La Casa de la Cultura de Los Realejos acoge desde este jueves 6 de marzo la exposición ‘Rambla de Castro, una mirada retrospectiva’, con la que su autor, el fotógrafo realejero Isidro Felipe Acosta, hace un repaso a la historia de este espacio natural de la costa del municipio, con especial atención a los últimos 40 años y a la lucha iniciada para lograr su protección. La muestra, impulsada por el Área de Cultura y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Los Realejos, fue inaugurada en presencia del alcalde de la localidad, Adolfo González, los respectivos concejales de las citadas áreas, Samuel Farráis e Isabel Socorro, y el propio autor, Isidro Felipe Acosta, y se podrá visitar hasta el 30 de marzo, en horario de lunes a viernes, de 9:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas.
Esta exposición consta de una treintena de fotografías del autor y 17 paneles informativos que describen su historia y los atentados ecológicos sufridos por el paraje en la década de los setenta, cuando el boom turístico experimentado en las islas trajo consigo la destrucción de numerosos enclaves costeros. “Rambla de Castro no pudo escapar a los efectos de este devastador desarrollismo, y sus huellas aún permanecen presentes en todo el paraje”, indica el autor de la muestra.
Afecciones ambientales y protección
Isidro Felipe Acosta destaca que, “tras el intento fallido de convertirla en un complejo turístico y residencial, el paraje vivió años de abandono que hicieron temer por la pérdida de sus valores naturales. La eliminación del cultivo del plátano significó un empobrecimiento del suelo y largas etapas de sequía que podían propiciar incendios por la presencia de gran cantidad de cañaverales en el palmeral”.
Asimismo, recalca que “la casona y otros elementos arquitectónicos como el fortín de San Fernando, sufrieron continuos actos vandálicos que empeoraron la situación ya deplorable de estos inmuebles”.
El fotógrafo destaca que “Rambla de Castro ha sido un claro exponente de la influencia negativa del hombre sobre el medio natural y el posterior intento de éste por corregir sus propios errores”. Añade que “con la aprobación del Plan Especial de Protección se enmendaron agresiones cometidas en el pasado, iniciándose proyectos de restauración que le han devuelto gran parte del encanto que atesoraba siglos atrás”.
En 1985 un grupo de expertos iniciaba la redacción del borrador de la Ley de Espacios Naturales de Canarias y Rambla de Castro no se encontraba incluida entre los lugares a preservar. Tocaba recopilar información sobre el paraje, fueron años duros y apasionantes, casi una década de idas y venidas a archivos y bibliotecas en busca de cualquier fotografía o escrito que pudiera destacar sus valores históricos y naturales.
Surgieron de esas vistas relatos de naturalistas y viajeros de siglos pasados, que quedaron prendados de este rincón costero y reflejaron sus vivencias en libros o en artículos en la prensa de sus respectivos países, que quedan plasmados en dos paneles de la exposición. Además, se da cuenta de la campaña de prensa iniciada por el propio autor en 1985, con más de medio centenar de artículos sobre la Rambla de Castro en rotativos de la isla.
Dos paneles recuerdan los numerosos proyectos de rehabilitación llevados a cabo en el paraje y en otro se da cuenta de convenios que significaron un avance para su recuperación, el efectuado en 1992 entre los propietarios y el Ayuntamiento de Los Realejos, cuya finalidad fue evitar su deterioro progresivo, posibilitando la intervención de la administración en una primera fase de limpieza y recuperación ambiental del paraje y en una segunda fase de obtención de la titularidad del mismo.
Años más tarde, el Ayuntamiento suscribió un convenio de colaboración con el Cabildo Insular de Tenerife para la gestión de los servicios de uso público del Paisaje Protegido, señalando como función del órgano de gestión y administración, entre otras, la de promover la redacción de convenios u obtención de ayudas encaminadas a la realización de actuaciones que contribuyan a la conservación y mejora de los valores del espacio.
Castro se contemplaba como un área para canalizar actividades de disfrute y contemplación de la naturaleza, y desde esta perspectiva se establecían algunas directrices generales que habrían de servir de pauta para las actuaciones, tanto de particulares como de la administración.
Historia y personalidades
Asimismo, se recogen acontecimientos históricos como los repartos de tierras tras la conquista y sus cultivos, destacando que las primeras viñas plantadas en Tenerife lo fueron en esta zona a cargo del colono portugués Hernando de Castro, del cual toma nombre este espacio protegido.
La familia Betancourt y Molina, José, Agustín y María, tienen también un especial protagonismo sobre todo el primogénito de la misma, José, noveno poseedor del mayorazgo de los Castro. José de Betancourt y Castro Molina fue uno de los isleños más instruidos de su tiempo, hombre de ciencia, inventor, arquitecto, coronel de milicias y político, fue el primer alcalde constitucional de La Orotava, pero vivió eclipsado por el más famoso de los hermanos, Agustín, uno de los ingenieros más prestigiosos de Europa. En San Petersburgo, donde descansan sus restos, es considerado un “héroe nacional”.
María, por su parte, fue pionera en la ciencia en Canarias, y a ella se deben grandes avances en el progreso de la industria textil en las islas, gracias a sus conocimientos de los productos naturales.
Por último, se incluyen paneles de los tres elementos arquitectónicos más relevantes del espacio protegido, el elevador de Aguas de Gordejuela, el fortín de San Fernando y la casona de los Castro, sobre la cual se han realizado proyectos de rehabilitación para su uso como centro de visitantes, que aún no han logrado darle el uso soñado.