Hablamos de tiempo y nos expresamos de una manera, muchas veces, banal, sin tener en cuenta que es el bien más preciado que tenemos en nuestras manos.
Hace unos días, reflexionaba sobre lo rápido que pasa “el tic tac del reloj”. No le damos la verdadera importancia y pensamos que es eterno.
Mi reflexión consistía en ver que hace unos años, muy pocos, te reunías con los padres de los amigos de tu hijo y el tema de conversación era precisamente de los niños, de sus logros, de como iban avanzando en su infancia y el poco espacio que disponíamos para dedicarnos a nosotros mismos.
Y en un abrir y cerrar de ojos, nos volvemos a reunir y nos damos cuenta que algo ha cambiado. Es ahora cuando nos sobra tiempo para nosotros, porque ya las tardes en los parques, las largas horas de estudio y las tareas laborales y familiares han disminuido.
¿Pero qué pasa, cuando el pájaro vuela del nido? ¿Realmente aprovechamos ese tiempo para crecer, crear, entender y cuidar de nosotros?
Me gustaría que la respuesta fuera sí, pero lamentablemente estamos en una sociedad en la que vivir con prisas es una prioridad.
Queremos marcarles más horas al reloj, y no atendemos que lo realmente importante es disfrutar el momento. Cada vez nos atiborramos de actividades como si fuera una comida exquisita, pero no pensamos que especie de carrera o cuántos kilómetros estamos haciendo sin llegar a ningún sitio. Y a veces, se nos olvida mirarnos a los ojos, disfrutar del sabor de un buen café, tener una bonita charla, sentir la brisa de la mañana, recibir un abrazo, o contemplar una hermosa puesta de sol.
La tecnología nos ha invadido, y aunque en ocasiones pensamos que tenemos controlado su uso, en mi humilde opinión, hemos permitido que ese mundo se apodere de nosotros.
En definitiva, hemos perdido la esencia de lo nuestro, sacrificando “EL TIEMPO”.
