Decía Charles Darwin que “las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Y esa misma frase se puede aplicar al turismo simplemente cambiando la palabra “especie” por “empresa”. Se cumplen 2 años desde aquel fatídico 15 de marzo de 2020 y todo este tiempo de pandemia ha sido muy duro para todo el sector turístico, que venía ya tocado tras la caída de Thomas Cook. Y justo ahora que hablar del coronavirus parece ser de algo del pasado, a las puertas de una más esperanzadora que nunca Semana Santa, con unas previsiones que aún a día de hoy hablan de superar las cifras turísticas de 2019…Justo ahora a Putin se le ocurre invadir Ucrania y plantarle cara a occidente y a todo país que no piense como él.
Ninguna guerra tiene sentido, sólo generan daño y dolor y ésta, que nos toca de muy cerca y por tanto muy seguida mediáticamente, está siendo muy dolorosa para todos. Además, ver cómo nadie hace nada realmente útil e inmediato para frenar esta escalada bélica resulta desolador y difícilmente comprensible. Entiendo que hay una fuerte tensión y la OTAN intenta no hacer un movimiento que pueda desembocar en la Tercera Guerra Mundial. Pero sí echo en falta un líder que realmente intermedie por la paz. Las veces que he escuchado a Biden lo único que ha hecho ha sido echar gasolina al fuego “vamos a ir a por los yates y las propiedades de los magnates rusos” o “Si Rusia toca la OTAN será la III Guerra Mundial” son más bien una provocación a Putin que unas declaraciones responsables. Macron, en cambio, está poniendo todo su empeño para mediar diplomáticamente pero sus esfuerzos están resultando insuficientes y no están a la altura de lo que se necesita. En este momento tan delicado, se echa en falta a un verdadero líder por la paz y los derechos humanos como lo fueron Nelson Mandela, Martin Luther King, Ghandi e incluso John Lenon o Bob Marley que desde la música intentaron aportar para frenar los conflictos de Vietnam y Jamaica respectivamente. Parece mentira que estando en el siglo XXI veamos aún guerras, sean en Ucrania, Afganistán, Siria, o en cualquier país del mundo, ninguna de ellas debería tener lugar. El ser humano ha avanzado mucho en términos de tecnología pero aún nos queda mucho por aprender y mejorar como especie.
Como consecuencia de todo ello toda la economía se está viendo seriamente alterada con la espiral inflacionista que está sufriendo la electricidad, el combustible y todos los bienes de consumo que dependen de la zona del conflicto como los cereales o el aceite de girasol, entre otros. Esto ya está afectando a una industria turística que, a pesar de contar con unas previsiones que (aún hoy) hacen pensar que se superarán las cifras de 2019, está muy atenta a las noticias que vienen de Ucrania. Si no hay un alto al fuego y no se reconduce la situación hacia la paz, será más que dudoso que este sea el año de la esperada recuperación. Y es que la subida del gasoil influirá directamente al transporte aéreo, marítimo y terrestre lo que hará que sea más caro los billetes de avión y los cruceros, así como irse de excursión, coger un transfer o alquilar un coche serán gastos que hasta ahora eran “menores”, serán mirados con lupa por cada turista. Igualmente a la hora de comer fuera del hotel o elegir el tipo de pensión serán cuestiones que pensar mejor. Y lo mejor es ni pensar cómo afectará a medio-largo plazo tener la electricidad a máximos históricos.
No olvidemos que el turismo se desarrolla en condiciones de confianza y seguridad, elementos que disminuyen en caso de guerra. Además, el llegar hasta el turismo de cifras récord que hemos vivido hasta 2019, ha sido un largo camino: primero por la revolución industrial del siglo XIX las jornadas laborales pasaron a ser de ocho horas y comenzaron los permisos retribuidos, y más recientemente, la globalización y estado de bienestar ha hecho que cualquiera pudiera permitirse viajar al menos una vez al año. Por tanto, confiemos que el peor de los casos sea aquel en el que irse de vacaciones se vuelva sólo un poco más caro, pero que no sea algo prohibitivo. La estabilidad social y económica es básica para la industria de los viajes.
A las empresas y profesionales del turismo nos toca seguir a lo nuestro: continuar con el chip del cambio que parece que seguirá por mucho tiempo, para, como dijo Darwin, poder adaptarnos y sobrevivir. Lucharemos y gestionaremos lo que venga con nuestras mejores armas: profesionalidad, planificación, así como con la mejor de las sonrisas, por algo somos el sector de la felicidad, y ahora también de la resiliencia. Pero que nadie dude que podremos con todo lo que venga, que lo superaremos y volveremos a brillar.