En términos laborales, la expresión “salir a ganarse el pan” ya es una metáfora para muchos profesionales que cada día hacen de un rincón de su casa su centro de trabajo habitual. La eclosión del trabajo a distancia que alcanzó su máxima cuota, evidentemente forzosa, durante la pandemia mundial, se ha asentado en 2022, si bien retrocediendo en algunos casos, afianzándose en los sectores relacionados con las TIC, los llamados profesionales digitales.
Por aclarar, el trabajo remoto no se limita simplemente a ejercer el 100% del trabajo desde casa. Existen otros formatos, híbridos o flexibles que permiten compatibilizar el modelo remoto con jornadas presenciales en arreglo a los acuerdos entre trabajador y empleador. Estos se conocen como trabajo híbrido o flexible.
En la actualidad, el sector de las TIC lidera el número de teletrabajadores, que el año pasado experimentó un crecimiento de en torno al 20% en esta modalidad, pero también le siguen de cerca otros sectores como el marketing, contabilidad y finanzas y los recursos humanos, dejando así de ser un mito o un privilegio para un pequeño colectivo.
Se dice que el trabajo remoto será determinante para la transformación de la cultura laboral pero, ¿qué pasa con la cultura de las empresas? Hay opiniones que advierten un desarraigo con los valores corporativos y la cultura de la organización y lo cierto es que es un vector a tratar. Una correcta estrategia de gestión de las tareas y los equipos es clave para obtener un buen rendimiento en un escenario de trabajo remoto.
En todas las organizaciones existen existen ciertas limitaciones que obstaculizan la productividad. Estos “cuellos de botella” pueden ser de distinta naturaleza como la escasez de recursos, la falta de personal cualificado, conflictos internos, o problemas derivados de la burocracia en la cadena de mando y toma de decisiones. En una organización con trabajadores remotos esto puede verse aún más acentuado si no se ejerce un liderazgo adecuado que pueda identificar los cuellos de botella y establecer planes de acción específicos para cada caso.
El trabajo en remoto plantea nuevos desafíos para los líderes de equipo que probablemente deban reforzar sus habilidades de gestión para lograr el enfoque correcto y la consecución de objetivos.
Una herramienta fundamental para que esto funcione es la comunicación. Transmitir los objetivos comunes y la misión del equipo hace que todos participen y se sientan parte del grupo. Para que esta sea efectiva, no solo se debe comunicar de forma clara, sino que se deben generar hábitos de comunicación entre los miembros del equipo para evitar sensaciones de aislamiento y desconexión. Si la comunicación es un valor arraigado en la empresa, todos los colaboradores la asumirán en sus tareas cotidianas como algo natural. Además, una correcta estrategia de comunicación aumenta la productividad, el compromiso y la motivación de los equipos. Para ello, las herramientas digitales con las que contamos son fundamentales para conectar con los que no están cerca. La conversación y el intercambio de ideas invita a colaborar y a ejercer una participación activa en la toma de decisiones.
Otra estrategia clave es la creación de una cultura participativa. Los buenos líderes no tratan de imponer sus ideas, sino que permiten que los miembros de sus equipos aporten ideas nuevas y las hagan suyas. Ante un problema planteado, discutir las opciones aporta mayor variabilidad de pensamiento, generando entusiasmo y un ambiente colaborativo. La colaboración además, proporciona un mayor conocimiento y ayuda a tomar decisiones. Por ejemplo, a través de ejercicios cono las “lluvias de ideas” se pueden establecer y validar hipótesis. Debe ser responsabilidad del líder involucrar a todos los miembros del equipo animando a compartir sus puntos de vista. A la participación le debe seguir el compromiso ya que este invita a la participación plena, al esfuerzo en conseguir un objetivo concreto.
La confianza también debe ser un pilar fundamental en la estrategia de un líder en remoto. Saber generar lazos de confianza, manteniendo un orden y control, definir roles dentro del equipo y ejercer una correcta delegación de tareas.
El líder es el responsable de definir las funciones y objetivos de todos los miembros del equipo, de forma que todos comprendan de forma clara lo que se espera de ellos. Debe tratar de resistirse a la tentación de tener todo controlado y mantener una perspectiva más global de los resultados. Esto se puede conseguir dando libertad de acción y obteniendo feedback de forma regular. La retroalimentación positiva y el reconocimiento del trabajo bien hecho cobran aún más importancia en el trabajo remoto, donde generalmente se pierden los matices de una conversación personal.
El trabajo en remoto se va popularizando a medida que las generaciones más jóvenes se incorporan a la fuerza laboral y sin duda es un cultura que ha venido para quedarse, no solo por los jóvenes trabajadores sino por los buenos resultados en productividad y la capacidad de acceso a un mercado laboral global. En ese sentido, son muchas las empresas que van “a la caza” de profesionales remotos ante la alta demanda en algunos sectores como por ejemplo los “profesionales digitales”.
En nuestra región, son varios los organismos públicos que tienen líneas de actuación específicas para atraer a los conocidos como “nómadas digitales” y las empresas inscritas en la Zona Especial Canaria (ZEC) cuentan con un alto porcentaje de trabajadores desempeñando sus tareas en esta modalidad. Según la plataforma Nomad List, solo en 2022 desembarcaron en Canarias en torno a 46.000 teletrabajadores y empleados en remoto de grandes empresas tecnológicas. Un dato que no hay que perder de vista y cuyo previsible crecimiento impactará sin duda en la economía local.
Desde el punto de vista empresarial, no cabe duda que el trabajo remoto presenta un nuevo paradigma en la cultura laboral de las organizaciones que ya se venían enfrentando además al reto de la conciliación y el bienestar de sus trabajadores. Los procesos de digitalización han consolidado y hecho crecer la demanda de profesiones relativamente nuevas en el mercado laboral, sin contar aquellas que ya están tocando la puerta. Es aquí donde se abren oportunidades profesionales y un acceso a un mercado laboral global e igualitario que de otra forma sería inalcanzable.