21/11/2024

Crecimiento económico y educación
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Estamos en una época en la que por diversos factores y desde múltiples foros se invita a nuestra juventud a que no sigan planes de estudio formales, sostenido sobre todo bajo la creencia de que el retorno a tanto esfuerzo y sacrificio no es ni proporcional ni equitativo, y que total para qué: «si conozco uno con doctorado en química que hace hamburguesas en Burger King y mira a esos youtubers millonarios y sin estudios». Evidentemente los referentes han cambiado, los salarios y el prestigio social de algunas carreras profesionales no son lo que eran, y en la era del individualismo extremo la parte romántica y de ayuda a la comunidad de algunos trabajos han perdido tirón, pero no olvidemos que todo esto tiene consecuencias y algunas de ellas pueden ser negativas para el desarrollo económico presente y futuro.

La relación entre crecimiento económico y educación puede llevarnos a argumentar que una sociedad más educada genera una economía más sólida, pero para entender de manera clara la relación entre ambos factores debemos analizar cómo los diferentes tipos y niveles educativos impactan en el desarrollo económico de un territorio, ya que pueden haber resultados diferentes según sean los contextos geográficos y temporales en los que analicemos la estructura educativa del momento y la inversión que recibe.

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De ahí que como un mantra veamos que expertos en estos campos repiten una y otra vez que «la educación mejora el capital humano de un país y por ello también tendrá un mejor mercado laboral», ya que un país en el que su sociedad amplía su conocimiento, tiende a crecer más rápido en términos económicos y sociales, pero para que esto sea así debemos de tener claros qué materias y conocimientos son los que generan estos efectos positivos, ya que actualmente es la capacidad de innovación la que puede aportar unas mayores y mejores tasas de crecimiento económico por lo que el qué, cómo y cuándo se enseña es lo principal según los expertos, si queremos ser eficientes y que el retorno de tanta inversión y esfuerzos colectivos e individuales sean los esperados.

Sobre el «que» se enseña deberíamos de dejar asesorarnos por expertos en educación, pero ya para saber qué impacto tiene en la productividad de las empresas, deberían ser los propios empresarios y gestores los que expongan si los planes de estudios y lo que necesitan las empresas para producir mejor y más eficientemente se adecúa o no. El otro gran interrogante que sería el «cómo» enseñar, tiene que responderse por expertos y autoridades del área educativa, para evitar así que hagamos el ridículo hablando sobre temas de los que al menos el que escribe no tiene ni idea, pero lo que está claro es que los medios utilizados deben de asemejarse a la realidad que más tarde encontrarán los alumnos en su día a día. Y en lo que al «cuando» se refiere, está claro que al menos en estos tiempos plenamente digitalizados y rápidamente cambiantes, la variable temporal cobra especial relevancia ya que la obsolescencia del al menos el conocimiento técnico puede llegar de hoy para mañana.

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Por todo esto, podemos invertir mucho dinero en educación pero si el «que» se enseña, el «cómo» se enseña y el «cuando» se enseña no son los adecuados ni guardan relación con la estructura económica del país del que se trate, podría llevarnos a pérdidas ingentes de capital humano y de recursos financieros sin retorno alguno. Para evitarlo deberíamos de exigir que nuestros responsables políticos dejasen de ideologizar las sucesivas nuevas leyes educativas y llegar a consensos en esta materia, y que a su vez nuestros tejidos productivos fueran capaces de generar salarios y condiciones de vida estables y competitivas, de forma que la fuga de profesionales cualificados de nuestro país a otros no fuera una constante que generase pérdidas entre lo que invertimos en ellos en educación y el retorno que tiene en el PIB del país, puesto que en una Alemania o Dinamarca darán palmas de alegría al ver a nuestros ingenieros, médicos o cocineros generando valor en sus países habiéndoles costado a ellos cero euros en educación y haberse formado en España, con la pérdida que genera a nuestra sociedad.

Asimismo la pérdida progresiva de presencia de las humanidades en nuestros planes educativos, con la merma de pensamiento crítico y habilidades comunicativas que genera esta ausencia, nos podrá llevar a que nuestra economía carezca de la capacidad de innovación y la adaptabilidad que demandan los tiempos actuales, ya que está comprobado que por ejemplo la capacidad de persuasión que adquieren a la hora de negociar aquellos que se han educado participando en las ligas de debate de Harvard o Cambridge, o los que han combinado estudios técnicos o económicos con las capacidades analíticas y de pensamiento crítico que aporta la filosofía, son capaces de generar mayor valor y crecimiento a sus empresas, organizaciones y a sus países, por lo que invirtamos más en educación, pero también mejor, orientando estas decisiones según el «qué», el «cómo» y el «cuando».

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