«Las apuestas están abiertas, participa en el emocionante juego de la diversificación en forma de inversión. Deja que tu dinero produzca por ti. Sácales el máximo rendimiento a tus ahorros y si no dispones de ellos, pídelo prestado… ¡pero no dejes que los chollos pasen de largo, no seas un paria!»
Este podría ser el mensaje de cualquier influencer tipo coach que, a base de repetir una y otra vez un mensaje de éxito basado en el inconformismo, la voluntad y la gallardía, incentivan a jóvenes, y no tan jóvenes, a asumir riesgos en la vida.
Y no es que no comparta la filosofía de una proactividad basada en estos principios, pero sí cuestiono el hecho de llevarlo a cabo sin medir o ser consciente de los riesgos reales que se están asumiendo, las probabilidades de éxito y las posibles consecuencias en caso de que existan desviaciones sobre el resultado esperado. Es decir, sin controlar o entender el ecosistema en el que has decidido participar.
Como sociedad tendemos a olvidar con facilidad y más aún cuando tenemos ante los ojos un suculento botín. Podríamos hablar de la tulipomanía, esa historia de flores y frenesí. Y no me refiero al concepto de burbuja que se generó por saturación del propio mercado, si no al factor desconocimiento que la provocó.
Me voy a permitir la licencia de ser especialmente sintético en la narración de los hechos, e invitar a aquellos lectores que no conozcan la historia a estudiar el tema de forma detallada, el hecho histórico lo merece.
Todo empezó a principios del siglo XVII. El Reino de los Países Bajos comienza a ser un referente en el comercio marítimo con Oriente y esta prosperidad comercial se traduce en la generación de nuevas y grandes fortunas. En esos tiempos la alta sociedad no tenía la posibilidad de hacer alarde de su riqueza paseando en sus caros super deportivos o atracando sus ostentosos yates en los puertos más chic de Europa.
La única forma de hacerlo era a través de sus imponentes mansiones y sus exclusivos jardines, cuidados y tratados de forma exquisita; siendo muy conscientes de que era un indicador de estatus. Debido a esta obsesión por mostrar el nivel de bienestar de las altas esferas se genera un gran interés por una exótica flor en particular, el tulipán. Como ocurre siempre que un bien genera interés y, por tanto, demanda, se crea todo un entramado comercial con la intención de participar de las ganancias generadas en el sector. El nivel de especulación fue tal, que se llegó a pagar el valor de una casa por un solo tulipán.
Esta historia cuenta con todos los elementos propios de lo que hoy conocemos como «burbuja financiera»: rápida escalada de los precios, especulación, participación de un gran espectro de la población, venta de futuros en forma de bulbo de tulipán que no florecería hasta pasado un tiempo, etc. Pero esta burbuja tenía una particularidad más, uno de los motivos que hizo de este un mercado especialmente especulativo y volátil. Tenía que ver con la incertidumbre generada por la variación que sufrían algunos tulipanes cultivados en los Países Bajos que mostraban una apariencia multicolor, lo que suponía un aumento de exotismo y, por tanto, de su precio.
Años más tarde, se descubriría que la causa de este fenómeno era un parásito de la flor que transmitía un tipo de virus y provocaba alteraciones cromáticas.
Todo esto me lleva a reflexionar sobre los agentes que participaron en el hecho histórico… Tuvieron que enfrentarse a un entorno con todos los ingredientes de un escenario especulativo, con elementos sobre los que tenían control y sobre los que no y, sobre todo, y lo más preocupante, con elementos de los que desconocían su existencia y tenían un gran impacto sobre el mercado.
Como individuos coherentes y racionales, si nos propusiesen ser agricultores e invertir en la producción de dos posibles activos, por ejemplo, tulipanes y papas, lo primero que haríamos sería entender los procesos productivos de cada opción, valorar la complejidad de cada producto y la posible ratio de retorno. Y lo más importante, tomaríamos consciencia de la complejidad de cada uno de los sistemas productivos y valoraríamos si tenemos los conocimientos, destrezas y habilidades necesarias para poder llevar a cabo esta misión con ciertas garantías de éxito.
Existen «mercados tulipán»: productos basados en nuevos desarrollos tecnológicos, que están de moda, son mediáticos, auguran importantes rendimientos y cuyo exceso de información genera una falsa sensación de tener un conocimiento real sobre su funcionamiento. A estas alturas, todos estamos familiarizados con las criptomonedas: la minería, la aplicación del blockchain, los halving y otros conceptos relacionados. Pero son pocos los que tienen un conocimiento real sobre los factores que condicionan el devenir de este mercado y están midiendo de forma fiable el riesgo que asumen, porque son conocedores y conscientes de los «parásitos» que pueden alterar el resultado.
Cultivar tulipanes puede parecer más «glamuroso» que sembrar papas, pero participar en un mercado como el de las criptomonedas requiere de una mayor preparación, conocimiento y dedicación para minimizar los riesgos inherentes a cualquier inversión.
Emprende, invierte, ábrete a nuevos horizontes, pero previamente medita bien si esos horizontes son para ti papas o tulipanes y sé consecuente.