27/04/2024

De la teoría a la práctica: vivir la filosofía empresarial cada día
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A lo largo de mis años de experiencia en el ámbito empresarial, he podido constatar que la concepción de la «filosofía empresarial» es frecuentemente subestimada, particularmente en el contexto de las pequeñas y medianas empresas. Demasiados/ as empresarios/as tienden a asignarle una importancia menor de la que verdaderamente posee, sin reconocer que debería constituir los cimientos fundamentales sobre los cuales se erige una empresa. Y es que, mi experiencia nuevamente, me enfrenta a una realidad en la que lo urgente, en demasiadas ocasiones, opaca a lo importante…no lo pensamos, sólo ocurre y el motivo suele estar ligado a la prisa con la que vivimos nuestras vidas en la ac- tualidad.

Puede que esta sea la razón por la que existen empresas que no consideran importante contar con una filosofía empresarial y de servicio bien definida y difundida a toda la empresa. Esta visión restringida impide a menudo que las organizaciones alcancen su máximo potencial y logren una diferenciación significativa en el mercado, sin detenerse a reflexionar que, contar con una filosofía bien definida, puede ser la base que necesitan para consolidar y mantener un excelente servicio a clientes cimentando, de paso, su crecimiento.

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Un estudio reciente estima que aproximadamente el 70% de las empresas no presta la debida atención a su misión, visión, propósito y valores empresariales (Forbes). Este estudio revela una desconexión preocupante entre estos elementos esenciales y la práctica diaria dentro del negocio. En muchos casos, la definición de la filosofía empresarial se reduce a un mero trámite o formalidad, completándose con frases genéricas y carentes de significado real, lo que denota una falta de internalización y personalización de estos conceptos.

Pero, ¿qué entendemos realmente por filosofía empresarial? Podemos conceptualizarla como el ADN de una compañía, ese conjunto intrínseco de valores, principios y creencias que orientan las decisiones y acciones dentro de la organización. Actúa como el marco referencial que fundamenta la estructura sobre la cual aspiramos a construir y desarrollar nuestro negocio. Aunque su presencia no sea tangible ni inmediatamente perceptible, su influencia es omnipresente, delineando el camino a seguir y envolviendo cada aspecto de la actividad empresarial.

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Es esencial reconocer que la filosofía empresarial no solo facilita una guía interna para la toma de decisiones, sino que también contribuye a forjar una cultura organizacional sólida, mejora la cohesión del equipo, y refuerza la identidad corporativa ante clientes, proveedores y la comunidad en general. La claridad en la misión, visión y valores permite comunicar de manera efectiva lo que la empresa representa, lo que busca alcanzar a largo plazo y los principios éticos que guían su operación.

Pero cuando la cultura empresarial no trasciende del papel para materializarse en comportamientos que no se arraigan profundamente entre todos/as los/as trabajadores/ as de una organización, emergen diversas situaciones que pueden impactar de manera significativa tanto el ambiente laboral como el rendimiento global de la empresa. En estos casos, es fundamental reconocer los desafíos presentes y buscar soluciones constructivas para superarlos.

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Una de las primeras señales de alerta es la desalineación de valores, donde los/as empleados/as pueden no compartir o entender plenamente los principios fundamentales que guían a la empresa. Esto puede llevar a decisiones y comportamientos que no se alinean con los objetivos estratégicos de la organización, creando un desajuste que es crucial abordar. Para remediar esto, es esencial promover una comunicación clara y constante de los valores empresariales, asegurando que todos en la organización comprendan y se identifiquen con ellos.

Otra consecuencia de una cultura empresarial débil es la baja motivación y compromiso por parte de los/as trabajadores/as. Esto se traduce en una disminución de la productividad y calidad del trabajo, afectando negativamente los resultados de la empresa. Enfrentar este desafío requiere de esfuerzos dirigidos a fortalecer el sentido de pertenencia y reconocer el aporte individual de cada empleado/a hacia el logro de los objetivos comunes.

La comunicación deficiente es otro obstáculo que surge cuando la cultura no es compartida adecuadamente. Para superar las barreras comunicacionales, es vital fomentar un ambiente de apertura y colaboración, donde todos se sientan libres de expresar sus ideas y preocupaciones o lo que es lo mismo, donde haya seguridad psicológica en los equipos.

La alta rotación de personal es un indicador de que los empleados/as no se sienten plenamente integrados/as por la cultura de la empresa, lo que conlleva buscar oportunidades en otros lugares. Atraer y retener talento es más efectivo cuando se construye una cultura inclusiva y positiva que resuene con las expectativas y valores de los trabajadores.

La resistencia al cambio y un clima la- boral negativo son también manifestaciones de una cultura empresarial no consolidada. Para abordar estos aspectos, es crucial implementar estrategias de gestión del cambio que involucren activamente a los/as empleados/as en el proceso, así como promover prácticas que mejoren el clima laboral, fomentando el respeto mutuo y el trabajo en equipo.

La atracción de talento y la imagen y reputación de la empresa ante clientes y público en general también se ven afectadas. Para mejorar estos aspectos, es importante que la empresa no solo comunique sus valores, sino que los viva de manera coherente en todas sus acciones y políticas.

Trascender la cultura empresarial del papel a comportamientos observables es un proceso que requiere intención, esfuerzo y estrategia por parte de la dirección y de todas las personas que integran la organización.

Puede que pensemos que no es fácil, y dependiendo de los casos, puede que sea hasta muy difícil, pero en cualquier caso no es imposible comenzar a dar pasos para crear y fortalecer nuestra cultura empresarial con el fin de poder disfrutar de todos los beneficios que esto conlleva. Algunas buenas prácticas son las siguientes: practicar el liderazgo con ejemplo, una comunicación clara y constante, implementar un sistema de reconocimiento y recompensas que promueva los comportamientos alineados con la cultura empresarial; compartir historias de éxito y ejemplos de empleados/as que encarnan los valores de la empresa puede ser muy poderoso; llevar a cabo procesos de selección y acogida de nuevos/as empleados/as que estén diseñados para atraer y retener a personas cuyos valores personales estén alineados con los de la empresa; integrar la evaluación de comportamientos alineados con la cultura empresarial en las revisiones de desempeño ayuda a mantener a los/as empleados/as responsables de sus acciones; contar con un entorno de trabajo que refleje y promueva la cultura empresarial; formación, formación y formación así como ser receptivos/as a la retroalimentación de los empleados/as sobre la cultura empresarial y estar dispuestos/as a hacer ajustes según sea necesario.

A través de las acciones anteriores es posible construir una cultura empresarial fuerte y cohesiva que impulse el éxito de la organización. Este esfuerzo no solo mejorará su posicionamiento y reputación en el mercado, sino que también fortalecerá el compromiso y satisfacción de los/as empleados/as, creando un entorno de trabajo más motivador y productivo. La filosofía empresarial debe ser vista no como una tarea administrativa más, sino como el eje central sobre el cual girará toda la estrategia y operaciones de la empresa, asegurando su éxito y sostenibilidad a largo plazo.

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