Si es una realidad que estamos inmersos en medio de un cambio climático que nos arrastra a nuevos paradigmas en todos los órdenes a los que este afecta, afrontemos pues los desafíos derivados presentes y futuros y sus consecuencias económicas en todo lo relativo a pérdida de recursos, los costes adaptativos a la nueva realidad climática así como las oportunidades que genera el hecho de afrontar esta emergencia en términos económicos.
Los costes económicos del cambio climático van desde cambios en la producción de alimentos por la mayor calidez o humedad de una zona o región, pérdidas de horas trabajadas en determinados sectores por hacer imposible las condiciones climáticas adversas el desarrollo de actividades como la construcción o la agricultura, con la consiguiente bajada de la productividad y del crecimiento económico general, migraciones masivas desde zonas áridas con altas de temperaturas a regiones más benignas, con las tensiones adaptativas de toda índole que estos fenómenos generan derivados de la sobrepoblación y la sobreexplotación de los recursos, hasta la pérdida de atractivos turísticos en determinados países debido al aumento de las temperaturas, sequías o crecidas del nivel del mar…etc.
Por ello, algunos sectores económicos son más vulnerables al cambio climático y de ahí que urge el desarrollar estrategias de adaptación que reduzcan y mitiguen estos impactos, a la par que mejoran el desarrollo de tecnologías medioambientalmente más limpias, ya que la agricultura, la ganadería, la pesca o el turismo son de las actividades productivas que más pueden verse perjudicadas por las consecuencias derivadas de los fenómenos climáticos adversos por venir, y a primera vista podemos observar que de algunas de estas actividades económicas depende nuestra supervivencia en algunos casos, y en otros depende gran parte de la estructura productiva de nuestro país y otros muchos.
De ahí que la relación entre las políticas climáticas y un crecimiento económico que mejore la vida de los ciudadanos, siendo a su vez sostenido y sostenible sea cada día más estrecha y sobre todo necesaria y que a su vez produzca resultados reales y tangibles, como ha generado en algunas zonas la descarbonización progresiva del transporte, la mejora de la eficiencia energética de edificios de todo tipo, determinadas ventajas fiscales a aquellas organizaciones y particulares que opten por energías verdes, la inversión en infraestructuras y energías más limpias….etc., y que de todo esto obtengamos como resultado el mitigar el impacto negativo de estas circunstancias meteorológicas cada vez más frecuentes.
Y ya que es algo inevitable aprovechemos las oportunidades económicas derivadas de la búsqueda de esas medidas de adaptación y mejora del cambio climático, por que al mismo tiempo que estas medidas son urgentes y necesarias para la supervivencia del planeta y por ende de nuestra supervivencia como especie, también son la mejor forma de encontrar nuevas tecnologías, la aparición de nuevas profesiones, nuevos nichos de negocio, todo ello vinculado a una economía más sostenible y que pueda contribuir a mantener determinados niveles de crecimiento y bienestar al menor coste medioambiental. De ahí que la inversión en todo lo que tenga que ver con tecnología que ayude a descarbonizar la actividad económica, contribuirá a la vez a que se mitiguen los efectos adversos producidos por el cambio climático, y también a que aparezcan nuevas fuentes de generación de riqueza, creación de empleos verdes y por todo ello bienestar socioeconómico.
Pero como el retraso y el escatimar esfuerzos sobre estas acciones, sólo aumenta los costes derivados del cambio climático, y dado que el impacto de todo ello puede tener una incidencia muy desigual entre territorios, segmentos de población, sectores productivos…..etc., hagamos que la transición a una economía más sostenible se consolide minimizando costes y aumentando el beneficio, pero esta vez aparte del económico también el medioambiental, ya que nos va la vida en que economía y ecología se entiendan de una vez.