¿Cuáles diría que son los retos estructurales más persistentes del sector primario en Canarias y cómo se están abordando actualmente?
Por la experiencia que tengo, puedo decir que en Canarias seguimos teniendo unos retos estructurales que no hemos conseguido superar todavía y que hay que seguir trabajando. Yo diría que son tres, principalmente.
El primero, sin duda, es el agua. El agua es clave para el sector primario y es uno de los problemas más serios que tenemos. Cada vez llueve menos, el cambio climático ya no es un tema teórico, es una realidad, y eso afecta directamente a los cultivos y a su rentabilidad.
El segundo reto es el relevo generacional. Conseguir que jóvenes quieran emprender en el sector primario es complicado. Al final, cualquiera que monte una empresa lo hace con la lógica de que sea rentable, y en este sector, aunque sí hay casos de éxito, cuesta. Hace falta mucha promoción, formación y también cambiar la mentalidad para que vean el campo como una oportunidad real de futuro. Conviene señalar que este no es solo un problema de Canarias, pasa en toda España y en Europa. De hecho, la política agraria común a nivel europeo lo tiene marcado como uno de sus grandes desafíos.
Y el tercer reto tiene que ver con nuestra propia realidad: somos islas, no continente. Eso implica sobrecostes, más trabas y que cualquier normativa europea o estatal nos afecte más fuerte. Aquí la mayoría de las empresas del sector son pequeñas o medianas, y claro, para ellas los procesos comerciales son mucho más complejos. Desde los insumos que tenemos que traer para producir hasta la venta de los productos, todo resulta más difícil y más caro. Y esto es algo que tanto Europa como el Estado tienen que entender a la hora de diseñar las políticas.
El alto coste de los insumos, como el agua, la energía y los fertilizantes, afecta gravemente la competitividad de los productos canarios. ¿Qué estrategias está implementando para aminorar este impacto y fomentar la adopción de tecnologías más sostenibles?
Uno de los grandes retos que tenemos es la innovación, la I+D+I, y también todo lo relacionado con la inteligencia artificial aplicada al sector primario, porque al final lo que buscamos es que sea más competitivo y más eficaz.
Vivimos en un mundo globalizado y lo que ocurre en cualquier parte del planeta nos afecta, aunque a veces no lo parezca. Y tenemos que ser realistas: competimos con producciones de todo el mundo, muchas veces en condiciones que no son del todo justas. Por ejemplo, productos que vienen de Latinoamérica o de África, donde las leyes son más flexibles: en temas laborales, ambientales, de salarios… incluso se permiten fitosanitarios que aquí en Canarias o en Europa están prohibidos. Y claro, eso nos pone en desventaja.
Por eso es clave que nuestro sector primario (hablo de agricultores, ganaderos y pescadores), tenga herramientas para ser más eficiente. Y ahí entra la investigación, la innovación y la inteligencia artificial. Tenemos el ICIA, nuestro centro de investigación, que está desarrollando proyectos muy interesantes: desde técnicas para mejorar la producción y la rentabilidad, hasta qué cultivos pueden adaptarse mejor al cambio climático y a nuestra realidad insular.
Además, estamos trabajando en formación, incluso en cursos de inteligencia artificial aplicada al campo. Porque incorporar nuevas tecnologías no es un capricho, es fundamental. Permite dar un salto cualitativo y cuantitativo en un sector que ya de por sí tiene márgenes muy ajustados, y más aún en Canarias, donde la mayoría son pequeñas y medianas empresas.
El relevo generacional es uno de los mayores desafíos en el sector agrario. Los jóvenes a menudo ven la agricultura y la ganadería como actividades poco rentables ¿Qué incentivos y programas de formación está desarrollando para atraer y retener a la juventud en el campo, asegurando así el futuro del sector en las islas?
Sí, sin duda. La formación es clave. Hoy en día, cualquiera que se dedique al sector primario necesita estar bien preparado.
En Canarias tenemos varias escuelas de capacitación agraria, escuelas marítimo-pesqueras e institutos especializados que, de hecho, están entre los mejores de España. Y lo digo con orgullo, porque funcionan muy bien. Además, muchos de estos centros ya trabajan en formato de formación dual, es decir, en coordinación directa con empresas. No es solo ir a hacer unas prácticas al final, sino que desde el principio la formación está vinculada a lo que realmente necesita el sector aquí en Canarias. Un buen ejemplo es el Instituto Marítimo Pesquero, que tiene una tasa altísima de inserción laboral.
Aparte de esa parte formativa, desde el Gobierno de Canarias tenemos una línea específica para jóvenes emprendedores en el sector primario, que se llama “Primera Instalación”. En la convocatoria pasada se presentaron unas 52 o 54 solicitudes, y en la nueva que acabamos de sacar hemos recibido 140. Es decir, casi hemos triplicado el interés, lo cual es una buena señal, aunque todavía queda mucho por hacer.
En este programa ofrecemos ayudas de hasta 100.000 euros a fondo perdido para que los jóvenes puedan arrancar sus proyectos. Pero no se trata solo del dinero: antes les damos un asesoramiento completo (técnico, jurídico, comercial) para que puedan armar un plan empresarial sólido. Porque está claro, uno puede saber mucho de agricultura, ganadería o pesca, pero también hay que manejar temas de mercado, de comercialización, de gestión… Y además del apoyo inicial, también hacemos seguimiento y asesoramiento posterior para ayudar a que esas empresas puedan consolidarse y mantenerse en el tiempo.
“El agua es clave
para el sector
primario y es uno
de los problemas
más serios que
tenemos”
¿Qué estrategias están desarrollando para potenciar la presencia de productos canarios en grandes superficies, mercados internacionales o plataformas de comercio electrónico?
En mi etapa anterior, allá por 2016, pusimos en marcha un proyecto llamado Crecer Juntos. La idea era sencilla pero potente: que el sector primario creciera y generara sinergias con otros sectores clave, sobre todo con el turismo, la gastronomía y también con la distribución.
Hicimos mucha promoción y pusimos en marcha distintos programas, como los concursos agrocanarios, donde premiamos a los mejores vinos, quesos, aceites, sales o sidras. Todo con un objetivo claro: dar visibilidad y prestigio al producto canario.
Dentro de Crecer Juntos organizamos actividades con hoteles, con centros turísticos, incluso en los propios aviones para que los turistas conozcan y consuman nuestro producto desde que llegan. También trabajamos con la restauración para que el producto local sea un valor fundamental en las
cartas de los restaurantes.
La verdad es que ha funcionado muy bien. Tanto turistas como canarios quieren encontrarse con vinos, quesos o platos hechos con producto de aquí, y eso ha impulsado mucho la cocina canaria en los últimos años. Hoy en día tenemos chefs y restaurantes de primer nivel mundial que trabajan, sobre todo, con producto local.
Además, la promoción no se queda solo en casa. Salimos fuera, vamos a ferias internacionales. Dentro de poco, por ejemplo, estaremos en la Fruit Attraction, donde Canarias es referente europeo en tropicales y subtropicales. Y también participamos en ferias especializadas de vino, queso y otros productos, siempre con la idea de posicionar lo canario como un producto de calidad y con personalidad propia en el mercado mundial.
La agricultura canaria, especialmente en zonas medianías y rurales, sigue siendo un pilar económico y cultural clave. ¿Qué plantea desde su Consejería para recuperar suelo agrícola, fomentar cultivos estratégicos y apoyar a los agricultores?
Sí, tal como dices, en las medianías de Canarias siempre ha habido una fuerte tradición agrícola. Tenemos un mundo rural muy ligado a la agricultura y nuestra intención es seguir potenciándolo.
Para eso tenemos diferentes programas y actividades. Este año, por ejemplo, hemos puesto en marcha uno nuevo que se llama Dinamiza Rural. Con él hemos realizado unas 90 acciones en municipios pequeños, los que tienen menos de mil habitantes. La idea es trabajar en el entorno rural con una base clara: el sector primario y el producto local. Pero también le damos importancia a la formación, a la emprendeduría, a la promoción y a la comercialización, porque todo eso es clave para que el campo siga teniendo futuro.
Dinamiza Rural lo hemos desarrollado en más de 40 municipios en apenas siete meses, y la verdad es que ha funcionado muy bien, ha tenido muy buena acogida.
Además, apoyamos a los grupos de acción local en todas las islas. Cada año abrimos una convocatoria para darles ayudas, con el objetivo de que impulsen proyectos que fomenten la emprendeduría en el entorno rural, siempre con la colaboración público-privada. Y por supuesto, seguimos con las líneas de apoyo directas a agricultores y ganaderos, porque al final son ellos los que sostienen este sector.
Tras el reciente encuentro con la secretaria general de Pesca, Isabel Artime, se anunció que se han estudiado distintas opciones para optimizar la cuota de atún rojo y patudo, así como la utilización del excedente de capacidad de pesca para modernizar la flota. ¿Cuáles son las estrategias concretas que se van a implementar a corto plazo para asegurar que estas medidas se traduzcan en un beneficio real y directo para los pescadores artesanales de las islas?
Sí, nosotros estamos muy centrados en lograr que Canarias tenga unas cuotas justas de pesca. Aquí tenemos una flota que es totalmente artesanal y sostenible, y eso está reconocido en el artículo 14 del reglamento europeo, que dice que las cuotas de atún deben favorecer precisamente a las flotas que pescan de forma artesanal, que son sostenibles y que además están ligadas al entorno costero, al empleo local y a la vida de los pueblos marineros. Y nuestra flota artesana lleva décadas dando vida a esos núcleos de costa.
Lo que pasa es que, en los últimos años, la situación se ha complicado. El atún rojo, que históricamente pasaba por Canarias, ya no lo está haciendo con la misma frecuencia, y eso tiene que ver con el cambio climático y el calentamiento del agua. En los dos últimos años, nuestros barcos han salido a faenar, pero prácticamente no ha habido atún rojo que pescar, y claro, eso nos impide cubrir la cuota que nos corresponde.
Por eso estamos reclamando que ese sobrante de cuota —ese margen del 5% que Europa permite— se nos aumente para el próximo año. Confiamos en que tengamos la suerte de que los atunes vuelvan a pasar por nuestras aguas y podamos aprovecharlo.
Además, hemos insistido al Secretario de Estado en la necesidad de poder pescar de forma más flexible. Hay un acuerdo con Portugal que permitiría que nuestra flota pudiera subir hasta Madeira, donde el año pasado sí pasó el atún rojo, y allí poder capturarlo. Esto es fundamental porque en Canarias tenemos dos tipos de embarcaciones: los atuneros cañeros, que viven exclusivamente del atún, y los polivalentes, que dependen en buena parte de esta especie para que su actividad sea rentable.
En definitiva, lo que pedimos es que se adapten las normas y las medidas a nuestra realidad, porque la pesca del atún no es solo economía: es empleo, es cultura y es futuro para nuestras costas.
Conseguir que jóvenes
quieran emprender
en el sector primario
es complicado
Una de las aportaciones destacadas en esta reunión ha sido la incorporación de la inteligencia artificial a los proyectos del ICIA. ¿Qué tipo de aplicaciones prácticas prevé su equipo en este sentido y cómo se garantizará que estas herramientas tecnológicas lleguen realmente a los agricultores y ganaderos del Archipiélago?
En realidad, aquí hablamos de dos cosas distintas: por un lado, la investigación que hace el ICIA, que trabaja directamente para favorecer al sector primario y buscar soluciones aplicables. Y, por otro lado, la inteligencia artificial, que ya está aquí y ha llegado para quedarse en todos los sectores, también en el nuestro.
Lo que estamos haciendo ahora es definir qué aplicaciones concretas necesita el sector primario en cada subsector, y después desarrollar esas herramientas. Estoy convencido de que la inteligencia artificial puede ayudarnos muchísimo, no solo en temas administrativos, sino también en cuestiones muy prácticas: por ejemplo, calcular qué cantidad de fertilizante o de agua necesita cada cultivo, según la zona donde esté; o detectar qué parcelas necesitan más o menos proteína, o más o menos riego en determinados momentos. Todo eso la IA lo puede hacer y facilitar muchísimo el trabajo.
Ahora bien, antes de todo eso hay un paso clave: formar a la gente. Los jóvenes están más acostumbrados a este tipo de herramientas y las entienden rápido, pero en el sector primario, tanto en Canarias como en toda Europa, hay una población con una media de edad más alta. Y ahí tenemos que hacer un esfuerzo para que puedan entender y aprovechar estas tecnologías. Porque son útiles, sí, pero hay que asegurarnos de que todo el mundo pueda beneficiarse de ellas.
Mirando hacia el futuro, ¿cómo visualiza usted el modelo agroalimentario canario dentro de unos años? ¿Qué cambios fundamentales cree que deben impulsarse desde ya?
Yo creo que el sector primario tiene que ser cada vez más profesional y competitivo. Al final, hablamos de agricultores, ganaderos y pescadores que tienen que vivir bien de su trabajo, y para eso necesitamos un pequeño cambio de mentalidad. En Canarias ya hay muchos ejemplos de empresas y emprendedores que lo están haciendo muy bien: innovando, incorporando nuevas tecnologías, generando empleo… y eso es muy positivo. Pero tenemos que seguir avanzando hacia un sector más moderno, más innovador y más fuerte.
Ahora, junto con esa parte empresarial y tecnológica, hay otro reto clave: convencer a la sociedad de consumir producto local, el famoso kilómetro cero. Porque además de ser más sano, fortalece la economía circular y genera empleo aquí. Y, por supuesto, necesitamos las herramientas adecuadas para que el sector sea competitivo: ayudas económicas, sí, pero también cambios legislativos, tanto desde Canarias como desde España y sobre todo desde Europa.
Ahí hay un punto muy importante: no se puede competir en desigualdad de condiciones. Lo que entre en Canarias, en España o en Europa tiene que cumplir las mismas normas que se nos exige a nosotros.
No es justo que a nuestros productores se les pida cumplir requisitos ambientales, de calidad o de bienestar que no se aplican a productos que llegan de fuera. Y, además, hay que entender que Canarias no es Holanda. No se puede legislar igual un cultivo en el norte de Europa que aquí, donde tenemos un clima subtropical y unas condiciones muy distintas. Esa adaptación es clave para el futuro del sector.
Este año, por ejemplo, hemos tenido que afrontar uno de los grandes problemas: la sequía. Y por primera vez el Gobierno de Canarias ha sacado ayudas específicas para mitigarla. Ya llevamos dos convocatorias seguidas, con casi 8 millones de euros en dos años, que han llegado a unos 4.600 agricultores y agricultoras, sobre todo de cultivos de secano como la papa, la viña, la batata, los forrajes o el olivo.
Además, acabamos de sacar nuevas ayudas para la modernización de explotaciones, dirigidas a jóvenes y nuevos emprendedores, y también un programa de renovación de flotas pesqueras que nunca antes se había puesto en marcha y que ya hemos resuelto hace unos días.
En definitiva, se trata de estar al lado del sector: cuando hay sequía, cuando falta agua, cuando la pesca flojea —no porque no se quiera pescar, sino porque no hay pescado—, ahí tenemos que estar desde lo público apoyando, dando estabilidad y ayudando a que agricultores, ganaderos y pescadores puedan seguir adelante.