En 1961 el presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, pronunció la mítica frase: Ask not what your country can do for you, ask what you can do for your country.
Al margen de las intenciones de la cita original, orientada a solicitar a los ciudadanos un mayor nivel de sacrificio consu nación, hay una implícita llamada a la reflexión y la acción aplicable a otras facetas de la vida… ¡Deja atrás el rol pasivo y sé proactivo!
Está demostrado que cuando la transformación digital y los nuevos paradigmas asociados se abordan de forma desestructurada y sin ningún tipo de estrategia, en la mayoría de las ocasiones, termina siendo un recurso mal implementado e infrautilizado a nivel profesional y organizacional, con resultados muy alejados de las expectativas creadas.
Teniendo en cuenta este hecho, tiene poco sentido preguntarle a la IA qué puede hacer por nosotros, como si ese ente omnipotente supiese mejor que nosotros mismos lo que necesitamos y como ayudarnos a conseguirlo. Parece más razonable asumir el papel principal y preguntarnos qué podemos hacer nosotros con la IA en nuestro ámbito personal o profesional. Puede parecer una diferencia muy sutil, pero tiene un mayor calado del que a prioripudiésemos pensar. Una empresa puede limitarse a implementar herramientas de IA simplemente para automatizar procesos, algo que sin duda mejorará la eficiencia productiva, o puede considerarla como un recurso estratégico que impulsará el crecimiento y generará valor añadido de forma integral a todo el proceso productivo.
Desde mi experiencia en la implantación de sistemas de Inteligencia de Negocio, he comprobado como directivos de primer nivel que tienen acceso a un gran volumen de datos a través de potentes cuadros de mando, no obtienen todo el rendimiento posible y su toma de decisiones, aunque basada en datos de calidad (fidedignos, comprensibles y en tiempo), sigue enfocada en resolver las mismas cuestiones.
Y es que, de forma generalizada, las organizaciones siguen tomando el mismo tipo de decisiones, aunque el criterio para hacerlo está más fundamentado en el dato que en la intuición, algo que supone un importante avance en la gestión empresarial. La realidad es que se sigue pensando y proyectando de la misma forma, sin ser conscientes de que ahora pueden plantearse otro tipo preguntas relacionadas con el negocio, el sector o mercado. Hoy es posible cuestionar conceptos de los que antes no existía la posibilidad de obtener respuesta.
Actualmente es tan amplia la oferta de soluciones de IA, que podemos encontrarnos varios productos diferentes para cada tipo de automatización y área de la empresa. Lo sencillo es adquirirla y aplicarla en aquella tarea para la que fue creada según su desarrollador y sacarle partido a la mejora de eficiencia con la correspondiente repercusión en la cuenta de resultados.
La cuestión es que podemos quedarnos ahí, o aplicarla para trabajar aspectos transversales que afectan a la cultura corporativa de nuestra organización. Por ejemplo, analizando cómo podemos convertir la IA en una aliada para el desarrollo del talento, mejorar la experiencia de los equipos, detectar necesidades de capacitación e, incluso, anticipar la fatiga laboral.
Quizá la clave está en no interpretar la Inteligencia Artificial como una especie de genio que concede deseos, sino como una tecnología potente capaz de desbloquear su verdadero potencial solo si entendemos cómo aplicarla en nuestro propio entorno. Entender que la IA no va a hacer nada por nosotros si no somos capaces de cambiar nuestra forma de pensar.
Sin duda, la IA se ha convertido en el recurso transformador más poderoso, pero esa transformación solo tendrá lugar si somos capaces de hacer algo con ella. En lugar de esperar a ver cómo la IA revolucionará nuestro entorno, debemos experimentar con ella de forma activa para adaptarla y personalizarla a nuestras propias necesidades y contextos.
La diferencia entre el éxito y el fracaso en la asimilación e implementación de la IA radica en entender que la tecnología no puede sustituir a la estrategia. Somos los usuarios los que debemos decidir en qué dirección llevarla, hasta dónde queremos que nos impulse y cómo. No es un cambio que pueda suceder de forma natural, requiere de un liderazgo consciente capaz de hacer preguntas y buscar respuestas que vayan más allá de lo evidente.
La IA está aquí y ha llegado para quedarse. Dejemos de preguntarnos qué hará por nosotros, y empecemos a pensar en lo que podemos hacer con ella. Es ahí donde reside la verdadera innovación y su auténtico potencial transformador.