Con la construcción de la nueva bodega en 1996 y la incorporación de un equipo técnico profesional se produjo un salto importante en calidad y producción. ¿Qué significó este cambio para la identidad, la proyección y el sentido de pertenencia en el Valle de Güímar?
La verdad es que fue un cambio bastante radical. Hasta ese momento, en la comarca, en la denominación de origen Valle de Güímar, lo que se hacía eran vinos de mesa, vinos a granel. Y claro, con la construcción de la bodega comarcal todo dio un giro, porque empezamos a elaborar vinos embotellados con denominación de origen, vinos de calidad.
Entonces el salto fue enorme, sobre todo en términos de calidad, porque hasta entonces en el Valle —en Arafo, Güímar y Candelaria— lo único que se comercializaba era vino a granel. A partir de ahí ya nos lanzamos con los vinos embotellados de calidad.
¿Qué diferencia a la bodega comarcal del Valle de Güimar de otras bodegas de Canarias o incluso de la península?
La singularidad que tenemos en el Valle de Güímar está sobre todo en el suelo y en el clima. Ya sabes, hablamos de los tres municipios: Arafo, Güímar y Candelaria. El clima aquí se adapta muy bien a la viña, y eso hace que nuestros vinos tengan un carácter propio, diferente al del resto de la isla. Por ejemplo, en el norte, con otro tipo de clima y de suelo, los vinos son distintos, igual que en el sur. Y nosotros nos diferenciamos precisamente por eso: por las condiciones únicas del Valle, que hacen que los vinos tengan su propia personalidad.
Queremos preguntarte por uno de los vinos más emblemáticos, el Brumas de Ayosa, un afrutado que se ha consolidado como referente en Canarias. ¿Qué nos puedes contar sobre él?
Nosotros fuimos los pioneros. Esta bodega fue la primera en sacar vinos afrutados. De hecho, el famoso botella azul salió de aquí; fuimos los que lanzamos la primera botella azul para un vino afrutado. Y a partir de ahí aquello fue un boom, se empezó a comercializar muchísimo esta referencia de brumas afrutado. Luego ya el resto de bodegas fueron siguiendo un poco nuestra iniciativa, incluso copiando el color de la botella para diferenciar los vinos afrutados del resto.
¿Y cómo ha evolucionado ese emblemático de Canarias que comenzó usted?
Pues la verdad es que, a día de hoy, sigue siendo la referencia más vendida de nuestra bodega y también de muchas otras en Canarias.
El blanco afrutado entró en el mercado con muchísima fuerza, hizo un ruido impresionante. Logró algo muy especial: acercó el vino a un público joven que hasta entonces no lo consumía, y también a muchas mujeres que se sumaron a disfrutarlo. Fue un auténtico boom, porque este vino suave y diferente abrió la puerta a nuevas generaciones de consumidores, que eligieron el vino afrutado en lugar de otras bebidas. Y gracias a eso, todavía hoy es nuestro vino estrella.
Resulta muy interesante que el Valle de Güímar tenga una altitud tan variable, desde los 200 hasta los 1500 metros. ¿Qué influencia tiene eso en el viñedo y en los vinos?
Sí, nosotros trabajamos con viticultores que recogen uvas a 500 o 600 metros, muy cerca de la orilla del mar, y también con fincas que están mucho más arriba, a 1200 o 1300 metros, en zonas como las Dehesas, los Pelados o Chivisaya.
Es un contraste enorme de altitudes dentro del mismo valle. Y claro, esa diferencia se nota en el destino de las uvas: las de la parte baja, del pueblo hacia abajo, suelen ir para elaborar vinos como el cava o el frizzante. En cambio, las de la parte alta se utilizan para los blancos y los afrutados.
¿La uva desarrolla características diferentes según la zona?
Sí, claro. Los parámetros de la uva cambian mucho según la zona. La uva de zonas altas suele tener más graduación y características distintas que la de la parte baja. Por su parte, la uva de la zona baja tiene menos grados y un pH más bajo.
Por eso se usa para vinos que requieren menos alcohol, como nuestro cava o el frizzante, donde buscamos que estén sobre 9,5 o 10 grados. La uva negra, sobre todo el listán, que va para esos vinos, siempre la cogemos de la parte baja. Y el resto, la de zonas altas, la destinamos a vinos como el blanco seco o los afrutados.
¿Qué ventas logísticas y paisajísticas ofrece esta localización para la producción y experiencia del enoturismo?
Aquí hacemos visitas guiadas. De hecho, trabajamos con algunos tour operadores, sobre todo en los meses de invierno, de diciembre a marzo, cuando suelen venir noruegos y daneses. Los visitantes hacen un recorrido por la bodega, con degustación, picoteo y cata de vinos.
En el camino hasta la bodega se pueden ver viñedos por distintas zonas. La bodega está en Arafo, en la carretera de subida a Los Loros, que es la que lleva al Teide por esta zona. Mucha gente hace la visita y luego continúa hacia el Teide, o al revés: vienen desde el Teide, bajan por aquí y aprovechan para probar nuestros vinos.
Ha sido algo que ha ido creciendo en los últimos años y se ha convertido en una herramienta más para la economía de la zona.
¿Piensan que a través de estas visitas la gente puede conocer mejor la bodega y su historia?
Sí, claro. Durante el recorrido por la bodega, nuestro técnico, que es quien guía las visitas, suele explicar toda la historia de la bodega, la historia de los vinos canarios y las particularidades de nuestros vinos. Habla de cómo los elaboramos y, sobre todo, de qué los diferencia de otros vinos, tanto de la península como del resto del mundo.
¿Recuerda algún momento que le haya llenado de orgullo o emoción en la historia de las bodegas del Valle de Güímar? Y, pensando en el futuro, ¿qué planes tienen para que la bodega siga creciendo, innovando, apostando por la sostenibilidad y manteniéndose como un referente en Canarias?
Esta bodega ha tenido muchos momentos especiales a lo largo de los años, pero en los últimos cinco o seis años ha sido, sin duda, la más premiada de Canarias. Hemos tenido gran éxito en concursos nacionales, regionales e internacionales, y en cuatro años hemos conseguido el premio al Mejor Vino de toda Canarias. Este año, por ejemplo, en 2025, lo hemos logrado con nuestro tinto Brumas de Ayosa, algo realmente especial. Tradicionalmente se decía que el sur era zona de vinos blancos y el norte de tintos, pero en los últimos años hemos mejorado mucho la calidad de nuestros tintos, y que ahora uno de ellos sea reconocido como el mejor de Canarias es un orgullo enorme.
“El tinto Brumas
de Ayosa ha sido
premiado como
Mejor Vino de
Canarias en 2025”
Para los socios de la bodega, para los viticultores del Valle de Güímar y para toda la denominación de origen, esto supone una satisfacción enorme. Que se reconozca el trabajo y la dedicación que hay detrás de cada uva y de cada vino, tanto a nivel local como internacional, es muy gratificante. De hecho, el año pasado también fuimos elegidos Mejor Vino de Canarias con un malvasía, y este año con un tinto. Cuatro reconocimientos en cinco años dicen mucho del empeño de los viticultores de la zona y de la calidad que logran transmitir a nuestros vinos.

