Hubo un tiempo no muy lejano, en el que la brecha digital ocupaba titulares y encabezaba la lista de preocupaciones de aquellos que, conscientes de lo que nos estábamos jugando como sociedad, veían como el tren de la digitalización cogía cada vez más velocidad amenazando con dejar en tierra a una buena parte de la población que no terminaba de entender cómo y porqué debía de pasar del mundo analógico en el que siempre habían vivido, a otro totalmente nuevo y desconocido marcado por la tiranía de los Unos y Ceros.
Pero ahora, ya bien entrados en siglo XXI, cuando parecía que habíamos superado esta etapa y que sin temor a equivocarnos ya podemos decir que vivimos en una sociedad digitalizada en la que todas las personas, de manera general, se han integrado en esta nueva forma de vida hiperconectada, llega la Inteligencia Artificial y con ella el resurgir de la tan temida brecha digital.
Porque, lo cierto, es que están volviendo a aparecer una serie de patrones que ya conocimos en su momento que señalan que, como una lluvia fina, se está gestando la semilla de una nueva brecha digital que comparte un buen número de similitudes con la primera.
Si analizamos con detenimiento lo que está sucediendo a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de que lo que está pasando no es muy diferente a lo visto en temporadas anteriores.
Recordemos que la primera brecha digital vino de la mano de los inicios de la informática y alcanzó su punto álgido con la llegada de internet. Para comprender la fractura que este fenómeno supuso en la sociedad del momento basta con analizar tres indicadores que nos ayudarán a entender el nivel de riesgo al que estábamos expuestos.
De manera muy resumida estos indicadores miden, en el ámbito tecnológico, nuestras capacidades en relación con el SABER, el PODER y el TENER.
¿Nos hemos preguntado alguna vez a cuántas personas dejó la digitalización fuera del tablero porque, simplemente, no SABÍAN moverse en el nuevo mundo de las pantallas?
De repente aparecieron entre nosotros, como zombis, analfabetos digitales incapaces de hacer una gestión con su banco de siempre, sacar un billete para irse de viaje, comprar
unas entradas para un concierto de su artista favorito… Personas plenamente inválidas en
un mundo que no comprendían y del que automáticamente habían quedado excluidas por falta de conocimientos y habilidades digitales.
Este colectivo de analfabetos digitales crecía exponencialmente conforme los avances tecnológicos, acelerados con la llegada de internet, se sucedían de manera frenética.
La situación empezaba a complicarse y amenazaba seriamente con truncar la expansión de un modelo económico que enarbolaba la tecnología como bandera del cambio.
Así que no quedó otra que ponerse urgentemente manos a la obra y formar a todas esas personas que de ninguna manera podían quedarse atrás. Con mucho esfuerzo y con mucho sacrificio la sociedad consiguió salvar aquel primer escollo que estuvo marcado por el saber moverse dentro de las pantallas. Conforme fueron llegando las nuevas generaciones, rápidamente y como queriendo dar el tema por cerrado, se acuñó el término nativo digital dando por hecho que, para los nacidos en el nuevo milenio, la digitalización venía de fábrica.
Pero el desafío de la brecha digital era mucho más complejo y no bastaba solo con el saber. Además de saber había que tener el dispositivo necesario para formar parte de la nueva sociedad digital. El precio de los primeros ordenadores era tan elevado que lo normal era que, en caso de haberlo, solo existiera uno por familia asumiendo que había que compartirlo y que lo de PC (Personal Computer) de uso individual habría que dejarlo para más adelante.
En las empresas sucedía algo similar. El precio de los equipos hacía del todo imposible que cada persona de la compañía tuviera un ordenador y era habitual que se compartiera uno o dos equipos por departamento.
Con el tiempo, los precios fueron bajando y años más tarde, con la llegada de los smartphones, el acceso a internet se popularizó quedando en el olvido aquellos tiempos donde tener un ordenador con conexión a internet era un lujo al alcance de solo unos pocos. Sin embargo, todavía quedaban personas que, aun sabiendo usar la tecnología y teniendo la capacidad económica para adquirir un ordenador, no podían hacerlo porque vivían en territorios desconectados. Zonas oscuras de nuestra geografía donde no llegaba internet y que, por tanto, estaban fuera del nuevo escenario digital.
Hoy, en nuestro mundo hiperconectado, resulta del todo imposible imaginar esta situación de desconexión total, pero la realidad es que fue necesario mucho esfuerzo y mucha inversión por parte de los operadores para conseguir, en apenas unos pocos años, que el índice de conectividad de España rozara el 100%.
Para entender la gravedad que suponía el problema de la exclusión del mundo digital de parte de la ciudadanía por la falta de conectividad, basta con recordar que muchas zonas con alta densidad de población, e incluso polígonos industriales, no vieron la llegada de la fibra óptica hasta bien entrada la segunda década del nuevo milenio, es decir, hasta ayer.
Y así fue como, en un tiempo récord, entre todos, superamos la tan temida brecha digital. Los que no sabían, se formaron; los que no tenían, vieron cómo, poco a poco, la oferta se iba compensando con la demanda, y los que no podían acceder a internet terminaron formando parte de un territorio hiperconectado.
Pero ahora, cuando pensábamos que la brecha digital había quedado en el olvido y que la amenaza era cosa del pasado, aparece la Inteligencia Artificial y todas las alertas
vuelvan a activarse. Con la llegada de la IA empezamos a detectar los mismos patrones
que ya conocimos en su momento. Por lo pronto son muchas, por no decir muchísimas, las personas que no saben qué es la IA y cómo usarla en su día a día personal y profesional.
Además, recordemos que, a día de hoy, las soluciones de Inteligencia Artificial que están disponibles en el mercado no son nada económicas y que no todos se pueden permitir el lujo de tener una IA de pago y se tienen que conformar con las soluciones gratuitas donde, como ya sabemos, el usuario siempre termina por ser moneda de cambio.
Y, por si fuera poco, el acceso a la IA no es tan abierto, democrático y globalizado como nos gustaría pensar. En la génesis de esta nueva tecnología el escenario geopolítico está jugando un factor determinante. Es muy diferente vivir en Europa, donde el foco está puesto en la regulación, que acceder a la IA desde Estados Unidos, con unas condiciones más laxas que buscan maximizar el recurso, y por tanto el negocio, anteponiendo el beneficio económico y productivo a los derechos individuales.
Todos los indicadores apuntan a que estamos asistiendo al resurgir de una nueva brecha digital que viene acompañada de los mismos miedos, las mismas incertidumbres y las mismas amenazas que las que vivimos hace un par de décadas. Pero esta nueva brecha digital promete ser mucho más cruenta y compleja porque ahora todo sucede más rápido y todo tiene mayor impacto.
Toca rescatar los apuntes del pasado, refrescar aquellas viejas estrategias que tan buenos resultados nos dieron y ponernos en marcha, más pronto que tarde, porque este tren de la Inteligencia Artificial es de alta velocidad y, esta vez, sí que no está dispuesto a esperar por nadie.
La Inteligencia Artificial: el resurgir de la brecha digitalL
Jorge Alonso. Director de Consultoría IT Velorcios Group.
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