Durante y tras la pandemia, parece que todos tuvimos conciencia acerca de la necesidad de seguir desarrollando nuestro sector agroalimentario y nuestra soberanía alimentaria. ¿Cree que ha quedado instaurada esa idea en las islas o fue producto de la situación?
Uno de los defectos que solemos tener las personas es que solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. La pandemia nos dejó muestras muy claras de la necesidad insustituible de nuestro sector primario, una vez pasados los efectos más negativos de la misma, estamos de nuevo volviendo a la situación anterior, dejando de lado nuevamente a un sector que es fundamental para nuestra supervivencia. Nuestros agricultores y ganaderos siguen teniendo que afrontar muchísimas dificultades de todo tipo para poder mantener sus explotaciones y sacarles una rentabilidad económica adecuada, teniendo que enfrentarse a un aumento imparable de los costes de producción que vienen originados por diferentes causas, por un lado el aumento de los costes de los insumos agrícolas así como de los costes laborales a lo que se une ahora la acuciante falta de agua, primordial para el mantenimiento de los cultivos y por el otro la competencia con producciones foráneas, muchas de ellas procedentes de países de fuera de la Unión Europea a las que no se les aplican las cláusulas espejo ni se les exige el cumplimiento de las normativas europeas, que nuestros productores sí que están obligados a cumplir.
¿Podemos decir que el mundo agrícola ha ido evolucionando en la isla? ¿Cuál es la situación actual?
Indudablemente el sector agrícola ha ido evolucionando y profesionalizándose, ya que no le queda otra opción si quiere seguir existiendo como tal sector productivo, lo contrario sería limitarnos a una agricultura de subsistencia. Hay que tener en cuenta que en Canarias tenemos que alimentar a una población fija que ya supera los dos millones de habitantes en las islas, a los que hay que añadir el turismo, lo que hace que nos estemos muy próximos a una población permanente de casi dos millones y medio de personas, a las que, aparte de facilitarles alojamiento y servicios, también hay que alimentar y esto no podemos basarlo exclusivamente en la importación de los productos necesarios, siendo preciso mantener un equilibrio entre producción local y la importación.
En ese aspecto, la pandemia fue un ejemplo de lo que nos podría llegar a pasar si renunciamos a nuestra soberanía alimentaria.
Tampoco podemos dejar toda la producción en manos de las grandes explotaciones agrícolas y en esto las Administraciones tienen una gran responsabilidad, pues aparte del apoyo a todo el sector en general también es preciso un apoyo decidido a las pequeñas explotaciones que constituyen la gran mayoría de nuestro tejido productivo.
Una muestra de las producciones que nos ofrecen las pequeñas explotaciones la podemos observar todas las semanas y especialmente en los sábados y domingos en los mercadillos del agricultor de nuestros municipios en los que podemos encontrar una buena muestra de nuestras producciones locales, con una calidad que nada tiene que envidiar a los productos importados y con unos precios muy competitivos, tanto en las producciones convencionales como en las ecológicas.
Lo que sí es cierto es que este sector adolece de mano de obra cualificada que genere un valor dentro de la profesión, como sucede hoy en muchos sectores, ¿verdad?
Efectivamente, nuestro sector agropecuario adolece de mano de obra cualificada en un elevado número de sus puestos de trabajo. Esto es algo difícil de solucionar ya que tanto el ser agricultor como ganadero, son profesiones muy vocacionales, sacrificadas y no bien remuneradas, te tienen que gustar para dedicarte a ellas y socialmente no están tan bien consideradas como otras profesiones con más renombre, aunque luego resulten ser más necesarias e imprescindibles, puesto que, si el agricultor o el ganadero no producen, los demás no comemos.
Las enseñanzas regladas existentes para el sector agropecuario, de momento, no consiguen llegar a solucionar este problema, pues se trata, por sus características y necesidades de unas enseñanzas que requieren de instalaciones y equipamientos muy específicos, lo que se traduce en una formación cara dada la gran cantidad de campos en los que hay que formar a los alumnos y a ello se añade que existen pocos centros formativos en los que se pueda cubrir de una forma adecuada estas necesidades, lo que también limita mucho las plazas formativas disponibles.
¿La tecnificación del campo ha aumentado la demanda de ingenieros técnicos agrícolas?
Efectivamente, ya cada vez se aplica más tecnología en la producción agropecuaria y esto va a ir a más, ya que es el futuro de la misma. Los Ingenieros Agrícolas son los profesionales técnicos responsables de llevar a cabo la implementación de las nuevas tecnologías en el sector.
Pero esta profesión dista mucho de un agricultor, ¿no es cierto?
Existe un gran desconocimiento sobre la profesión de los Ingenieros Agrícolas.
El Ingeniero Agrícola es un profesional del sector de las Ingenierías, centrado especialmente en el sector primario, pero con un completísimo campo de actuación dada la gran diversidad de materias que se cursan en el transcurso de su formación universitaria, que no se limita exclusivamente a las materias relacionadas con la producción agrícola o ganadera, pues también abarca otros aspectos propios de las ingenierías como son las obras de edificaciones y construcciones agropecuarias, la topografía en todos sus aspectos, las industrias agrarias, las tasaciones, valoraciones y peritaciones, la enseñanza o la investigación así como la seguridad alimentaria, entre otras muchas materias.
Tal vez, entonces, falta un poco de didáctica porque, sin ir más lejos, sois muy importantes en algo tan fundamental como la seguridad alimentaria…
Indudablemente, y un elevadísimo número de nuestros profesionales están dedicados al asesoramiento en el uso sostenible de productos fitosanitarios, algo fundamental para poder garantizar una alimentación segura, saludable y de calidad, así como en la nutrición sostenible de los cultivos, fundamental para la preservación del suelo y del medio ambiente. Por eso, desde las llamadas Ingenierías Verdes (Agrícolas, Agrónomos, Montes y Forestales), reclamamos que estas profesiones sean equiparadas en su consideración a las profesiones sanitarias, pues no se concibe hoy día que, mientras un paciente tiene que ir a un Médico para que se le recete un medicamento y un tratamiento para curar una dolencia o enfermedad o que un ganadero tenga que acudir a un Veterinario con el mismo fin para su ganado, en el sector de la producción primaria agrícola o en el de parques y jardines, cualquier persona con un carné de manipulador de productos fitosanitarios de nivel básico, carné que se obtiene mediante unos cursillos de corta duración y con unas enseñanzas muy elementales, pueda, sin el asesoramiento ni la prescripción de un profesional competente en la materia, adquirir, dosificar y aplicar en un cultivo o en un jardín público o privado, un producto fitosanitario que, en función de su composición y dosificación, puede ser altamente perjudicial para la salud de las personas, los animales o el medio ambiente.
¿Y qué proyectos tienen en mente?
Proyectos hay muchos, pero todos ellos están supeditados a la respuesta de nuestros colegiados a las propuestas que desde el Colegio se realicen y a las disponibilidades económicas y materiales que dispongamos en cada momento.
Por otro lado, actualmente estamos inmersos en varios proyectos que están, unos ya en desarrollo y otros en fase de estudio, por parte de la Fundación Agricolae Mundi, que es una Fundación no Gubernamental de Ayuda al Desarrollo, formada por seis Colegios Territoriales de Ingenieros Técnicos Agrícolas, entre los que se encuentra nuestro Colegio, que forma parte del Patronato de esta Fundación.
Los proyectos principales que ya se están ejecutando o en fase de preparación en estos momentos son: Implantación de un huerto escolar para alumnos con dificultades de aprendizaje en un IES de Oviedo; Proyecto Ubuntu, planificación, equipamiento, puesta en producción e implantación de un centro de formación profesional agraria en la Granja Agropecuaria Sao Francisco (ubicada en Mozambique); Implantación de un Jardín Sensorial en la Sede de la Asociación de enfermos de Alzheimer de Alicante; Proyecto “Árbol de Monos”, para la recuperación de suelos agrícolas degradados, su puesta en producción y Formación agropecuaria a personas vecinas del lugar, en el Municipio de Chemax en la península del Yucatán.