Lorenzo Amor, presidente de ATA, alza la voz en un momento clave.
Con la reciente tensión entre el Gobierno y los trabajadores autónomos por la propuesta de subir las cotizaciones, el líder de la mayor asociación del colectivo vuelve a advertir: el sistema necesita justicia, no más presión. Amor reclama coherencia, igualdad de derechos y que se ponga fin a lo que considera una “voracidad recaudatoria” que asfixia a millones de profesionales por cuenta propia.
Acaba de protagonizar unas semanas de gran intensidad. El Gobierno planteó una subida de cotizaciones y ATA reaccionó con un no rotundo. ¿Qué ocurrió realmente en esa negociación?
Ocurrió que se perdió el sentido de la realidad. Cuando desde el Ministerio se plantean nuevas subidas de cuotas sin haber corregido los errores del sistema actual, la negociación se convierte en un sinsentido.
Desde ATA no nos negamos al diálogo, pero sí nos negamos a que se use a los autónomos como tapadera para cuadrar las cuentas de la Seguridad Social. Había tramos que suponían pagar entre 17 y hasta 200 euros más al mes en 2026. Es decir, justo lo contrario de lo que prometieron cuando se implantó el modelo de cotización por ingresos reales. Y, además, sin garantías de que eso vaya a traducirse en mejores prestaciones.
El Ejecutivo asegura que busca la sostenibilidad del sistema y que, además, todo será por el bien de los autónomos. ¿Por qué ustedes consideran que no es así?
Porque la sostenibilidad no se consigue exprimiendo siempre al mismo. Lo que hemos dicho, y seguiremos diciendo, es que el problema no está en lo que ingresa la Seguridad Social, sino en cómo se gasta. Cada año la recaudación aumenta y, sin embargo, el déficit no se corrige. El Gobierno no puede pretender tapar los agujeros del sistema haciendo que los autónomos paguemos más. Y lo digo claramente: más de la mitad de lo que recauda cada año la Seguridad Social sale del bolsillo de los autónomos. Somos el pulmón de la economía, pero también su caja registradora. Pagamos nuestras cotizaciones y las de nuestros trabajadores. Y eso ya es mucho más de lo que puede asumir un colectivo que apenas llega a fin de mes.
Entonces, ¿el sistema de cotización por ingresos reales, que entró en vigor en 2023, funciona?
El concepto era correcto. Quien más gana, más cotiza. Eso lo apoyamos desde el principio. Pero la aplicación práctica ha sido un desastre. La regularización del primer año ha estado llena de errores y muchos autónomos se encontraron con liquidaciones que no entendían ni los propios funcionarios, además, solo tenemos el resultado de un año. Quieren plantear las cuotas de los seis siguientes sin tener los datos del trienio completo. Ahora nos quieren hablar de una segunda fase del sistema, pero sin haber resuelto la primera.
No se puede construir sobre cimientos que están agrietados.
¿Y qué pide ATA exactamente al Gobierno?
Entre otras cosas, primero, que no se toquen las cuotas acordadas mientras no se haga una evaluación técnica y transparente de lo que ha supuesto el nuevo sistema. Segundo, que se mejore la protección social: el cese de actividad es prácticamente inaccesible —se le deniega a seis de cada diez solicitantes—, y seguimos sin subsidio para mayores de 52 años ni permiso de lactancia para las autónomas. Y tercero, que se simplifiquen las cargas administrativas. Hoy un autónomo pasa más tiempo rellenando papeles que generando ingresos.
Precisamente esa burocracia es otra de las grandes quejas del colectivo. ¿Qué habría que hacer para aliviarla?
En este país se legisla demasiado y se piensa poco en quien tiene que cumplir las normas. Cada trámite, cada alta o modificación, cada declaración informativa supone horas y dinero. Y la mayoría de los autónomos no tienen departamentos jurídicos ni asesores permanentes. Se habla mucho de digitalización, pero si para solicitar una ayuda hay que entrar en tres plataformas distintas, subir cinco documentos y esperar un mes para recibir una respuesta automática, eso no es digitalización, es desesperación. La administración electrónica debe estar al servicio del ciudadano, no al revés.
«No pedimos
privilegios, pedimos
sensatez»
Como bien ha dicho en numerosas ocasiones, una “voracidad recaudatoria” también…
Cuando un autónomo que ha perdido todo por un desastre natural recibe una ayuda y luego Hacienda le exige pagar un 30 % de impuestos sobre esa ayuda, eso es voracidad. Cuando un pequeño empresario tiene que adelantar el IVA de una factura que todavía no ha cobrado, eso también es voracidad. No pedimos privilegios, pedimos sentido común. Si el Estado considera que los autónomos somos un pilar del empleo, entonces debe tratarnos como tal, no como sospechosos fiscales. No me canso de repetirlo, tenemos que equiparar la protección y derechos del trabajador autónomo con el trabajador por cuenta ajena.
En su discurso en los Premios Autónomos del Año dijo: “Nos están machacando a impuestos, a cotizaciones y a trabas”. ¿Tan grave es la situación?
Es que es la realidad. No hay semana en la que no aparezca una nueva obligación o una nueva tasa. Y todo eso se suma al coste energético, a los alquileres, al retraso en los pagos y al acceso al crédito, que sigue siendo complicado para muchos.
Lo que está ocurriendo es que cada vez hay menos margen para sobrevivir. Por eso vemos cómo muchos autónomos deciden cerrar, otros se pasan al empleo por cuenta ajena. Cuando el sistema te asfixia, la gente busca aire.
¿Cuántos autónomos cree que podrían desaparecer si se mantiene esta tendencia?
Es difícil poner una cifra exacta, pero sí sabemos que hay un riesgo real de pérdida de tejido productivo. Hay sectores que están sufriendo mucho, especialmente los tradicionales. Se han perdido más de 40.000 autónomos sólo en el comercio en los últimos 5 años en España, mientras que la cifra general va subiendo y ha superado ya los 3,4 millones de autónomos.
Es positivo crecer, innovar, pero debemos analizar esos cierres porque corremos el riesgo de dejar desabastecidas muchas zonas del país. Además de que se destruye empleo en los negocios de autónomos de hasta 3 trabajadores. Si seguimos cargando peso sobre los mismos hombros seguiremos destruyendo empleo y autoempleo.
Hablamos de bares, talleres, comercios, transportistas, profesionales de todos los sectores que mantienen millones de empleos indirectos.
En las Islas Canarias, donde el pequeño negocio es esencial, las quejas son muy parecidas. ¿Qué mensaje lanza desde ATA?
Que comprendemos perfectamente su situación. Los autónomos canarios viven con un coste adicional en transporte, insularidad y dependencia del turismo que no se refleja en el sistema de cotizaciones. No se puede tratar igual a quien tiene un taller en Telde que a quien lo tiene en el centro de Madrid.
Por eso pedimos sensibilidad territorial. No se trata de pedir ventajas, sino de reconocer realidades diferentes. Sin embargo, sí notamos algún brote verde y valoramos muy positivamente las nuevas medidas para autónomos anunciadas por el Gobierno de Canarias para los presupuestos de 2026 destinadas a aliviar la carga fiscal y, entre otras cosas, mejoras la conciliación.
¿Cree que el Gobierno escucha realmente a los autónomos?
A veces da la sensación de que nos escucha sólo cuando hay ruido mediático. Cuando ATA se planta, se nos llama para negociar. Pero lo lógico sería que ese diálogo existiera antes de aprobar medidas que afectan a millones de personas. Nos gustaría un Gobierno que planifique a largo plazo, que analice el impacto real de cada reforma y que confíe más en quienes crean empleo que en quienes lo gestionan desde un despacho.
“Los autónomos son
el motor del país: si
se les deja trabajar,
la economía crece”
¿Cómo valora la actitud de los demás actores sociales: CEOE, sindicatos, partidos políticos?
Con la patronal trabajamos codo con codo. Con los sindicatos hay coincidencias y diferencias, pero respeto absoluto. Donde me preocupa más la situación es en la política. La defensa del autónomo no puede depender de quién gobierne. Necesitamos un pacto de Estado. La economía española no se entendería sin los autónomos, y sin embargo seguimos siendo los grandes olvidados de la política económica. Hoy el discurso oficial es proempresa, pero las medidas son claramente antiempresa y antiemprendimiento.
Ha mencionado la morosidad. ¿Es otro de los grandes lastres?
Sin duda. Se habla poco, pero la morosidad mata más negocios que los impuestos. Las administraciones públicas pagan tarde, y cuando el cliente es una gran empresa, el autónomo no se atreve a reclamar por miedo a perderlo. En Europa hay países donde los intereses de demora se aplican automáticamente. Aquí hay que mendigarlos. Y eso provoca que muchos autónomos estén financiando, sin quererlo, a la administración o a grandes compañías.
Hablemos del futuro. ¿Cómo ve el panorama para el próximo año?
Con preocupación, pero también con esperanza. La economía española ha demostrado resiliencia, pero no podemos vivir permanentemente en el alambre. Necesitamos estabilidad normativa, incentivos a la productividad y medidas que premien el esfuerzo. Si conseguimos que el Gobierno rectifique en materia de cotizaciones y que se sienten las bases para un sistema más justo, podríamos encarar 2026 con algo más de optimismo.
¿Y qué papel debe jugar ATA en este nuevo escenario?
El de siempre: defender los intereses de los autónomos sin importar quién gobierne.
Llevamos 30 años haciéndolo y no vamos a cambiar. Nuestro compromiso es con el autónomo que abre su negocio cada mañana y se pregunta si podrá pagarlo todo a final de mes. Ese es el que nos importa. No nos debemos a ningún partido, sino a los más de tres millones de personas que sostienen con su trabajo la economía real.
Para terminar, ¿qué le diría al Gobierno si tuviera delante al presidente en este momento?
Le diría que deje de pensar por nosotros. Que nos deje trabajar. Que nos quite las piedras del camino en lugar de ponernos más. Y, sobre todo, que entienda que los autónomos no somos un problema: somos la solución. Si queremos que España crezca, necesitamos confianza, no castigos. Dejen a los autónomos ser autónomos.
¿Y a los autónomos que lo están pasando mal?
Que no se rindan. Que no pierdan la fe en lo que hacen. Y que sepan que no están solos. Desde ATA seguiremos presionando, dialogando y proponiendo soluciones. Pero también necesitamos que cada autónomo alce la voz. Cuantos más seamos, más fuerza tendremos. Los cambios no llegan por decreto, llegan por insistencia y por justicia.


