¿Cómo ha evolucionado la producción y la oferta de vinos en su bodega desde sus inicios hasta la actualidad?
La verdad es que los vinos han cambiado muchísimo. Cuando empezamos, allá por el año 47, lo que hacíamos era vino a granel. Solo teníamos una referencia: un vino blanco. Se producían entre 5 y 10 mil litros y la gente venía con su garrafón de cristal a llenarlo. Ese era el vino de toda la vida, el típico nuestro.
Con el paso de los años, gracias a la reconversión de viñedos y a que la bodega se unió a la Denominación de Origen Abona, sobre el año 2000 empezamos a embotellar. Y ahí vino la gran transformación: pasamos de tener una única referencia en los inicios a contar hoy en día con unas 16. Ya no solo hacemos blancos, sino también tintos, rosados, vinos secos, semisecos, semidulces —que aquí solemos llamar afrutados—. Además, elaboramos vinos naturalmente dulces, vinos jóvenes, vinos en barrica e incluso uno que se sumerge a 18 metros bajo el mar.
En cuanto al estilo, son vinos muy aromáticos, frescos y con un buen equilibrio en boca.
¿Cuál es la estrategia de Bodegas Reverón frente a un mercado cada vez más competitivo? Y, en ese sentido, ¿qué aspectos destacarías tanto dentro de la Denominación de Origen Abona como en el mercado del vino en general?
Yo creo que lo que nos hace diferentes es el abanico tan amplio que tenemos, como comentaba antes. ¿La razón? Pues porque no a todos nos gusta lo mismo, y la idea es intentar llegar al gusto de cada persona.
Por eso elaboramos 5 o 6 vinos blancos, otros 5 o 6 tintos y dos tipos de rosados. Y al final, creo que la clave está en hacer las cosas con ilusión y, sobre todo, con mucha pasión.
¿Qué características tienen el clima y el suelo a esa altitud, y de qué manera se reflejan en la calidad y en el perfil aromático de los vinos que mencionabas antes?
Esto se debe sobre todo al clima que tenemos. La mayor parte del año es cálido, pero luego en invierno hace bastante frío. Eso es perfecto para la viña, porque en invierno descansa y a partir de la primavera empieza a desarrollarse con mucha fuerza.
En cuanto al suelo, lo que aporta principalmente es mineralidad, ayudando a que se expresen mejor los aromas de cada variedad. Además, nos da una buena acidez y un pH equilibrado, que al final se traduce en vinos con más frescura y durabilidad.
Ustedes trabajan con variedades adaptadas como el Listán Blanco y el Listán Negro, pero también con otras como el Tempranillo. ¿Cómo combinan esas uvas y qué aportan cada una al resultado final?
En cuanto a variedades foráneas, trabajamos sobre todo con Tempranillo y Shiraz. Luego, claro, tenemos nuestras uvas autóctonas, que ya son bien conocidas: el Listán Blanco y el Listán Negro.
Si hablamos de blancos, además del Listán Blanco, contamos con Malvasía Aromática, Albillo Criollo, Moscatel… Este año incluso tenemos algo de Verdello y también Forastera Gomera.
Y en tintos, aparte del Listán Negro y de las foráneas como la Tempranillo y la Shiraz, trabajamos con variedades autóctonas como la Baboso y la Castellana.
¿Por qué eligieron esas variedades para los viñedos en altura y qué características específicas aportan cada una a sus vinos?
En el caso de las variedades foráneas, las elegimos porque después de la reconversión de viñedos se adaptaron muy rápido. Y en cuanto a las autóctonas, la idea es preservar nuestro patrimonio vitícola, que es único en el mundo y que, además, se adapta de maravilla a nuestro suelo volcánico.
Teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas y la práctica del cultivo ecológico, ¿cuáles dirías que son los principales desafíos que enfrentan en el campo a lo largo del año? ¿Y cómo suelen manejar plagas, enfermedades y las variaciones del clima?
La verdad es que en esta zona, el mayor reto que hemos tenido en los últimos años son las sequías extremas y las altas temperaturas. Eso está haciendo que los viñedos se sequen mucho más rápido de lo normal.
Para poder hacerles frente, lo que hicimos fue implementar sistemas de riego en casi todos nuestros viñedos, así conseguimos mantener y conservar nuestras variedades.
Y en cuanto a la protección de la viña, lo que usamos principalmente es azufre en polvo. Es un producto que no daña ni la planta ni la uva, y al mismo tiempo nos ayuda a cuidar el entorno, usándolo sobre todo como preventivo.
¿Han notado que la producción del cultivo ha disminuido en comparación con otros años debido a estas condiciones?
Lo que sí hemos notado es una bajada muy fuerte en la cantidad de producto. La verdad es que ha escaseado bastante, y todo se debe a lo que te comentaba antes.
Al final, el mayor desafío que tenemos aquí son las sequías y las temperaturas extremas, algo que venimos arrastrando desde hace ya 6 o 7 años. Falta de agua, falta de lluvia y, además, muchísimo calor.
Además de la producción de vino, ¿están pensando también en posicionarse como un destino enoturístico? Es decir, ¿cómo se complementa la elaboración del vino con la experiencia que ofrecen a los visitantes? ¿Qué papel tienen ahí las visitas, los paseos entre viñedos o la tienda en el proyecto de Bodegas Reverón?
Yo creo que es importante, porque Bodegas Reverón cuenta con unas instalaciones que hemos ido mejorando poco a poco, aunque todavía quedan proyectos en marcha para diversificar más la bodega.
La idea no es solo que la gente venga a comprar vino, sino que también pueda relajarse, disfrutar y vivir la experiencia aquí. Tenemos terrazas con vistas increíbles, catas con picoteo y unas 6 o 7 actividades distintas de enoturismo. Entre ellas, además de las visitas guiadas con degustación, a mí me gusta destacar la de maridaje de vino con sushi, que funciona muy bien.
¿Cómo ven el futuro de la viticultura en Vilaflor, y en general en Tenerife, teniendo en cuenta los cambios de temperatura y las condiciones climáticas actuales?
Yo te puedo hablar mejor de nuestra zona. Ahora mismo hay un tema preocupante, que es el brote de filoxera en el norte. Es algo bastante serio, porque si llegara a expandirse podría poner en riesgo la viticultura en Tenerife e incluso en toda Canarias. Ojalá se pueda controlar.
Más allá de eso, el futuro se está complicando también por el cambio climático: cada vez tenemos menos agua, prácticamente no llueve, y el campo depende de eso. Y, además, hay otro problema: el relevo generacional. Cada vez hay menos gente que quiere seguir trabajando en el campo, y eso también es un desafío grande.
¿Hacia dónde se dirige Bodega Reverón en los próximos años?
De cara al futuro siempre pensamos en crecer. Nos gusta que nuestro producto esté sobre todo aquí, en Canarias, porque al final es algo muy nuestro, de la tierra. Pero también nos gustaría ir un paso más allá y abrir mercado, quizá en la península o incluso cruzar el charco, ¿por qué no?