La conectividad es como la salud: solo se le da valor e importancia cuando falta o es mala. Nadie protesta por tener demasiada salud, y del mismo modo, pocas veces pensamos en lo esencial que es la conectividad hasta que no disponemos de ella.
Esta comparación es más relevante que nunca en un mundo donde la transformación digital depende directamente de las redes de telecomunicaciones. Así como sin salud no hay vida, sin la conectividad que proporcionan las redes de telecomunicación, no hay transformación digital.
En Canarias, a pesar de ser un territorio complicado para el despliegue de infraestructuras de telecomunicaciones debido a su fragmentación geográfica, al número de espacios naturales protegidos que representan el 40% del territorio, y a las diferencias entre las islas capitalinas y el resto, así como entre el mundo rural y urbano, la fibra óptica alcanza una cobertura del 92,1% frente al 89,9% nacional, y la cobertura móvil 5G es del 75,5% frente al 82,4% nacional.
Por tanto, se ha hecho un buen trabajo en Canarias y estamos en un nivel de cobertura que nos permite avanzar en la digitalización de nuestra comunidad sin complejos frente al resto del territorio nacional. Aun así, es necesario seguir mejorando nuestras redes, sobre todo en las islas no capitalinas y en los entornos rurales, para conseguir que el acceso a internet de banda ancha llegue a todos los rincones de Canarias y no dejar a nadie fuera de esta revolución digital que estamos viviendo.
Dicho esto, lo que voy a plantear en este artículo es un escenario muchísimo más futurista, desde la visión de un ingeniero de telecomunicación, sin entrar en la multitud de retos que va a suponer a nivel ético, moral, de seguridad, de equidad, de privacidad, de los profundos cambios culturales y sociales, entre otros. También les voy a pedir que dejen a un lado los miedos y vértigos que nos puedan surgir al imaginarnos formar parte de él.
Para empezar, es importante recordar que la popularización del uso del ordenador personal no se produjo cuando salieron los primeros equipos al mercado sino cuando se popularizó internet con la World Wide Web (www.), la primera gran red de telecomunicaciones que permitió conectarlos entre sí.
Del mismo modo, la siguiente gran transformación se produjo con la aparición del primer iPhone, que nos dio un nuevo grado de libertad, la movilidad. El éxito del iPhone se debió en gran medida a la evolución de las redes de telecomunicaciones, que permitieron una conexión móvil de banda ancha a internet. En resumen, las últimas grandes revoluciones de nuestra sociedad han estado precedidas por grandes avances en las redes de telecomunicaciones.
Para plantear ese nuevo escenario futurista, les voy a pedir que imaginemos por un momento que las redes de telecomunicaciones son como las redes neuronales de nuestro cerebro. En ese escenario, todo estará interconectado a través de las redes de telecomunicaciones, y al igual que lo hacen nuestras neuronas, transmitiendo información a súper velocidades.
Este paralelismo nos lleva a imaginarnos un futuro donde las fronteras entre lo real y lo virtual se difuminan, aunque me atrevería a decir que desaparecen, creando entornos multidimensionales donde la comunicación trasciende las formas actuales que conocemos. Gracias a estas súper redes, podemos encontrar nuevos protocolos de comunicación entre nuestros cerebros, y entre nuestros cerebros y las máquinas.
Siempre he pensado que la escritura, el habla y las matemáticas, con sus cifras, son protocolos de comunicación malos, que no aprovechan la potencialidad que tiene nuestro cerebro. Por ejemplo, podemos recordar una imagen fácilmente, pero nos cuesta memorizar una cifra de 10 dígitos. Esto sugiere que existen formas más eficientes de comunicación para nuestros cerebros que aún no hemos descubierto y tenemos que encontrar. Estos nuevos protocolos de comunicación, junto con nuevas interfaces que permitan la conexión del cerebro a las máquinas, podrían permitirnos transmitir pensamientos, emociones e imágenes directamente, superando las limitaciones de los métodos tradicionales. Imaginar el poder de compartir una idea compleja, un sentimiento profundo o una emoción sin necesidad de traducirlo a palabras, simplemente transfiriendo la información de cerebro a cerebro.
Este tipo de comunicación podría revolucionar no solo cómo interactuamos entre nosotros, sino también cómo interactuamos con las máquinas, creando un mundo totalmente nuevo e inimaginable por ahora. Lo que sí es predecible es que, como hasta ahora, estará precedido por una súper revolución en las redes de telecomunicaciones que actualmente conocemos. Sin lugar a dudas es una visión del futuro apasionante que nos invita a soñar con un mundo donde la conectividad no solo facilite la comunicación, sino que también potencie nuestra capacidad de entender y mejorar todo lo que nos rodea. La evolución de las redes de telecomunicaciones y su convergencia con nuestras redes neuronales puede llevarnos a nuevas formas de interactuar, de aprender, de crear, …, en las cuales, por ejemplo, la realidad aumentada o la inteligencia artificial se integrarán de forma natural en nuestra propia percepción y pensamiento, creando nuevas posibilidades que apenas podemos imaginar, donde la realidad se expande, abriendo puertas a un universo de posibilidades infinitas.
Para finalizar, como decano del colegio de ingenieros de telecomunicación en Canarias, les animo a transmitir a nuestros jóvenes que consideren formarse en ingeniería de telecomunicaciones. Una carrera apasionante y desafiante, que les dará la oportunidad de contribuir como protagonistas principales al desarrollo de la sociedad del futuro.
