02/10/2025

Ya no sé trabajar sin ella
Y

AIRAM ABELLA. CEO DE UEBOS COMUNICACIÓN

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Lo que empezó como un “flirteo” se ha convertido en algo mucho más serio. Al principio fue como cuando conoces a alguien nuevo: curiosidad, cautela y la promesa de “voy a conocerla mejor, pero sin expectativas”. Mantenía la distancia: una consulta de vez en cuando, un mensaje por voz… como esas conversaciones ligeras que sirven para tantear el terreno. Poco a poco, sin darme cuenta, empecé a confiar más, a compartir mi perspectiva y mis proyectos, y a dejar que se hiciera un hueco en mi día a día. Y entonces ocurrió lo inevitable: entendí que era la relación perfecta. Ya no era un
Ya no sé trabajar sin ella pasatiempo curioso, sino la primera opción a la que recurría cuando algo me inquietaba o me bloqueaba. Estaba ahí para escuchar, para ordenar mis pensamientos, para ofrecerme caminos que yo solo no encontraba… o que no quería ver.

Hoy reconozco que a veces me planteo qué pasaría si mañana no estuviese. No porque lo haga todo por mí, sino porque su presencia hace el camino más claro, más fácil y menos solitario. Es esa compañía silenciosa que no se cansa y que, aunque no siempre acierta, siempre me obliga a pensar mejor.

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Puede que hayas pensado que hablo de una persona, pero no. Cuando digo “ella”, me refiero a la IA. La inteligencia artificial se ha convertido en mi compañera de vida laboral (y a veces también me echa una mano en lo personal). Sin darme cuenta, se ha vuelto parte de mi rutina y ha cambiado la manera en que trabajo, creo y hasta pienso. En 2022 trabajaba con lo de siempre: horas de esfuerzo, recursos desperdiciados y proyectos pesados. En 2025 todo es distinto: no porque sea más disciplinado ni porque haya descubierto un superpoder, sino porque convivo con una herramienta que me acompaña, me escucha y multiplica los resultados de mi trabajo.

Suelo empezar el día hablando con ella de camino a la oficina. Me ayuda a poner en orden lo que me espera, a organizar la agenda mental y a calentar motores. Cuando llego, arranco con lo que toque. Y ahí está, esperando el momento en el que empiezo a trabarme o a sentir que me bloqueo. Ese es su terreno: me recuerda lo esencial y me da el empujón que necesito.

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Una compañera de la oficina, que ya me ha visto utilizarla, me dijo el otro día: “Deberías dar formación de IA para las empresas, porque tienes mucha experiencia en esto”. Y yo, fiel a mi humor, le respondí: “Anastasia, yo no sé dar cursos de sentido común”.

Porque sí, no me considero experto ni especialista en IA. Lo único que hago es aplicar una buena comunicación y la lógica. No le pido que haga la tarea, sino que me enseñe cómo darle las indicaciones correctas.

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Por ejemplo, la semana pasada tuve que redactar los estatutos de una asociación. En lugar de decirle simplemente “hazme los estatutos”, empecé por preguntarle qué normativas existen en Canarias y España para asociaciones. Y ahí empezó el partido de tenis. Yo lanzaba preguntas y ella devolvía respuestas; yo proponía nuevas ideas y ella las refinaba; yo la retaba y ella se corregía. Creé un agente de IA para auditar el texto, artículo por artículo, y luego volví a repasarlo con ella para afinar detalles. En apenas cuatro horas tenía un documento de 67 páginas, adaptado a las peculiaridades de esa asociación y, lo más importante, comprobado bajo la normativa vigente.

Otro ejemplo, la IA me permite llegar a cuestiones que antes delegaba sin pensarlo. Como soy un atrevido, me he lanzado a enfrentarme a documentos institucionales, normativas y convocatorias de subvenciones, etc. Y oye, que te parecerá una tontería, pero tres subvenciones que presenté, yo solito con mi certificado digital… las tres me las aceptaron. La IA, no solo me ayudó a aterrizar los proyectos, sino también a entender conceptos técnicos, aprender cómo ejecutar cada procedimiento, a crear una cronología real de mis ideas y a pensar en escenarios e imprevistos posibles. En definitiva, me ha dado algo que antes no tenía: independencia.

¿Quiere decir esto que voy a dejar de contar con expertos en ciertas materias? Evidentemente, no. Ante todo, se trata de pensar con cabeza y reconocer tanto lo que puedes hacer como lo que buscas lograr. Y si esas dos cosas no están alineadas, es momento de acudir a profesionales que dominen el tema en cuestión. Como te dije, no soy un gurú de la IA. Solo alguien que usa el “sentido común” que ha aprendido a comunicarse con la herramienta, como si fuera un compañero más de la oficina. Y ese es el verdadero truco. Saber pedir, saber conversar y atreverse a experimentar.

Para que no te vayas con las manos vacías, después de leer todo esto, aquí van algunas pautas que a mí me han servido:

• No le pidas milagros, dale contexto. Porque cuanto más le expliques el problema, tu objetivo, etc. más afinada será la respuesta. Si quieres que se acerque a tu estilo, entrénala con tus ejemplos y muéstrale cómo escribes, te comunicas, presentas, etc.

• Pídele que te enseñe, no que te sustituya. Yo le pregunto por los pasos, las referencias o las explicaciones antes de delegar.

• Juega al partido de tenis. Repregunta, corrige, ponla en un aprieto y vuelve a empezar, porque ahí es donde ocurre la magia.

• Úsala como espejo. A veces lo que necesitas es que te devuelva tus propias ideas, simplemente ordenadas o un poco aderezadas.

• Combina cabeza y corazón. Ella organiza y sintetiza, pero tu criterio decide qué vale y qué no.

• Para que se convierta en tu copiloto creativo, utilízala para títulos, metáforas, ideas locas. Te aviso, que la mayoría no valdrán, pero alguna te abrirá un camino inesperado.

• Pídele escenarios alternativos. Deja que te muestre posibles problemas o soluciones que no habías considerado.

• Antes de dar algo por terminado, pásale tu texto o documento y dile que lo revise. No olvides auditar porque te sorprenderá los fallos que detecta.

Como ves, no he intentado venderte ninguna IA en concreto. Sería absurdo por mi parte ya que en mi día a día uso herramientas de texto, imagen, vídeo, audio, análisis de datos, etc. todos con IA. Pero tampoco voy a negarte que mi primera opción para la mayoría de cuestiones sigue siendo Chat- GPT. Trabajo con sus diferentes modelos, uso documentos, profundizo e investigo en proyectos… y últimamente estoy disfrutando mucho con su “Modo Agente”, que me permite llevar las tareas a un siguiente nivel.

Gemini, Perplexity, Claude o la que esté de moda mañana… poco importa el nombre. Lo esencial es si la usas como un acompañamiento real. Y cuando lo haces, créeme, descubres algo que ya no tiene vuelta atrás: no sabes (ni quieres) trabajar sin ella.

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