Resulta admirable el esfuerzo que la sociedad en su conjunto lleva haciendo estos últimos años para digitalizarse por vía de urgencia. Hoy es casi imposible imaginar nuestras vidas sin todo lo que la tecnología nos aporta. La digitalización se ha colado en nuestro día a día y muchas cosas que antes hacíamos en formato “analógico” han sucumbido al mundo de los 1 y los 0.
Te invito a que hagas una lista rápida de cosas que hoy haces de manera digital y que has incorporado a tus hábitos diarios casi sin darte cuenta. Aquí van algunas ideas a modo de ejemplo: utilizar Bizum para pagar a tus amigos, ver tus series favoritas en las plataformas digitales, reservar tu cita médica, gestionar los trámites con tu banco, hacer un pedido de comida a domicilio, comprar online en tu tienda favorita, escuchar música allí donde te encuentres, leer un libro, teletrabajar…
Debajo de todos estos servicios existe una industria que da soporte a todas y cada una de las operaciones que hacen posible que tu mundo sea cada vez más digital. Pero lo bueno de todo esto, es que este proceso de digitalización al que asistimos en primera línea no ha hecho nada más que empezar.
Estoy seguro que todos compartimos cierta sensación de desasosiego que a veces nos embarga y nos lleva a pensar que todos estos cambios se están produciendo de una manera muy rápida y, en muchas ocasiones, hasta de forma atropellada y nos están obligando a aplicarnos firmemente para no quedarnos atrás y evitar perder el tren de la vida.
Y así como seguimos corriendo y corriendo con la esperanza de alcanzar pronto la meta, queriendo pensar que solo nos queda un último esfuerzo para lograr el objetivo que no es otro que estar plenamente digitalizados.
Pero la realidad es bien diferente. La digitalización es un proceso que nunca termina. No debe ser entendida como un objetivo en sí mismo; y como proceso que es, lo que toca es transitarlo y asumir que recorrer el camino es la meta.
Podríamos decir que ahora estamos acabando el primer tramo del camino y que, con mayor o menor éxito, nuestra sociedad ha alcanzado un grado inicial de madurez que debería ser suficiente para pensar en abordar nuevos retos y subir de nivel.
De ser así cabe preguntarse qué necesitamos para seguir recorriendo el camino y continuar exprimiendo todo lo que la tecnología nos ofrece. Si evaluamos nuestro punto de partida veremos que las piezas están perfectamente colocadas y la posición para continuar avanzando es muy favorable.
Hoy, por fin entendemos la tecnología como esa palanca que nos ayuda a aumentar la productividad de nuestros negocios. La experiencia nos dice que las empresas que han abordado con éxito su proceso de digitalización han visto cómo su cuenta de resultados ha crecido entre un 10% y un 15%.
Por otro lado, no dejan de sucederse avances en el sector tecnológico y las novedades se nos agolpan en la retina. Si hace apenas unos pocos meses hablábamos del metaverso y de cómo las nuevas realidades iban a cambiar el mundo, ahora es la inteligencia artificial quien ocupa todos los titulares. Seguro que en breve surgirá algo totalmente disruptivo que desbancará a la IA y nos llevará a poner el foco en una tecnología nueva que nos tendrá un tiempo obnubilados en un ciclo que amenaza con repetirse una y otra vez.
En este escenario tan favorable es normal que las empresas sigan apostando de lleno por la tecnología e intensifiquen su proceso de digitalización con la certeza de quien sabe que va a caballo ganador.
Contado así parece que nos movemos en un mundo idílico, exento de riesgos y que lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar y saborear las mieles del éxito. Pero
lo cierto es que existe una gran amenaza que está poniendo en jaque el proceso de digitalización de la sociedad: no hay suficientes profesionales para ejecutar los proyectos.
Solo en Canarias se estima que faltan 7.200 vacantes de tecnología por cubrir y en España la cifra sube hasta alcanzar las 120.000. Este déficit se traduce en que los proyectos vinculados a la digitalización se retrasan en exceso o simplemente no se pueden abordar.
Necesitamos con urgencia más desarrolladores, arquitectos cloud, especialistas de ciberseguridad, creadores de contenidos para el metaverso, científicos de datos… y así una larga lista de nuevos perfiles que están llamados a ser los que aceleren el proceso de digitalización de nuestras empresas.
El problema no tiene fácil solución y cualquier medida que se tome no tendrá efectos a corto plazo. Nuestro sistema educativo no ha sido, ni es capaz, de atender la demanda de tecnólogos que requiere el crecimiento del mercado en un sector que roza el pleno empleo.
Aunque puede que el reciclaje de perfiles profesionales sea la vía más rápida para minimizar el problema, la curva de aprendizaje en algunos casos se hace demasiado larga; pensemos, por ejemplo, en un técnico de sistemas que aspira a ser arquitecto cloud. Una evolución lógica de uno de los perfiles demandados y que solo los que se han en- frentado a ella saben el tiempo y el esfuerzo que lleva adaptarse a los nuevos entornos de las nubes públicas.
La digitalización está en peligro. Puede que todavía no estemos notando las consecuencias de esta escasez de profesionales con la suficiente intensidad como para percibir la amenaza que supone para el proceso de transformación en el que estamos inmersos, pero no tardaremos mucho tiempo en recibir el impacto.
Por otro lado, este exceso de demanda está originando una burbuja salarial en el sector tecnológico que no premia el talento, como sería deseable, sino la escasez; con el consiguiente deterioro de la calidad del servicio.
Este fenómeno que hoy identificamos asociado a la digitalización no es nuevo y se repite cada cierto tiempo en otros sectores como, por ejemplo, el turismo o la construcción. Hoy nos llama la atención y nos preocupa porque es la primera vez que de manera cierta, vemos como la palanca que debe impulsar el cambio de modelo económico está en jaque y no sabemos muy bien en dónde puede acabar todo esto.
Por lo pronto no nos queda otra que seguir avanzando por un camino sinuoso, con más dudas que certezas y con la esperanza de ir resolviendo cada obstáculo que se presente de la mejor manera posible; pero siempre mirando hacia adelante con la vista puesta en un futuro que, sin lugar a dudas, es digital.