Vivimos una época de cambios que, sin lugar a dudas, están vinculados al proceso de digitalización de nuestra sociedad, un proceso de cambio en el que todos somos protagonistas. El comienzo del nuevo siglo marcó lo que hoy ya empezamos a conocer como Era Digital y que tuvo su punto de inflexión con la llegada de internet.
Lejos quedan aquellos primeros ordena- dores que ocupaban salas enteras y que funcionaban con tarjetas perforadas. En apenas cincuenta años el mundo tecnológico ha evolucionado a tal velocidad que casi no nos da tiempo de asimilar toda la información y el conocimiento que necesitamos manejar para movernos con solvencia en este escenario de unos y ceros que es nuevo para todos.
Muchas veces sentimos que surfeamos en la cresta de la ola, como si todo lo que usamos estuviera cogido con alfileres conviviendo con un grado de incertidumbre tan alto que hace que el entorno en el que desarrollamos nuestros negocios sea tremendamente frágil e inestable. Pero lo cierto es que poco podemos hacer para cambiar el modelo porque las reglas nos vienen dadas y a nosotros solo nos queda jugar la partida.
Los primeros pasos de esta Era Digital fueron lentos y hasta podríamos decir que un tanto toscos y vetustos. Adentrarse en aquel mundo informático primigenio obligaba, a quien voluntariamente quería hacerlo, a estudiar y a adquirir una serie de conocimientos que, por qué no decirlo, no estaban al alcance de todos. A finales de los ochenta y principios de los noventa veíamos como algo muy natural ir a la academia de turno para estudiar informática, que en la práctica se traducía en hacer cursos de: MS-DOS, Windows 3.11, Word… A todo esto había que añadirle algo de mecanografía para intentar dominar un teclado heredado de las máquinas de escribir que se nos seguía resistiendo.
Aprender a utilizar aquella tecnología incipiente no era sencillo y requería de cierta formación para dominar lo que todos entendíamos que era el futuro. Nos movíamos con una tecnología que no era nada intuitiva y que tenía una curva de aprendizaje larga e insalvable si no se ponía un poco de interés y se le dedicaba el tiempo necesario para adquirir los conocimientos mínimos para, ya de manera un poco más autodidacta, poder seguir avanzando en un camino al que cada día se sumaban más personas.
Para muchos aquellos fueron sus primeros y últimos cursos de informática que recibieron en un aula porque a partir de ahí volaron solos. Con el tiempo la tecnología se fue haciendo mucho más amigable y las mejoras en los entornos gráficos y las interfaces de usuario hicieron la curva de aprendizaje mucho más corta. Esto unido al desarrollo de la intuición digital de los usuarios, hicieron pensar que eso de ir a las aulas para aprender informática era cosa del pasado.
Y así fue como nos lanzamos a un proceso de autoaprendizaje basado, en la mayoría de las veces, en la experiencia que se acumulaba a base de echarle horas delante de la pantalla del ordenador: el nuevo dispositivo de uso personal con el que estábamos obligados a entendernos.
Este modelo de autoaprendizaje era válido si lo que se quería era escapar y resolver la papeleta. Conocer las cuatro cosas básicas de cualquier aplicación no es nada complejo y en la mayoría de los casos hasta puede que sea suficiente, pero tal y como se está complicando el mundo digital, cada día el autoaprendizaje y el descubrimiento experiencial se muestra más ineficaz.
La intuición se nos termina y el autoaprendizaje no permite superar la barrera de entrada a un mundo que cada vez va más rápido, Ya casi no le dedicamos tiempo a la formación y todavía aspiramos a seguir viviendo de las rentas de unos cursos de informática que están en el olvido. ¿Qué sabes del Blockchain? ¿Y del Metaverso? ¿Has usado alguna vez una herramienta de Business Intelligence? ¿Ya has incorporado algo de IA a tu empresa?
Es probable que muchas personas respondan de manera negativa a todas las preguntas y que sus conocimientos sobre estas nuevas tecnologías se reduzcan a un titular de un periódico o a alguna noticia que vieron en el informativo del fin de semana.
Esta situación deja a la luz un problema que cada vez es mayor y que acabará por frenar el proceso de digitalización de nuestra economía: no hay suficientes personas formadas como para cubrir los perfiles profesionales que demanda el nuevo escenario digital.
En Canarias se precisan cubrir 7.200 vacantes vinculadas a perfiles tecnológicos, un problema que a corto plazo resulta imposible de resolver. Nuestro sistema educativo no da abasto y tardará años en adaptarse a unos cambios que siempre terminan por cogerlo con el pie cambiado. Además a esto hay que sumarle que el reciclaje de los profesionales en activo es casi nulo, por múltiples razones seguramente muy justificadas, pero nulo.
Y es aquí donde vemos claramente que la formación es una pieza clave si no queremos que se pare el proceso de digitalización. Formación para los que empiezan y aspiran a ser profesionales de ciberseguridad, arquitectos cloud, científicos de datos… Pero también formación para los que necesitan reciclarse y afrontar la segunda parte de su vida profesional con garantías.
“Los fabricantes tecnológicos deben entender que no todo es negocio y que es preciso sembrar el futuro si no queremos que se pare la rueda de la digitalización”
No soy especialista en formación ni creo que el problema tenga una solución sencilla, pero sí pienso que salir de esta situación es responsabilidad de todos y que nadie puede escurrir el bulto y no darse por aludido. La comunidad educativa tiene mucho que decir al respecto y seguramente nos dé las primeras claves para empezar a caminar, pero también las empresas que al final son las que incorporan a los profesionales al mercado laboral.
Pero esta alianza público – privada no tiene sentido si los fabricantes tecnológicos no bajan a la arena y entienden la importancia de llevar estas herramientas profesionales a los entornos de enseñanza y acercar a los centros educativos la misma tecnología que luego, el alumnado usará en las empresas.
Una de las claves de la solución pasa porque los fabricantes tecnológicos entiendan que no todo es negocio y que es preciso sembrar el futuro si no queremos que se pare la rueda de la digitalización y todos acabemos perdiendo la partida.
Hoy la distancia que existe entre las grandes tecnológicas y los centros educativos parece insalvable, pero tenemos que hacer lo imposible por acercar el mundo de la formación y el del negocio porque solo así podremos garantizar el futuro. Ha llegado la hora de ponernos en marcha porque el tiempo juega en contra.