Desde 1953 trabajan por el desarrollo profesional de los ingenieros agrónomos. ¿Qué significa hoy, en pleno siglo XXI, representar y defender una profesión tan estratégica para la seguridad alimentaria y el medio rural?
Hoy, nuestra labor va mucho más allá de producir alimentos: consiste en garantizar la seguridad alimentaria de una población creciente, al tiempo que aseguramos que este incremento se realice bajo criterios de respeto a los recursos naturales. Los ingenieros agrónomos somos actores clave en la integración de las nuevas tecnologías, en la gestión eficiente del agua, en la adaptación al cambio climático y en la modernización del medio rural, contribuyendo a su desarrollo económico y social. Defender nuestra profesión es también defender el equilibrio entre la producción y la preservación del entorno, entre el conocimiento científico y la innovación tecnológica, entre el progreso económico y la responsabilidad ambiental. En definitiva, representar a los ingenieros agrónomos en la actualidad es dar voz a una profesión estratégica e imprescindible, que garantiza un modelo agrícola capaz de alimentar a la sociedad, preservar los recursos y asegurar el futuro de las generaciones venideras.
¿Qué les diferencia como corporación de derecho público respecto a otras entidades del sector agroalimentario?
Mientras que las asociaciones o agrupaciones profesionales surgen de la iniciativa voluntaria de particulares para la defensa de intereses comunes, los colegios profesionales son creados por ley, poseen personalidad jurídica propia y ejercen funciones públicas delegadas por el Estado. Entre estas funciones destacan; 1.-La ordenación del ejercicio profesional, velando porque se desarrolle conforme a la normativa vigente y a los principios éticos que garantizan la calidad de los servicios prestados. 2.-La representación institucional de la profesión ante la sociedad y las administraciones públicas. 3.-La supervisión y control del ejercicio profesional, en beneficio no solo de los ingenieros agrónomos, sino también de los ciudadanos que reciben sus servicios.
De este modo, los colegios profesionales cumplen una doble misión: defender los intereses legítimos de sus colegiados y, al mismo tiempo, actuar en beneficio del interés general, asegurando que una profesión como la ingeniería agronómica responda a los más altos estándares de calidad, responsabilidad y compromiso social.
¿Cómo ha evolucionado el papel del ingeniero agrónomo en las últimas décadas, especialmente ante desafíos como el cambio climático, la digitalización o las nuevas políticas agrarias?
Las funciones del ingeniero agrónomo -como proyectar naves e infraestructuras, diseñar parques y jardines, o mejorar la producción agrícola- han existido siempre. Sin embargo, en las últimas décadas el contexto nos ha llevado a evolucionar. Hoy esas mismas tareas se realizan con un enfoque muy diferente: aplicando tecnologías digitales como la teledetección o los sistemas de información geográfica, bajo criterios de sostenibilidad y adaptación al cambio climático, y en línea con nuevas políticas agrarias y medioambientales. Esto nos convierte en profesionales capaces de integrar tradición y modernidad, combinando nuestra base técnica con herramientas innovadoras para dar soluciones más eficientes.
Uno de sus pilares es el asesoramiento técnico y económico. ¿Qué tipo de consultas o informes son los más demandados hoy por parte de administraciones, empresas o particulares?
En el caso de particulares y empresas, destacan la redacción de proyectos vinculados a explotaciones agrícolas y agroindustriales, así como los informes periciales. Estos abarcan desde la valoración de pérdidas de cultivo y daños en infraestructuras agrarias, hasta la resolución de conflictos por límites parcelarios.
Por parte de las administraciones, la demanda se orienta principalmente a la redacción y dirección de proyectos ambientales y de ingeniería rural. Allí se incluyen trabajos como la gestión de espacios naturales protegidos, la restauración paisajística, el diseño y mejora de regadíos, la planificación de vías rurales y las infraestructuras ganaderas.
En todos los casos, el ingeniero agrónomo aporta un enfoque técnico riguroso, soluciones prácticas y una visión global que integra la producción, el territorio y la sostenibilidad.
¿Qué tipo de formación complementaria ofrecen a los colegiados para mantener su competitividad en un sector en constante evolución?
Con el objetivo de mantener la competitividad y favorecer la actualización permanente de sus colegiados, el Colegio ofrece un amplio programa de formación continua estructurado en distintas categorías temáticas. Estas categorías agrupan cursos, talleres y jornadas especializadas que responden a las necesidades de un sector en constante evolución.
De esta manera, el Colegio garantiza que sus colegiados dispongan de una formación diversificada, actualizada y alineada con los retos actuales y futuros de la profesión.
¿Cómo se asegura que los profesionales colegiados prestan servicios con garantías de calidad, ética y rigor técnico?
En primer lugar, se exige la colegiación y el cumplimiento del código deontológico, lo que compromete al profesional a actuar con responsabilidad y transparencia. También establece normas y protocolos técnicos que orientan la práctica profesional, garantizando que se respeten criterios científicos y legales. Además, promueve la capacitación continua mediante cursos, jornadas y actualizaciones, para que los matriculados estén a día con las innovaciones y regulaciones del sector. Finalmente, ejerce un rol de control y supervisión lo que fortalece la confianza en los servicios de los ingenieros agrónomos.
Para finalizar, ¿Cuáles son los objetivos estratégicos del colegio para los próximos años?
El Colegio de Ingenieros Agrónomos orienta su acción en torno a cuatro ejes principales. En primer lugar, la formación continua, impulsando la capacitación permanente de los profesionales, porque la actualización constante es la base de un ejercicio ético y responsable. En segundo lugar, la visibilidad y prestigio de la profesión, reforzando el reconocimiento social del ingeniero agrónomo y mostrando la relevancia de su trabajo para la sociedad y el desarrollo económico. En tercer lugar, el liderazgo en los grandes desafíos globales, posicionando al ingeniero agrónomo como un actor clave frente a retos como la seguridad alimentaria, la sostenibilidad de los sistemas productivos y la transición ecológica. Finalmente, la puesta en valor de nuestras competencias, que abarcan la gestión de sistemas agrícolas y agroindustriales, la innovación tecnológica y la dirección de proyectos, a lo que se suma el desarrollo y optimización de industrias agroalimentarias —como las cerveceras, lácteas, oleícolas u hortofrutícolas—, así como la gestión económica y organizativa de cooperativas y empresas agrarias. Estas capacidades se complementan con ámbitos de creciente importancia como la gestión eficiente del agua, las energías renovables, la ordenación del territorio y la protección de los recursos naturales. Todo ello con un propósito común: trabajar siempre al servicio de la sociedad.