) somos también nosotros mismos, que hemos encontrado muchas más plazas en aviones con precios cada día más bajos, y que estas plazas de avión se unen a los alojamientos donde las tarifas están en la pura libertad del propietario del inmueble donde nos vamos a alojar. Y es aquí donde está la principal causa de una presencia descontrolada de más y más personas, “esos turistas”.
En los últimos años ha aparecido un nuevo estilo de alojamiento, abierto a todo el mundo (las ventajas de internet y su globalización), donde las reglas de control son bastante grises; solo existe la gestión del precio por quedarte en una casa. Y es que todos nosotros somos parte del turismo de masas, para qué engañarnos.
Porque desde que todos llevamos el internet en el móvil (es decir, a todas horas), han surgido también nuevas herramientas para encontrar alojamientos alternativos a los de toda la vida, y gracias a aplicaciones como Airbnb, Instagram, Facebook, etc. aparece “tu casa” -, donde el anfitrión es una persona “Excelente”, y te dará el mejor servicio posible mientras visitas “su ciudad”. Ahora, simplemente pon tu casa en cualquier plataforma de alquiler vacacional, ¡y adelante!
Salimos a manifestarnos en masa (aquí si que hubo previamente un aviso para ir todos a la vez a la manifestación) para quejarnos de que no podemos soportar tanto turismo en nuestro lugar de residencia, pero parece que no consideramos que nosotros podemos ser esos mismos turistas que abarrotan otros destinos famosos, y que después de salir en la manifestación de nuestra ciudad, isla o territorio, nos subimos a un avión (con el precio más bajo posible), y nos vamos a visitar cualquier destino donde el exceso de oferta vacacional también existe.
Y todos estos nuevos lugares para alojarte, alternativos al hotel o apartamento con licencia turística de toda la vida, cada vez tienen menos control (no existen convenios colectivos, normativas de incendios, de piscinas,…), y en el caso de que el dueño de la vivienda contrate a alguien para mantenimiento o limpieza (que no hay más servicios) desde luego no lo hace con las bases de esos convenios colectivos que si se aplican en los establecimientos regulados e inspeccionados periódicamente por los responsables públicos de turismo.
Y para completar lo anterior, solo indicar que en toda Canarias hay inscritas casi 54.000 viviendas vacacionales legalizadas, las cuales tienen una capacidad de unas 220.000 plazas. Esas viviendas estaban hace unos 10 años como vivienda residencial preparadas para acoger a una familia, la misma familia, durante todo un año. Ahora, esas mismas viviendas alojan a 50 familias distintas (una por cada semana) en un mismo año. Y he ahí la base de la saturación de personas que vienen cada vez más y más y masifican cualquier destino turístico.
Todas estas nuevas plazas de alojamiento en Canarias es el equivalente de tener unos 250 nuevos hoteles; pero es que no se han construido nuevos hoteles, se han puesto en el mercado unos alojamientos que tenían otra finalidad, y que por las diferencias de precios en la oferta hotelera regulada, estas viviendas vacacionales se alimentan de la búsqueda del mejor precio posible, y sin control ni regulación. Y lo hace de una manera salvaje, sin que nadie los controle.
Pero, además de incrementar la oferta vacacional, la demanda de visitantes (gracias al mayor número de plazas de avión) se ha disparado, lo que ha generado una subida en los precios de alquiler (a mayor demanda, mayor precio). El propietario de la vivienda se ha dado cuenta que, donde antes tenía un ingreso de 600 a 1.000 euros al mes por un alquiler de larga duración, resulta que si pone un precio de 40-50 euros por día ya ingresa entre 1.200 – 1.500 euros mensuales, mejorando su renta personal en un mínimo del 50% más de lo que tenía antes. Con esta situación es obvio el interés de poner la vivienda en alquiler de corta duración. Esto es de Primero de Economía.
A mediados del siglo pasado, el científico Isaac Asimov estableció una serie de leyes aplicables a los robots para que acabaran dominando a la humanidad, y si hacemos un paralelismo entre robots y turistas, estos últimos si que están en fase llegar a destruir, que no dominar, los entornos que visitan, por lo que es necesario legislar para evitar esa masificación y poder convivir en plena armonía.
Para ello, todos los turistas (vengan de donde vengan y vayan a donde vayan), y los propietarios que ponen sus viviendas a su disposición, deberían cumplir con una leyes mínimas que voy a denominar las Leyes del Turista:
1. Un turista no debe dañar ningún área del entorno que visita o, por inacción, permitir que ese entorno sufra cualquier daño, por parte de otro turista.
2. Un propietario de vivienda vacacional debe cumplir con toda la normativa turística, y cuidar que sus huéspedes (los turistas) no infrinjan la Primera Ley.
3. Un turista debe disfrutar de su tiempo y su estancia siempre que este disfrute no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.
Con todo lo anterior, podríamos establecer también una Ley Cero que englobe las tres anteriores:
Un turista o un propietario de alojamiento no pueden dañar el entorno que tiene y que visita o, por inacción, permitir que ese mismo entorno sufra daños, por parte de cualquier otro.
Cuando visitamos cualquier lugar, diferente a nuestro lugar de residencia, estamos haciendo de turistas, y tenemos que tener claro que hay destinos que podríamos evitar masificarlos con nuestra presencia. Es cierto que hay lugares en el mundo que deberíamos visitarlos en nuestra vida, viajar es cultura, pero también es cierto que podemos buscar épocas del año donde sepamos que la afluen- cia de personas no sea preocupante para ese destino. Apliquémonos las Leyes del Turista, y contribuyamos a la solución.
Ante la enorme afluencia de personas que viajan cada día, yo no sé cuál sería el remedio para reducir el impacto de la saturación turística (se espera que tengamos casi 18 millones de visitantes en Canarias a lo largo de 2024), pero el primer remedio sería aplicarnos a nosotros mismos la norma de que si nuestra visita genera una mayor masificación en un destino, debemos escoger otro. Y para el caso de los propietarios de vivienda vacacionales, deberían controlar la afluencia masiva de huéspedes, y para controlar esa demanda solo existe la norma del incremento de precios.
El incremento del precio hará que personas que pensaban ir a un destino, puedan no ir porque no tengan capacidad para ese gasto, pero con ello reducimos la afluencia de visitantes. Lo más importante no es el número de personas que van a un lugar, esa competición lo único que provoca son perdedores. Lo importante es que la llegada de turistas ofrezca beneficios a todos los implicados, que son la población local, los propietarios de los establecimientos, y los propios turistas, a los que se les quedará una experiencia mucho más que satisfactoria. Lo de inolvidable también puede ser como para no volver nunca más.