Este verano ha sido, para mí, un verano diferente. Caluroso, sin duda, pero más allá del evidente cambio climático, lo novedoso ha sido la cantidad de acontecimientos vividos que quedarán en mi retina para el resto de mi existencia. Cuando me siento a escribir estas letras, se me salta hasta una lágrima al pensar que las cosas que uno va construyendo, en algún momento van tomando forma y es aquí donde hoy quiero aprovechar la ventana que me da Tribuna de Canarias para abrirme un poco, contarles una historia que aún no tiene final, pero es una de las historias más bonitas y rocambolescas de mi vida.
Me van a permitir que hoy les hable sobre alguien a quien admiro. Un ejemplo de fortaleza, entrega, tenacidad, responsabilidad, cariño y ternura a la que estos días he tenido que decir adiós en lo profesional o, mejor dicho, hasta pronto.
Aquella visita a El Hierro.
Comenzaba mi andadura en las organizaciones jóvenes empresariales y me tocó hacer una visita a El Hierro. Ya no recuerdo qué año era, pero en aquel momento, lo que no sabía, es que iba a conocer a una de las personas que serían protagonista en los siguientes años, les hablo de mi compañera de batallas, Azucena.
Azu, como cariñosamente la llamo a día de hoy, empezaba a desarrollar un proyecto para la Asociación de Jóvenes Empresarios, la Red CIDE, en la isla del meridiano. Yo era un asociado novelero, sin aspiraciones a tener cargo alguno, pero con unas ganas inmensas de conocer, de aprender cómo se movía el mundo asociativo joven empresarial, por el mero interés de ayudar. Como he contado en muchas ocasiones, vengo del movimiento asociativo juvenil, y quería saber si era posible formar parte de una comunidad de iguales que fuese capaz de dar respuesta a todo mi desconocimiento. Cuanta inocencia en aquellos tiempos.
Paseamos por las calles de Valverde sin cruzar muchas palabras, ambos estábamos comenzando, pero desde aquel instante existió mucha complicidad. Quién nos iría a decir todo lo que nos quedaba por vivir.
Al volver a Tenerife en el avión, nos despedimos con un tímido “encantado de conocerte”, lo que no sabíamos es que esta historia iba a ser una de las historias más reconfortantes de mi vida.
Seguimos compartiendo eventos, proyectos y conversaciones. Casi sin darme cuenta, Azu empezó a ser una de las personas con las que más hablaba en el día a día, uno de los pilares de la organización a la que, sin darme cuenta, me entregué en cuerpo y alma.
Podríamos decir que Azu me vio crecer, y sobre todo, me vio coger el IN-PULSO para lanzarme a mi siguiente nivel.
El proyecto IN-PULSO.
Sería una chorrada contarles lo que todos saben, un tiempo después, decidí afrontar la aventura de convertirme en presidente de jóvenes empresarios de Tenerife. Lo que nadie sabe es que, esta decisión tan personal, tuvo una reflexión enorme detrás y fue producto de las charlas con mi entorno más cercano.
No sé si ella lo recordará, pero en un ratito de café en la que era mi oficina, un almacén compartido, lleno de botes de aceitunas y almogrotes, Azucena me dijo que no se le ocurría nadie mejor para comandar la organización porque tenía un buen proyecto. Obviamente nunca sabremos si fui lo mejor o lo peor, porque no tenemos con quien comparar, pero lo cierto es que tenía claro la visión de AJE que hoy tenemos. Una organización útil,unida, representativa, influyente y que hiciera cosas para mejorar la vida la de la juventud empresaria de Canarias. Una organización que trabajase, para que las cosas sucedan.
La deuda.
Nunca he contado públicamente el panorama que cuando llegué a mi presidencia tuve que vivir. Con problemas económicos severos, deuda a proveedores y hasta algún que otro embargo, la organización vivió una de las catarsis más grandes de la historia.
Azucena, la única persona del staff que me acompañaba se sentó un día conmigo y me dijo “no te preocupes, esto lo sacamos”. Recuerdo la mañana que fuimos al banco a pedir un préstamo para pagar las cosas básicas, y el director de la entidad nos dijo que teníamos patrimonio neto negativo. Yo soy sastre de profesión, y me dedicaba, en aquel entonces a la formación. No tenía ni la más mínima idea de lo que nos estaban contando, y al salir del banco nos miramos con cierto desconcierto hasta que nos confesamos que no sabíamos qué era lo que nos habían dicho. Menudas risas nos hemos echado con esto a lo largo de los años.
Podría haberse buscado otro trabajo en cuanto vio que la cosa estaba de aquella manera, pero lo que hizo fue ponerse manos a la obra, a trabajar sin pedir nada a cambio. Azucena asumió que formaba parte de un proyecto en el que nos habíamos aventurado y me ayudó a transitar uno de los retos más grandes que he tenido que afrontar como empresario y como persona.
La situación económica de nuestra organización se dio la vuelta, tenemos proyectos que nos permiten sostener el staff y lo más importante… ya no tenemos patrimonio neto negativo. Muchos de ustedes pensarán que es uno de mis logros como presidente, pero hoy quiero reconocer el enorme trabajo y compromiso de Azucena, sin ella, no lo habría conseguido.
La unión de las AJES.
Uno de los grandes hitos de la comunidad de jóvenes empresarios de Canarias, ha sido entenderse. Entender que tenemos miles de problemas comunes que van más allá de los cargos y en esa aventura que parecía imposible, siempre estuvo en la sombra.
Lo conseguimos, nos pusimos de acuerdo, trabajamos con amor y con cariño para que cada realidad sintiese que AJE era su casa.
Lo hicimos en equipo, con cafés, cervezas y horas de sueño robadas y debo decirles, que el día que asumí el cargo, un 06 de diciembre en La Laguna Gran Hotel, hice un discurso largo, donde no me faltó a nadie por nombrar excepto a una persona, a Azucena.
No, no me olvidé de ella, estaba en el papel que había redactado y corregido minuciosamente, pero cada vez que ensayaba y llegaba a su parte, me sumía en un llanto incontrolable que, en el momento de decirlo, tuve que abortar. Aquel discurso era un “gracias por estar sin pedir nada a cambio”. Por la lealtad a AJE y a mi persona, en cada una de las ideas locas que hemos ido construyendo en estos años. Gracias por formar parte de mis días, porque no hay nada que una más que una batalla y con Azu, hemos tenido que librar algunas.
Gracias por todo, sobre todo, por estar en mi vida.
La Dirección General de Autónomos.
Era una mañana cuando el vicepresidente del Gobierno de Canarias, Manolo Domínguez, me citaba para tomar un café. Sin apenas darme tiempo, me sorprendió con su propuesta de formar parte de su proyecto y ser, nada más y nada menos, que el Director General de Autónomos. Un puesto nuevo que tenía una aspiración clara, hacer que Canarias compita por arriba.
A pesar de sentirme muy halagado, siempre he dicho que no estaría en política, y en este caso, no voy a cambiar de opinión, pero Manolo fue muy claro en su idea de crear un Gobierno que trabajase por aquellas causas por las que AJE venía trabajando desde hace tiempo.
Le dije que pensaría en alguien, pero en alguien que fuese válido y que aportase a Canarias, que no tenía ningún interés en “colocar a nadie” y entraría en mi propio proceso de reflexión.
Me bastó una conversación con ella para entender que era la persona, Azucena sería mi propuesta de valor, una persona leal, trabajadora y que entiende el calvario que supone ser dueño de tu propio negocio.
Cuando le planteé la posibilidad de hacerlo, hubo un silencio dubitativo. La política está muy cara, a nadie se le esconde, pero hoy les quiero confesar porque Azucena es la persona. Ella tiene experiencia, tiene empatía, y tiene un proyecto.
Parece que fue ayer cuando tímidamente hablábamos de las cosas que necesitaba Canarias para ser una región emprendedora. Parece que fue ayer cuando empezamos conversar sobre ideas y propuestas que fuesen puestas en marcha para que la juventud tuviese esperanza.
Cuando empezamos en esto, teníamos un objetivo claro, que no era otro que trabajar para que las generaciones venideras lo tuviesen un poco más fácil para soñar y vivir de sus sueños.
Querida Azu, estoy convencida de que harás un trabajo excepcional y sé que contarás con el apoyo y el cariño de todo el mundo.
Vinimos para hacer que las cosas sucedan, y estoy convencido, que en unos años, miraremos atrás y diremos “trabajamos duro, y las cosas sucedieron”.