No es la primera vez que conversamos, y de hecho, para comenzar, en entrevistas anteriores usted mencionó la idea de vender ilusiones más que embarcaciones. ¿Considera que los puertos canarios están preparados para acompañar la experiencia náutica que el cliente actual exige?
Es cierto que, como bien dices, nuestro negocio se basa en vender ilusiones, una labor a la que me he dedicado por más de 40 años.
Actualmente, el principal problema que enfrentamos en Gran Canaria es la escasez de amarres para embarcaciones de recreo. Es tamos dejando de vender muchas embarcaciones porque los puertos están saturados y sin perspectivas de mejora a corto, medio o incluso largo plazo.
Esto representa un hándicap muy significativo: no podemos entregar barcos porque simplemente no hay amarres disponibles para ellos.
Hablamos de un problema de infraestructuras, tanto privadas como estatales. La realidad es que los puertos no han evolucionado a la par con el desarrollo del mercado.
Efectivamente, es una pena. Al final, el cliente que tiene la ilusión de poseer una embarcación, especialmente en Canarias, donde podemos disfrutar del mar todo el año gracias al buen clima, se encuentra con la frustración de no poder adquirir un barco porque no tiene dónde amarrarlo.
Es como comprar un coche y que te digan que no hay dónde aparcarlo, lo que te impide la compra. La situación es exactamente la misma.
El año pasado conversamos sobre el fueraborda integral eléctrico. Un año después, ¿qué acogida ha tenido la tecnología eléctrica tanto en puertos como en clientes? ¿Siente que hay avances reales o persisten aún barreras significativas?
Existen aún muchas barreras para la adopción de la tecnología eléctrica en el ámbito náutico. En primer lugar, si bien el precio puede ser un factor discutible, el costo de estos motores es ligeramente superior al de los de combustión tradicionales.
Sin embargo, el principal obstáculo radica en la confianza del cliente. A pesar de que los motores de gasolina actuales son significativamente menos contaminantes, los consumidores siguen prefiriendo esta tecnología por su mayor autonomía. En el mar, a diferencia de la infraestructura terrestre para vehículos eléctricos, no existen puntos de recarga accesibles. No se puede «repostar» electricidad como se hace con un coche en un centro comercial. Esta ausencia de «electrolineras» marinas es un gran hándicap, ya que quedarse sin batería en alta mar presenta un problema logístico complejo.
Por lo tanto, la tecnología eléctrica en este sector se encuentra todavía en una fase muy incipiente, enfrentando complicaciones significativas. Es comprensible que los clientes muestren reticencia a con fiar en algo que no sea lo convencional, dada la imposibilidad de cargar un motor eléctrico en cualquier puerto deportivo. La autonomía de las baterías depende enteramente de los medios propios del propietario. En resumen, estamos muy en pañales en lo que respecta a esta tecnología.
Por otro lado, el turismo náutico ha ganado fuerza en los últimos años. Como mencionaba antes, ¿cree que los puertos deportivos de Gran Canaria están aprovechando todo su potencial como dinamizadores económicos?
Sí. El sector del turismo náutico, que incluye tanto las excursiones en barcos grandes como el alquiler de embarcaciones más pequeñas (con o sin titulación), ha experimentado un crecimiento notable. Casual mente, desde el fin de la pandemia hasta ahora, este auge ha sido muy, muy significativo.
Lo confirmo por la gran cantidad de demanda que tenemos de nuestros clientes profesionales que nos compran barcos para alquilar. Con lo cual, hemos comprobado que es un sector muy interesante.
Los puertos se han adaptado positivamente a esta tendencia, dentro de las posibilidades de sus infraestructuras actuales.
En cuanto a innovación, Motonáutica siempre ha estado a la vanguardia. Hoy, ¿qué papel juegan los puertos como plataforma de prueba o exhibición de nuevos productos náuticos?
Los puertos privados siempre están dispuestos a colaborar en la organización de eventos y exhibiciones, a diferencia de los puertos estatales o autonómicos, que suelen poner más trabas y no ofrecen ayudas. Por eso, cuando organizamos este tipo de eventos, nos centramos en los privados.
Nos interesa mutuamente que haya una colaboración activa. En los puertos privados de Gran Canaria, es una maravilla trabajar en esto. Siempre contamos con su apoyo sin problema, y ellos con el nuestro.
Como actor privado con una trayectoria consolidada, ¿qué mejoras urgentes consideran necesarias en la gestión portuaria para favorecer la actividad empresarial del sector?
La mejora más urgente y funda mental es, sencillamente, la ampliación de la capacidad de amarre en los puertos existentes. No se trata de construir puertos nuevos, lo cual es complejo, sino de optimizar la gestión de los espacios actuales para que cada puerto pueda ofrecer más amarres. Esta ampliación es vital para la supervivencia de nuestro negocio, especialmente para la venta de embarcaciones de cinco metros de eslora en adelante.
Esta demanda es, sin duda, compartida por todos los agentes y empresas del sector. No solo nos enfrentamos a dificultades para vender barcos, o a que el cliente no pueda comprarlos por falta de espacio, sino que los profesionales dedicados al alquiler de embarcaciones tampoco encuentran amarres disponibles. Al final, es un círculo vicioso donde todos los eslabones de la cadena se ven afectados y se necesitan mutuamente.
¿Qué condiciones debe rían darse para poder solicitar o para poder poner en marcha algún proyecto de cara a ampliar esos espacios?
Es fundamental que exista un compromiso político sólido, tanto en lo referente a la disponibilidad de amarres como al uso de rampas. Las rampas son cruciales, ya que permiten la botadura de embarcaciones de ciertas esloras median te remolques. Sin embargo, en Gran Canaria, la mayoría de estas rampas están clausuradas debido a decisiones de diversas entidades, ya sean estatales, del Gobierno de Canarias, de Puertos del Estado o del Cabildo. Esta situación es in sostenible: si los puertos cierran las rampas y no tenemos amarres, nuestra actividad se paraliza, impidiéndonos avanzar al no disponer de infraestructura para nuestras embarcaciones.
La colaboración público-privada es, sin duda, primordial en este asunto. Es indispensable que los organismos públicos se involucren activamente y comprendan la relevancia de la industria náutica en Canarias. Este sector es fundamental para la economía regional, generan do aproximadamente 2.000 pues tos de trabajo directos e indirectos. Estamos hablando de un impacto significativo en numerosas familias.
¿Cómo valora el papel del Puerto de Las Palmas como polo logístico y comercial para el mercado náutico del África Occidental y del Atlántico Medio?
El Puerto de Las Palmas de Gran Canaria es, sin duda, el principal puerto de las Islas Canarias. Cuenta con el mayor número de amarres, las mejores infraestructuras y una ubicación geográfica estratégica, lo que lo convierte en un punto clave.
Esto se observa a diario con la presencia de embarcaciones profesionales de turismo, transporte de pasajeros y vehículos, y de mercancías. Además, en los últimos años, ha sido un centro importante para las plataformas petrolíferas que llegan para reparaciones y revisiones.
El Puerto de Las Palmas de Gran Canaria es, por tanto, estratégico en la zona atlántica, tanto para África como para América.
Para concluir, me gustaría preguntarle: ¿Qué le ilusiona a nivel personal y profesional de lo que está por venir en el ámbito portuario? ¿Dónde ve a Motonáutica y a los puertos canarios de aquí a unos años?
Una cosa es la ilusión que tengo, y otra muy distinta es la realidad que percibo. Llevo más de 40 años en este sector, así que, como se dice, ya «peino canas». Mi ilusión sería ver la construcción de nuevos puertos y la ampliación de los existentes, especialmente en Gran Canaria, que es donde enfrentamos el problema más apremiante.
Esto es vital para poder seguir trabajando y creciendo. No es lo mismo renovar la flota, recogiendo barcos usados para vender nuevos, que tener la opción de vender embarcaciones nuevas sin la necesidad de recoger otras, simplemente porque no hay amarres. Por lo tanto, mi ilusión es que haya más plazas disponibles. Sin embargo, la realidad me hace ser un tanto pesimista en este sentido.
Aunque soy una persona muy optimista y siempre intento ver la botella medio llena, la verdad es que no hay proyectos a corto ni a medio plazo para la ampliación de puertos. Así que, por ahora, lo deja remos en un 50% optimismo y 50% pesimismo.
Esperemos que las demandas del sector sean escuchadas y que se tomen las medidas necesarias.