09/03/2025

¿Son Innovación y Tecnología sinónimos?
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Minerva Pérez Ferreras. CEO Atenerva. Innovación y Marketing

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«En un mundo obsesionado con lo último en tecnología, olvidamos que la verdadera innovación no siempre lleva un chip incorporado.»

Esta reflexión contiene una clave que muchas organizaciones pasan por alto en su carrera por destacar: innovar no es sinónimo de tecnología. Si bien la tecnología puede ser una herramienta poderosa para la innovación, confundir ambos conceptos puede llevar a errores estratégicos costosos y, en el peor de los casos, al fracaso de productos y servicios en el mercado.

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La innovación, más allá de los avances tecnológicos, está intrínsecamente ligada al «sentido» o «meaning» que aportamos a las experiencias humanas. Roberto Verganti, en su obra Design Driven Innovation, explica que las propuestas de valor pueden evolucionar desde dos palancas fundamentales: la tecnología o el sentido. Mientras la primera está enfocada en lo que es posible hacer, la segunda se centra en el por qué o para qué hacerlo, explorando el significando o sentido de lo que hacen las personas. Aquí radica la esencia de las metodologías de diseño centradas en el usuario, como Design Thinking o Service Design: no buscan sólo soluciones funcionales, sino también soluciones significativas.

Esta perspectiva nos invita a replantear la búsqueda de disrupción, especialmente cuando trabajamos en el desarrollo de propuestas de valor. Mientras que algunas metodologías se enfocan exclusivamente en la disrupción tecnológica, aquellas que adoptan un enfoque de diseño centrado en el ser humano persiguen una innovación humanista. En este contexto, la innovación no se limita a la utilidad inmediata de un producto o servicio, sino que busca un impacto más profundo y estratégico.

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Un ejemplo clásico de cómo se confunde la tecnología con la innovación es el de las aplicaciones móviles. Muchas empresas o marcas invierten recursos significativos en desarrollar apps que, al final, nadie descarga o utiliza. Este fenómeno se debe, en gran medida, a que estas soluciones se crean sin una comprensión real de las necesidades y significados de la experiencia con esa marca para el usuario. La tecnología, por sí sola, no garantiza éxito ni relevancia si no está alineada con un objetivo claro y estratégico. En otras palabras, invertir en  tecnología por la tecnología es una receta para la irrelevancia (si no guarda un sentido estratégico de negocio o de procesos).

Por otro lado, en esta huída del uso del concepto de Tecnología como sinónimo de innovación, cabe destacar también que Innovar consiste en un estado mental de cambio continuo. Por tanto, es fundamental que las empresas adopten un enfoque más equilibrado hacia la innovación. En lugar de priorizar lo último en tecnología, deberían enfocarse en cultivar una cultura del cambio en sus equipos, un estado mental orientado al aprendizaje continuo y la transformación constante. Esta mentalidad de crecimiento, conocida también como growth mindset, permite a las organizaciones no sólo adaptarse a los cambios del entorno, sino también liderarlos.

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La clave para lograrlo radica en eliminar la fricción hacia el cambio y fomentar una cultura que valore el aprendizaje constante. Innovar no es un evento puntual; es un proceso en evolución, una práctica sostenida que debe permear en todos los niveles de la organización.

Cuando las empresas abrazan esta mentalidad, son capaces de identificar oportunidades que trascienden las modas tecnológicas y de crear soluciones que realmente conecten con las personas.

Es importante también recordar que la tecnología, aunque poderosa, debe ser vista como un medio, no como un fin. La disrupción tecnológica puede generar avances significativos, pero su impacto sólo será sostenible si responde a una necesidad o significado profundo para los usuarios. De lo contrario, las empresas corren el riesgo de caer en la «trampa de la tecnología», donde la innovación pierde su verdadero propósito.

En un entorno tan competitivo como el actual, este enfoque no sólo mejora la experiencia del usuario, sino que también impulsa la sostenibilidad y el éxito a largo plazo de las organizaciones.

Cerrando el círculo, volvamos a nuestra reflexión inicial: «En un mundo obsesionado con lo último en tecnología, olvidamos que la verdadera innovación no siempre lleva un chip incorporado.»  En esta era de transformación constante y las Inteligencias más Artificiales que nunca, recordemos que la tecnología no sustituye la creatividad ni el entendimiento humano. Más bien debería estar a su servicio.

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