27/07/2024

La nueva política que deberíamos anotar, y los incendios que no dejan de arrasar 
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En este verano de fuertes olas de calor, incendios en gran parte del territorio del país, no ha impedido en hacer reflexiones en algo de lo que me sigo y me sentiré sintiendo, como una romántica de la política. Llevo años preguntándome cómo es posible que pasen los años, y en vez de evolucionar en […]

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En este verano de fuertes olas de calor, incendios en gran parte del territorio del país, no ha impedido en hacer reflexiones en algo de lo que me sigo y me sentiré sintiendo, como una romántica de la política.

Llevo años preguntándome cómo es posible que pasen los años, y en vez de evolucionar en todos los aspectos, nos dediquemos a involucionar. 

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No encontraba respuestas a esas preguntas, pero ahora, creo que sí puedo tenerlas, siempre desde mi forma de sentirla, con lo cual dependerá de cómo lo vean o sientan los lectores. 

La política, esa que llevamos al Congreso de los Diputados, Senado, Cabildos, Ayuntamientos… es la fotografía perfecta para entenderlo. O así debería de ser. 

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Esa fotografía es la sociedad. Una sociedad en la que el respeto, la libertad de expresión, el ver a otros partidos que no opinan como nosotros como auténticos enemigos, en el que solo nos queda ponernos en las trincheras y aplastarlos. 

Eso no es política, a eso yo, a día de hoy con el paso de los años, y ya con canas sobre mi cuero cabelludo, solo tiene una respuesta: Tú eres el malo y yo la buena. 

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Y ahí deriva el error. No puede ser que nuestros impuestos vayan a circos mediáticos en diferentes instituciones públicas, donde resolver no se resuelve nada, pero insultos, blasfemias, gritos, etcétera, son la tónica de esas sesiones. 

Leyendo el libro que ha escrito Manuela Carmena sobre su etapa como alcaldesa, lo define perfectamente.

El que tienes enfrente no es tu enemigo, es tu contrincante. Eso hace que fuera de la política, en la vida privada, podamos ser libres a la hora de elegir nuestras amistades, sin necesidad de coincidir en una ideología. 

Es evidente que somos muchos y muchas quienes no estamos por la labor de mantener ningún vínculo con quienes ponen líneas en donde las clases más desprotegidas, así como su procedencia o condición sexual es cuestionada y repudiada. Ahí es evidente que desde luego no cabe conversación alguna, porque simplemente somos seres humanos y ahí no hay diferencias, exactamente igual que el respeto a los animales y el medio ambiente en general. 

Las nuevas tecnologías han sido diseñadas para progresar y amoldarnos a ellas, pero la triste realidad, es que se han convertido en el “amigo fiel” de nuestros pequeños, adolescentes, y como no de muchos adultos, destronando de esa manera al calor humano, las conversaciones para enriquecernos mutuamente. Y esa parte también entra en la política. Redes sociales que también se han convertido en armas arrojadizas contra quienes mantienen como enemigos. 

Podría seguir dando detalles de mi visión hacia la política que estamos presenciando, pero creo, o eso espero, que a nadie le debe- ría extrañar lo que aquí expongo. 

Pues esa es la sociedad. Ahí la tenemos reflejando que quienes nos representan, antes también estaban en ese círculo tóxico en donde lo que debería ser avances para estar en un mundo más igualitario, son lo que nosotros queremos que sean. 

¿De qué nos sirve avances tecnológicos, si estamos retrocediendo a zancadas a etapas que prefiero ni mencionar? 

Creo en la libertad, pero ojo, en la libertad sana, donde el lenguaje, el enriquecimiento cultural nos alimenta. Mientras lo más básico no sea llevado a cabo poco habremos aprendido 

No es un artículo derrotista, para nada. Es simplemente sentarnos y reflexionar, hacer autocrítica, y sobre todo ser humildes. 

No puedo cerrar este artículo sin mencionar lo que estamos viviendo en Tenerife con un incendio, en el que las altas temperaturas empeoran la situación. Ese norte una vez más arrasado. Parece, comentan, que detrás está de nuevo la mano del hombre. Y es que el mayor enemigo del monte es la mano humana. No es solo pensar que haya sido una colilla, una cerilla. No, se llama falta de civismo. Montes lleno de restos de comida, bolsas tiradas en el suelo, cristales, ojo ahí, cristales en el suelo que no han sido recogidos. Pues eso y mucho más, son las consecuencias de los incendios forestales, y de nuevo se demuestra que no hemos aprendido nada. Y ahí no cabe culpar a un gobierno, a no ser que sea para que inviertan más en dotaciones y prevención. Ahí son quienes no entienden de limpieza y les da lo mismo veinte que ochenta. 

Espero que cuando salga a luz esta edición, se hayan sofocado los incendios que arrasan con gran parte de este país. 

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