22/10/2024

Navegando el Cambio en un Mundo BANI: Cómo Equilibrar la Agilidad y el Bienestar en las Organizaciones
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Directora de Transversalia Consulting

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La gestión del cambio tiene un impacto profundo en los equipos, y es especialmente relevante en contextos caracterizados por la transformación y la incertidumbre. Este proceso no se limita a ajustar tecnologías o procesos, sino que busca garantizar que las personas se adapten de manera efectiva a las nuevas dinámicas. El éxito de cualquier iniciativa de cambio no depende únicamente de la implementación de soluciones técnicas, sino del acompañamiento y orientación que los equipos reciben a lo largo del proceso.

La transformación organizacional, impulsada tanto por la innovación como por la necesidad de adaptación en un entorno BANI (frágil, ansioso, no lineal e incomprensible), genera cambios en dos dimensiones clave: la técnica y la adaptativa. Mientras que la dimensión técnica se centra en la implementación de herramientas y estructuras, la adaptativa pone el foco en las personas y en cómo estas deben modificar sus comportamientos y actitudes. Estas dos facetas del cambio no pueden tratarse de manera aislada; requieren un enfoque holístico que reconozca la interdependencia entre los procesos y las personas. Sin una gestión eficaz de ambas dimensiones, los equipos no logran asimilar estos cambios, lo que puede llevar a una pérdida de los beneficios que se esperan de dichas iniciativas.

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Por lo general, el error a la hora de implementar y/o abordar los cambios en las organizaciones tiene que ver con poner el acento en la dimensión técnica, y ésta, por sí sola, no garantiza el éxito de una transformación organizacional. Implementar una nueva tecnología o cambiar un proceso puede parecer una solución directa, pero si las personas no lo adoptan o no ajustan sus comportamientos y hábitos, el impacto de ese cambio será limitado. Es aquí donde entra en juego la dimensión adaptativa. Gestionar este aspecto significa acompañar a los equipos en su proceso de adaptación, guiarlos en la modificación de sus actitudes y en la creación de nuevas formas de trabajo que les permitan alinearse con los objetivos de la organización.

Los equipos deben estar alineados no solo con los objetivos del proyecto, sino también con la nueva cultura organizacional que puede surgir a raíz de estos cambios. La adaptación no es solo un ajuste técnico; es una reconfiguración profunda de cómo las personas interactúan, colaboran y toman decisiones en la nueva realidad de la organización. La gestión del cambio en esta dimensión se convierte en un habilitador clave para asegurar que los/ as colaboradores/as no solo comprendan las nuevas directrices, sino que también se comprometan con ellas.

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Este enfoque holístico, que atiende tanto la dimensión técnica como la adaptativa, tiene un impacto directo en el nivel de compromiso y colaboración dentro de los equipos. Las personas necesitan sentir que no solo están adaptándose a una nueva herramienta o proceso, sino que también están contribuyendo al éxito global de la organización en un entorno de cambio constante. Cuando los/as líderes promueven una cultura de compromiso y colaboración, y la organización apoya a los equipos con los recursos y el apoyo emocional necesarios, el proceso de adaptación fluye de manera más natural.

En un entorno BANI, donde la incertidumbre y la fragilidad son parte de la realidad cotidiana, la clave está en gestionar este cambio de manera que las personas sientan que pueden prosperar, no solo sobrevivir. A medida que las personas logran adoptar las nuevas soluciones y ajustar sus comportamientos, se crea un entorno más cohesionado y colaborativo, lo que aumenta las probabilidades de éxito de cualquier iniciativa de cambio. Esta gestión del cambio, centrada en las personas, permite a los equipos navegar por la incertidumbre con mayor confianza, fortaleciendo tanto el bienestar individual como la eficacia organizacional.

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El papel del liderazgo es crucial para que este enfoque integral funcione. Los/as líderes no solo deben estar al tanto de los aspectos técnicos del cambio, sino que deben actuar como facilitadores/as de la transición emocional y adaptativa de sus equipos. Es en este punto donde el liderazgo basado en la empatía y el apoyo emocional adquiere relevancia porque en un contexto que puede generar ansiedad y frustración, los/as líderes tienen la responsabilidad de mantener la calma, ofrecer claridad en momentos de confusión y crear un espacio seguro para que los/as colaboradores/as expresen sus inquietudes. Su capacidad para generar confianza y escuchar activamente las preocupaciones de los equipos es vital para ayudar a los/as colaboradores/as a gestionar el estrés y la ansiedad que surgen ante situaciones desafiantes.

Además, los/as líderes deben ser capaces de traducir los aspectos técnicos del cambio en términos comprensibles y aplicables para sus equipos. Cuando las personas entienden el «por qué» detrás de una nueva herramienta o proceso, y se sienten parte del cambio en lugar de meros receptores pasivos, su disposición para adoptar nuevas dinámicas mejora considerablemente. Esta comunicación clara, combinada con un enfoque adaptativo que prioriza el bienestar, reduce la resistencia natural al cambio y fomenta un entorno en el que los equipos se sienten capacitados para contribuir de manera significativa.

Las organizaciones, por su parte, deben crear un entorno que promueva tanto la flexibilidad como la estabilidad emocional. En un contexto donde los equipos sienten que tienen poco control sobre los resultados, es crucial que las empresas implementen estrategias que no solo optimicen la productividad, sino que también protejan el bienestar mental de sus colaboradores/as. Esto implica fomentar la colaboración, ofrecer formación en gestión emocional y desarrollar una cultura de apoyo mutuo, elementos que permiten a los equipos adaptarse de manera resiliente a las nuevas realidades.

Un clima laboral que incida en la confianza, el apoyo mutuo y la flexibilidad emocional facilitará la adaptación los cambios, no solo desde una perspectiva operativa, sino también desde una perspectiva humana. Los equipos que se sienten emocionalmente apoyados y que perciben que su bienestar es una prioridad para la organización están mejor equipados para gestionar el cambio de manera efectiva, lo que se traduce en un mayor compromiso, una menor rotación y, en última instancia, en un éxito organizacional más sostenible.

Teniendo en cuenta que la no linealidad e incomprensibilidad son características predominantes en el entorno actual, la gestión del cambio debe estar diseñada para ser flexible y receptiva. Las estrategias rígidas no solo fracasan en este tipo de escenarios, sino que pueden exacerbar los niveles de estrés y frustración en los equipos. Por lo tanto, la agilidad en la gestión del cambio es clave: la capacidad de ajustar planes, escuchar a los equipos y recalibrar soluciones según la evolución de las circunstancias. Esta agilidad permite no solo reaccionar ante la incertidumbre, sino también anticiparse y crear un entorno de aprendizaje constante.

En definitiva, el enfoque holístico en la gestión del cambio en el entorno BANI requiere un equilibrio constante entre la implementación técnica y el soporte adaptativo. La clave del éxito reside en una cultura organizacional que promueva el bienestar emocional, la flexibilidad y la retroalimentación constante, apoyada por un liderazgo que inspire confianza y resiliencia. Con este enfoque, las organizaciones estarán mejor preparadas para enfrentar cualquier incertidumbre que el futuro les depare, transformando los desafíos en oportunidades de crecimiento sostenible.

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