El valor de la constancia
Llevo años trabajando por la juventud empresaria, soñando con que las oportunidades que imaginamos para ellos en Canarias y en toda España se vuelvan tangibles. Desde los primeros días en la asociación, me he dedicado a construir una red de apoyo, una plataforma sólida en la que cada joven pueda sentirse respaldado y animado a crecer. No ha sido sencillo, ni tampoco rápido, pero ha sido profundamente satisfactorio.
Ese camino está lleno de noches de dudas, de días en que el cansancio supera a la inspiración y de momentos en los que las metas parecen inalcanzables. Pero lo he hecho con un propósito claro: ver crecer a la juventud empresaria, a esos que, como yo, creen que es posible cambiar las reglas del juego desde el esfuerzo y la dedicación. El Congreso Nacional de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios fue un reconocimiento de ese esfuerzo. Fue como si, de repente, todos esos años de trabajo hubieran encontrado un eco, un “yo te veo” silencioso que resonaba en cada detalle del evento.
El peso de la responsabilidad
Al entrar al congreso, ya sentía la emoción a flor de piel. Pero el momento más inesperado llegó cuando el equipo de protocolo me indicó que había un lugar especial para mí, junto a líderes y colegas. Sentí un instante de vértigo, cuestionándome si realmente merecía estar ahí, en ese espacio que representaba no solo mi trabajo, sino el esfuerzo de tantos jóvenes que, con valentía y pasión, intentan cada día abrirse camino en el mundo empresarial.
En ese instante, la sombra del síndrome del impostor se asomó, esa pequeña voz que todos tenemos y que, en los momentos menos esperados, nos hace dudar de nuestro valor.
Pero, tras unos segundos, me recordé a mí mismo por qué estaba allí: no por un título, no por el reconocimiento, sino porque había trabajado por ello.
Mi esfuerzo, mi dedicación y mi constancia me habían llevado hasta allí, y era un lugar que no representaba solo mi éxito, sino el compromiso que tengo con la juventud empresaria.
La inspiración en los otros
Desde mi asiento, veía a líderes y empresarios que, en su día a día, trabajan con una pasión arrolladora, con una entrega que transforma la realidad. Al observar sus rostros, sus discursos, me di cuenta de cuánto he aprendido simplemente estando cerca de gente así, de personas que no solo sueñan, sino que ejecutan esos sueños con una firmeza y una valentía que me inspiran a diario.
Sin embargo, también veo algo más profundo y humano en este recorrido. En los eventos, en los días de esfuerzo y en las noches de celebración, no solo compartimos metas, también vivimos momentos de complicidad. La juventud empresaria es una red tejida de amistad y apoyo mutuo, de historias compartidas, de personas que llegamos a querer casi como a una familia. No son solo colegas o compañeros; son cómplices, personas que están ahí en los días buenos y en los días en que nada parece salir como esperamos. Cada uno de ellos es parte de esta historia, y nuestra unión es el verdadero motor que nos impulsa a seguir adelante.
Un lugar de compromiso
Si me preguntan por qué dedico tanto trabajo en la asociación, la respuesta es sencilla: porque creo en la juventud empresaria, creo en sus sueños y en su capacidad para transformar la realidad. Estar allí, representando a tantos jóvenes con talento y ambición, significa asumir una responsabilidad que va mucho más allá de mis logros personales. Significa ser la voz y el apoyo de aquellos que aún no han llegado a este punto, pero que tienen el potencial de cambiarlo todo.
Durante el congreso, me sentí profundamente comprometido con mi colectivo, con mis empresas, con los jóvenes empresarios que no están solos en su lucha por crear un futuro mejor. No se trataba de ocupar un lugar destacado, sino de estar allí, en un espacio donde la responsabilidad y el apoyo mutuo son el verdadero motor. Ser representante de este grupo, defender cada idea, cada proyecto, es el propósito que me mueve y el porqué de cada esfuerzo.
Para eso, sí quiero estar en la primera fila
Pensar en todo lo vivido y en lo que significa estar presente en estos momentos me llena de gratitud. Porque sé que este camino, este proyecto de vida, no se trata solo de mí, sino de ser testigo y acompañar cada paso, cada sueño de quienes comparten mi pasión. Aplaudir sus logros y estar ahí para aprender de cada uno de ellos es lo que le da sentido a este viaje.
Quiero estar cerca de esos triunfos, de esas victorias ajenas que reflejan tanto trabajo y dedicación. Porque me hace feliz ver a la gente buena alcanzar sus metas, verlos dejar huella en la vida… para eso sí quiero estar … sentado en primera fila.