26/12/2024

Año Nuevo, Vida Nueva
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Comenzar un Año Nuevo, en mi caso, y supongo que en el de la mayoría de nosotros, nos conduce a una profunda reflexión sobre cuestiones para las que no hay lugar cuando comienza la carrera contra reloj, tras el breve resuello que nos proporciona el periodo Navideño. Por ello, en esta ocasión, y aprovechando este medio, me gustaría […]

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Comenzar un Año Nuevo, en mi caso, y supongo que en el de la mayoría de nosotros, nos conduce a una profunda reflexión sobre cuestiones para las que no hay lugar cuando comienza la carrera contra reloj, tras el breve resuello que nos proporciona el periodo Navideño. Por ello, en esta ocasión, y aprovechando este medio, me gustaría compartir algunas de ellas con uds.

Cada año que comienza, va usualmente acompañado de buenos propósitos que, según dicen las estadísticas, no cumplimos en un 80%. Por un lado, soy de la opinión que, esto de tener buenos propósitos, se cumplan o no, es estupendo, al fin y al cabo, detrás de ello hay ilusión y también motivación. ¿Qué a veces dura lo que dura el fogonazo de un flash? (Si alguien tiene curiosidad, decirles que sólo dura 1/10.000 seg, o sea, poco menos que nada). Puede ser. Pero qué chulo es tener esa sensación…

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Sin embargo, la mayoría de las ocasiones, considero que esas listas de buenos propósitos que nos elaboramos, sirven, más que nada, para recordarnos que los propósitos están muy bien, pero que no sirven de nada si no hay acciones detrás. Nadie dice que sea fácil, pero sin dolor no hay recompensa. La vida es así de cruel y no hace ningún tipo de excepción. Por tanto, un propósito que me he propuesto en este 2023 es hacerme pocos propósitos, pero que sean realistas y con la intención firme de no abandonarlos fácilmente. Para algo me los propongo, ¿no?.

Avanzando en mis reflexiones, y vinculado de alguna manera a lo anterior, a raíz de un lastimoso suceso del que he tenido conocimiento hace unos momentos, caigo una vez más en la cuenta, de que a, pesar de que a veces nos consideremos inmortales, por cómo vivimos nuestra vida, lo cierto es que nuestro tiempo en este mundo, es limitado. Partiendo de esa certeza resulta sencillo ver la vida de una forma diferente. Una forma que priorice lo realmente importante y deje pasar lo banal o de poca trascendencia.

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Esa es la visión del estoicismo, corriente filosófica de más de 2000 años, pero que realmente es popular en este tiempo a través de diferentes disciplinas. El filósofo y emperador romano, Marco Aurelio, aseguraba que si mantenemos esa idea en la mente tendremos una vida más armónica. Además, reflexionaba en sus escritos personales, que nos permitirá enfocarnos en lo que más queremos. Seguro que no les son ajenas algunas de las reflexiones más destacadas de Marco Aurelio:

• Tener muy presente la muerte para relativizar lo que nos pasa (algo a lo que también invita un curioso relato de Pablo Coelho, “Verónika decide morir”).

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• Admitir la constante transformación de todo (igual que el budismo).

• Reconocer la insignificancia de las cosas mundanas (como resalta el Eclesiastés), y a la vez estar atentos a la propia vida para no vivir como los ignorantes, insensibles a los detalles que parecen insignificantes.

• Aceptar lo que la vida nos depare y usarlo como medio para mejorar, buscar la verdad, y vivir con coherencia entre lo que se dice y lo que se piensa.

Si se fijan, estas reflexiones y muchas otras que nos dejó en su legado, nos ayudan a vivir de una manera más consecuente con nosotros mismos y con los demás.

Por ejemplo, una de ellas, tiene que ver la toma de decisiones que, en ocasiones, nos es tan difícil llevar a cabo. ¿Qué nos propone

Marco Aurelio para estas situaciones? Algo muy fácil y simple. Nos invita a que nos hagamos una pregunta: ¿Es esto realmente necesario? Una pregunta simple con una respuesta aún más sencilla.

Si la respuesta es sí, el camino está definido. Debemos ir a por esa meta o a por esa acción porque es realmente importante en nuestra vida.

Si la respuesta es no, ¿para qué hacerlo? En esa categoría se encierran, desde mi criterio, los enojos y peleas absurdas. Las rivalidades laborales y las respuestas a opiniones llenas de odio en las redes sociales.

¿Vale la pena esta discusión? ¿Podré cambiar de opinión o hacer que mi interlocutor lo haga? Si hago una reflexión profunda pero breve y la respuesta es no, podré evitar el conflicto y avanzar a lo que sí puedo cambiar, a lo que quiero disfrutar.

Dejó también escrito el emperador filósofo, que “Hemos nacido para colaborar, como los pies, como las manos”. Él era conocedor de la fuerza de la colaboración y también consciente de las dificultades. Por esto cada día se preparaba para encontrarse “con un entrometido, un ingrato, un prepotente, un falso” y, a pesar de ello, no alterarse, “ni tomarle odio”. Cultivaba la comprensión y el respeto hacia los demás, independientemente de su posición.

Aunque podría seguir relatándoles muchísimas otras enseñanzas de Marco Aurelio que no son sino auténticas enseñanzas para hacer frente a nuestro día a día con la mejor actitud en cualquier ámbito de nuestra vida, les diré que su estoicismo se puede resumir en el desprecio de las cosas materiales, en la aceptación de la vida tal cuál ocurre, con total calma, sin obcecarse ni enfadarse por lo que no podemos controlar y, centrarse en lo que sí depende de nosotros, eso sí, haciendo “la tarea que nos compete” correctamente.

“¿Te ha acontecido algo?. Está bien”. Esta aceptación no implica inacción. Es decir, que es compatible el intentar mejorar el mundo y, a la vez, aceptar que las cosas están como están. La aceptación, por ejemplo, en el ecologismo, evitaría la frustración pero, eso no implicaría dejar de preguntarnos, por ejemplo, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestro entorno?.

Es la diferencia entre quejarse por todo aquello que nos disgusta (nuestro jefe, nuestro vecino, el partido que nos gobierna…) creyendo que, con esta acción, ya la hemos hecho todo. Pues no. Si nadie se lo ha dicho, lo haré yo. Quejarse por quejarse, sin hacer lo que esté en nuestra mano por cambiar la situación, sólo sirve para mantenernos en estado continuo de malhumor con nosotros mismos y con quiénes nos rodean, amén de que hay una relación directa entre la queja y los niveles de estrés y aumento de cortisol que derivan en la somatización y el padecimiento de distintas patologías. Absolutamente constatado.

Si ya se han hecho su lista de propósitos a “no-cumplir” yo les propongo sólo uno y que luchen por cumplirlo, ya que, si lo hacen, muchas cosas cambiarán para bien en este año que acaba de comenzar.

Si algo no les gusta, no luchen contra ello. Acepten que las cosas vienen como vienen y dejen de sufrir. Pero, acto seguido, pregúntense…¿Qué puedo hacer con mis recursos y en mi posición, para mejorar algo de lo que me preocupa? Puedo quizás…¿cambiar mi actitud con esa persona con la que no me llevo bien desde hace mucho tiempo? ¿puedo empezar a reciclar en casa? ¿puedo ayudar a mi compañero/a de trabajo en algo? ¿puedo…?

Hay muchas cosas que “podemos” pero nos hemos convencido de que “no podemos”, cuando en realidad se trata de que “no queremos”. Puede que sea la fuerza de la costumbre, pero les recuerdo que Marco Aurelio nos dice que todo está en constante transformación, incluso nosotros mismos y, esto, es lo mejor que nos puede pasar. Darnos cuenta, aceptar y cambiar nosotros para que, de repente, todo comience a cambiar a nuestro alrededor.

Ahora que aún estamos calentando los motores para comenzar la carrera del año, esa en la que los días, las semanas y los meses transcurren sin apenas darnos cuenta, les invito a traer a sus mentes, de manera serena, que la vida es un instante, “apenas sólo dura un rato” como nos cantaron Fito & Fitipaldis, y por ello, más nos vale sacarle todo el jugo con nuestros seres queridos y cumpliendo nuestro propósito. Saquémosle provecho a la vidacompartiendo tiempo y mimando a la persona más importante: cada uno de nosotros pues, al fin y al cabo, somos la mejor aventura de nuestra vida.

¿Preparados/as? ¿Listos/as? ¡Ya!! ¡Feliz Año Nuevo!

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