12/03/2025

José Manuel Hernández: “Ya no se trata de aplicar productos químicos, sino de adoptar un enfoque integral y preventivo”
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Director técnico y comercial de APINSA

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¿Cómo ha evolucionado el sector del control de plagas en España desde que APINSA inició sus operaciones hace más de 60 años? ¿Cuáles han sido los principales cambios en términos de regulaciones, tecnologías y demandas de los clientes?

La evolución del control de plagas ha sido significativa, especialmente a partir de la implementación de normativas. Estas surgieron como respuesta a la necesidad de aumentar el control sanitario, principalmente en la industria alimentaria. Inicialmente, el control de plagas se basaba en el método de «prueba y error», lo que llevó a la aparición de problemas derivados del uso de ciertos productos. Los primeros productos utilizados fueron los fumigantes. Este tipo de producto, que pasa de estado sólido o líquido a gaseoso, dio origen al término «fumigación», que aún se utiliza hoy en día para referirse a este tipo de tratamiento.

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Es importante aclarar que, técnicamente, una fumigación se refiere al uso específico de un producto fumigante, es decir, aquel que se presenta en estado sólido o líquido y se transforma en humo al ser aplicado.

A lo largo del tiempo, el sector del control de plagas ha evolucionado, pasando de la falta de regulación específica en cuanto a productos, formación del personal y equipos de protección, a la implementación de normativas que buscan garantizar la seguridad y eficacia de los tratamientos.

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Es común que muchas personas aún tengan la imagen del fumigador de plagas como alguien que lleva consigo una jarra con un producto y una brocha. Durante muchos años, incluso después de la aparición de los fumigantes, los siguientes productos más utilizados, especialmente en desinsectación, fueron las lacas insecticidas. Estas se aplicaban con brocha en zócalos y esquinas, y esto fue prácticamente lo único que se hizo con mayor frecuencia durante mucho tiempo.

Esta práctica generó en la gente una imagen particular del fumigador o técnico aplicador: una persona que trabajaba sin un equipo de protección adecuado, a veces solo con una camisa y guantes, y que iba rociando con una jarra y una brocha por todas las esquinas. Esta situación se mantuvo así durante mucho tiempo.

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Sin embargo, a partir del aprendizaje de los errores, el sector comenzó a regular todos los procesos, sobre todo para evitar accidentes laborales, enfermedades profesionales y problemas medioambientales. A partir de los años 80 y 90, surge una gran cantidad de regulación y normativa orientada principalmente a evitar estos riesgos.

Este proceso ha continuado hasta el punto de que hoy en día, muchas familias enteras de productos que antes se permitían ya no lo están. Actualmente, solo se permite el uso de un tipo de familia de insecticidas, aunque se han añadido algunas nuevas, pero no son insecticidas como tal. Esto ha provocado que el abanico de productos que antes era muy amplio se haya reducido considerablemente.

El sector del control de plagas se enfrenta a una regulación cada vez más estricta, lo cual es comprensible debido al impacto ambiental y social que conlleva. Esta situación plantea un desafío creciente a la hora de combatir las plagas de manera efectiva, ¿verdad?

Es cierto, la situación es tal como la describes. En el mundo del periodismo, se ha hecho evidente en el último año y medio el problema creciente con las plagas, especialmente las ratas. Si bien el problema de las cucarachas es igualmente preocupante, no ha recibido tanta atención pública.

En cuanto a las ratas, la situación se ha agravado notablemente en el último año y medio. Es común encontrar noticias sobre problemas relacionados con ratas, especialmente en zonas comerciales importantes como la calle Triana en Las Palmas de Gran Canaria. Han surgido vídeos que muestran ratas en escaparates y maniquíes de tiendas, lo cual es un claro indicador de la magnitud del problema.

Un incidente particularmente grave ocurrió cerca de Navidad, cuando un perro murió electrocutado al pisar una alcantarilla en la zona de El Toscal, en Santa Cruz de Tenerife. La investigación reveló que la causa fue una derivación a tierra provocada por ratas que royeron los cables. Este hecho puso de manifiesto la conexión entre las plagas y otros problemas, como los accidentes eléctricos.

En este contexto, es comprensible que la preocupación por las plagas vaya en aumento. Como profesional del sector con 25 años de experiencia, he sido testigo de cómo leyendas urbanas sobre ataques de ratas se han convertido en realidad. El año pasado, por ejemplo, ocurrió un incidente en un hotel de Tenerife, donde una rata mordió a una turista en su habitación.

La situación actual plantea desafíos importantes. La regulación cada vez más estricta, si bien necesaria para proteger el medio ambiente y la salud pública, ha reducido el abanico de herramientas disponibles para combatir las plagas. Esto ha llevado a un debate sobre la eficacia de las nuevas estrategias y la necesidad de encontrar un equilibrio entre la protección del medio ambiente y la salud pública.

En este sentido, es fundamental que los profesionales del sector trabajen en colaboración con las autoridades y la sociedad en general para encontrar soluciones innovadoras y sostenibles que permitan controlar las plagas de manera efectiva y segura.

¿Qué papel juega la tecnología en la búsqueda de soluciones para el control de plagas?

En la búsqueda de soluciones para el control de plagas, nos encontramos con la tecnología como una herramienta prometedora, aunque aún costosa. Lo ideal sería una transición natural hacia un uso más racional de biocidas y la adopción de tecnologías con el mínimo impacto ambiental. Sin embargo, el cambio está ocurriendo de manera forzada, impulsado por regulaciones y normativas.

En cuanto a la tecnología, existen alternativas para la sustitución de productos utilizados para roedores, pero su costo es prohibitivo. Un servicio estándar de control de roedores en un restaurante, utilizando rodenticidas tradicionales, puede costar entre 300 y 700 euros al año, dependiendo del nivel de riesgo. Si se utilizara tecnología moderna, ese mismo contrato superaría los 6.000 euros, lo cual es inasumible para la mayoría de los negocios.

Curiosamente, a diferencia de otros sectores donde la tecnología se abarata con el tiempo, en el control de plagas ocurre lo contrario. Las nuevas tecnologías, en lugar de disminuir su precio, se encarecen con el tiempo, lo cual dificulta su adopción.

En cuanto al control de insectos, la tecnología que sustituya por completo a los insecticidas tradicionales aún no existe. Se están investigando soluciones como el uso de cámaras de alta resolución con inteligencia artificial y láser de alta potencia. Imagina una especie de «roomba anti cucarachas» que recorre un restaurante, detectando y eliminando insectos con láser. Si bien esto es prometedor, aún está en fase de investigación y llevará tiempo desarrollarse.

Además de la tecnología, se está promoviendo el concepto de control integrado de plagas, que busca un equilibrio entre el uso de biocidas y la adopción de medidas preventivas por parte del cliente. Esto incluye medidas estructurales y hábitos que reduzcan la posibilidad de plagas, como sellar puertas y ventanas, mantener la limpieza y el orden, y almacenar los alimentos de forma adecuada.

¿Hacia dónde se dirige el sector del control de plagas en el futuro?

La evolución del sector del control de plagas ha llevado a un cambio significativo en el rol de los profesionales. Ya no se trata simplemente de aplicar productos químicos, sino de adoptar un enfoque más integral y preventivo.

Anteriormente, la imagen del aplicador de plagas era la de una persona que iba con una jarra y una brocha, aplicando productos químicos sin mucha protección ni conocimiento. Sin embargo, esta imagen ha quedado obsoleta.

En la actualidad, el profesional de control de plagas se está convirtiendo en una especie de auditor o consultor. Su labor va más allá de la aplicación de productos, ya que implica realizar un análisis exhaustivo de las instalaciones, identificar los factores que favorecen la presencia de plagas y ofrecer recomendaciones al cliente para prevenir su aparición.

Este cambio de rol ha sido impulsado, en parte, por la mayor regulación y exigencia en cuanto a seguridad y protección del medio ambiente. Las empresas del sector han tenido que adaptarse y asumir la responsabilidad de educar y concienciar a los clientes sobre la importancia de adoptar medidas preventivas.

El profesional de control de plagas actual debe tener conocimientos técnicos, pero también habilidades de comunicación para transmitir la información de manera clara y efectiva. Debe ser capaz de ganarse la confianza del cliente y establecer una relación de colaboración para lograr un control de plagas efectivo y sostenible.

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