09/03/2025

Repensar el bienestar: cómo las empresas pueden ir más allá de la superficie
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Presen Simón. Directora de Transversalia Consulting

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En una reunión informal, un director de recursos humanos comentó con cierta exasperación: “Ya tenemos frutas en las salas de descanso y clases de yoga semanales. ¿Por qué la plantilla sigue descontenta?” Este tipo de afirmaciones refleja una brecha creciente entre lo que las empresas ofrecen y lo que realmente necesitan las personas que las integran. Aunque el bienestar corporativo ha ganado protagonismo en la última década, a menudo se queda en iniciativas superficiales que no abordan las verdaderas inquietudes de quienes trabajan en la organización. Esta desconexión, si no se aborda a tiempo, puede traducirse en desmotivación, desgaste emocional e incluso en una mayor rotación de personal.

El bienestar corporativo no se limita a ofrecer beneficios llamativos. Es mucho más profundo y requiere una comprensión genuina de las necesidades humanas. En muchos casos, la desconexión entre los programas y las expectativas puede generar una percepción de hipocresía organizacional. Imaginemos una empresa que invierte en un gimnasio corporativo mientras sus equipos trabajan jornadas interminables sin espacio para disfrutarlo. Este tipo de contradicciones daña la confianza y afecta la moral. Además, la falta de coherencia entre las iniciativas y la realidad diaria de las personas en la empresa puede hacer que estas acciones se perciban como una estrategia de marketing en lugar de un compromiso real.

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Un ejemplo recurrente de acciones que no aportan bienestar real son las medidas cosméticas que no se sostienen en el tiempo ni responden a las necesidades concretas. Cafés gratuitos, días de “ropa informal” o descuentos en tiendas pueden ser bien recibidos, pero rara vez tienen un impacto duradero en la satisfacción laboral. Peor aún, acciones desconectadas de la realidad, como promover actividades fuera del horario laboral sin considerar las responsabilidades personales de las personas, pueden ser percibidas como una carga adicional. Por ejemplo, organizar actividades sociales que coincidan con horarios familiares o personales puede generar más estrés que beneficios, especialmente si no se da opción de participación voluntaria.

Por el contrario, las acciones que sí generan bienestar corporativo auténtico son aquellas que parten de escuchar y comprender a quienes forman parte de la organización. Crear horarios flexibles que permitan a las personas conciliar su vida personal con su trabajo, fomentar políticas de descanso y desconexión digital, y ofrecer oportunidades reales de desarrollo profesional son ejemplos de prácticas con impacto tangible. En una empresa tecnológica, por ejemplo, se implementó una política de “viernes sin reuniones” para reducir el agotamiento mental y dar espacio al trabajo profundo. Los resultados no solo mejoraron la productividad, sino también el compromiso del equipo. Asimismo, políticas como la posibilidad de trabajo remoto han demostrado ser una herramienta poderosa para aumentar la satisfacción y la eficiencia.

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El impacto de estas medidas va más allá de la satisfacción individual. Las organizaciones que invierten en el bienestar de su personal cosechan beneficios significativos: una mayor retención de talento, un ambiente de trabajo más colaborativo y creativo, y una reputación positiva que atrae a nuevas personas interesadas en un entorno laboral saludable. Según un estudio reciente, las empresas que priorizan el bienestar experimentan un 21% más de productividad y un 41% menos de absentismo laboral. Además, se ha demostrado que las personas en entornos laborales saludables tienen una mejor salud mental y física, lo que reduce costes relacionados con bajas laborales prolongadas o problemas de salud derivados del estrés.

Por supuesto, construir una cultura de bienestar no es un proceso inmediato. Requiere un enfoque integral y continuo. El primer paso es realizar un diagnóstico sincero: ¿qué están sintiendo las personas que trabajan en la organización? ¿Cuáles son sus principales retos? A partir de ahí, se pueden diseñar estrategias alineadas con las verdaderas prioridades. Pero esto no basta; la implementación debe ir acompañada de una medición constante y una disposición genuina para ajustar las iniciativas según sea necesario. Por ejemplo, una empresa que implementó jornadas laborales reducidas descubrió que su impacto era mayor cuando estas se aplicaban en periodos específicos del año, adaptándose a las dinámicas de cada equipo.

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En este camino, el papel de los liderazgos es fundamental. Las y los líderes no solo deben respaldar las políticas de bienestar, sino también encarnarlas. Un ejemplo inspirador es el de una directora general que decidió implementar una política de “email libre” después de las seis de la tarde y fue la primera en cumplirla, dando un mensaje claro de respeto por el tiempo personal de su equipo. Este tipo de acciones no solo refuerzan la confianza, sino que también crean un estándar positivo para toda la organización. La coherencia entre el discurso y las acciones de quienes lideran tiene un efecto directo en la cultura organizacional, fomentando un entorno donde el bienestar no es solo un valor declarado, sino una realidad palpable.

El bienestar corporativo debe ser una prioridad estratégica, no una tendencia pasajera. Se trata de ir más allá de cubrir un checklist de acciones populares y construir un entorno donde cada persona se sienta valorada, escuchada y respaldada. Porque, al final, el bienestar no solo es bueno para las personas; también es el núcleo del éxito sostenible de cualquier organización. Los equipos felices trabajan mejor, innovan más y se sienten más comprometidos con los objetivos de la empresa.

Además, el bienestar corporativo genera un efecto dominó que trasciende los límites de la empresa. Cuando las personas tienen un entorno laboral saludable, su calidad de vida mejora, lo que impacta positivamente en sus relaciones personales, su contribución a la comunidad y su capacidad para afrontar los retos diarios. Una trabajadora que se siente respaldada en su lugar de trabajo probablemente llevará esa energía positiva a su hogar, creando un círculo virtuoso que beneficia tanto a la sociedad como al entorno laboral.

Como reflexionó un trabajador tras experimentar un cambio cultural en su empresa: “No es que ahora tengamos más beneficios, es que sentimos que realmente importamos”. Esa es la verdadera esencia del bienestar corporativo: cuidar para transformar. Las empresas que adoptan esta filosofía no solo sobreviven en un mercado competitivo; prosperan, porque entienden que el bienestar no es un gasto, sino una inversión estratégica que garantiza resultados sostenibles a largo plazo.

El bienestar corporativo no es una moda, ni un lujo, ni una herramienta de marketing. Es el reflejo del compromiso real de las organizaciones con las personas que las hacen posibles. Como sociedad, debemos exigir entornos laborales donde el respeto, la empatía y el bienestar sean la norma, no la excepción. Porque, al final, el verdadero éxito de una empresa se mide no solo por sus números, sino por el impacto positivo que tiene en quienes forman parte de ella.

Desde esta perspectiva, el bienestar no es un accesorio, es la base sobre la cual las organizaciones del futuro deben construirse. No podemos trascender como empresas si olvidamos lo más importante: a las personas. Son ellas quienes crean, inspiran y sostienen los sueños que se convierten en proyectos. Sin su bienestar, no hay innovación, no hay crecimiento, y no hay futuro. Por ello, el compromiso con el bienestar debe ser real, constante y adaptado, para que cada persona sienta que su valor trasciende cualquier objetivo empresarial.

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