27/12/2024

La IA se está llevando tu Queso
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Director de Consultoría IT Velorcios Group

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Muchos recordarán el famoso bestseller de Spencer Johnson publicado a finales de los noventa que contaba la historia de cuatro personajes que vivían en un laberinto donde un día como otro cualquiera, de repente, desaparece aquello que más ansiaban y que era lo que realmente les hacía felices: su queso.

Con el paso del tiempo, ¿Quién se ha llevado mi queso? ha terminado por convertirse en todo un clásico cuando se trata de hablar sobre la manera en la que debemos afrontar los cambios para aprender a vivir en un entorno cada vez más Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo (VUCA).

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En la historia de Spencer Johnson cada uno de los personajes afronta de manera muy diferente el mismo hecho: el queso ha desaparecido y ya nunca más va a volver. Ante esta situación, el primero de nuestros protagonistas no lo duda ni un instante, se pone las zapatillas de correr y sale a buscar el queso nuevo. Su amigo, otro de los personajes de la historia, sin saber muy bien porqué, lo sigue y también se pone las zapatillas para recorrer los largos y estrechos pasillos de la vida.

Sin embargo, otro de los habitantes del laberinto se niega a aceptar la realidad y decide quedarse en su celda esperando a que regrese su queso, porque está seguro de que tarde o temprano todo volverá a ser como antes. El último de nuestros protagonistas, después de mucho pensar, razonar y reflexionar, concluye que no queda otra opción que abandonar el campamento y volver a salir al laberinto para buscar el queso nuevo porque, cada vez tiene más claro, que el queso de siempre no va a volver.

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Hace 25 años cuando se publicó el libro los lectores, de manera natural, identificaban en la rapidez que muestra el primer personaje para adaptarse al cambio un valor en sí mismo porque, en la práctica, lo entendían como una ventaja competitiva. Salir a correr de inmediato en busca del queso nuevo era garantía de éxito en un laberinto donde la rutina marcaba el guion de cada jornada.

Pero hoy el laberinto está lleno de unos y ceros y la digitalización lo ha convertido en un escenario en donde todo sucede mucho más rápido y de manera más intensa. Y además, por si esto fuera poco, la Inteligencia Artificial ha irrumpido con fuerza en nuestras empresas metiendo una marcha más y acelerando una revolución digital, que de por sí, ya estaba resultando frenética.

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Transcurridas más de dos décadas, los personajes que viven ahora en el laberinto ven como la Inteligencia Artificial se está llevando su queso. Pero lo curioso es que observamos como sus actitudes se parecen mucho a la de sus antecesores que vivieron los primeros pasos de la digitalización a finales del siglo pasado.

¿Afrontarán nuestros personajes la desaparición de su queso de la misma manera? ¿Realmente abrazar el cambio por el cambio será siendo una ventaja competitiva? ¿Estamos seguros que las mismas decisiones que funcionaron en el pasado darán ahora los mismos resultados?

Lo cierto es que, aunque las actitudes desde las que enfrentamos los cambios sean las mismas, lo que ha sí cambiado es el valor que ahora le damos a cada una de ellas. Hoy parece que ser el primero en moverse no garantiza el éxito. La IA está empezando a dar sus primeros pasos y fijar estrategias que comprometan demasiado decisiones futuras puede que no sea una buena idea.

Evidentemente hay que moverse; pero ahora ya no se penaliza en exceso a aquellos perfiles que protegen el core de negocio y adoptan posiciones más conservadoras huyendo de experimentos que suelen venir acompañados de una alta tasa de fracaso.

Por otro lado, copiar a la competencia y correr simplemente porque otros corren no parece que sea una buena opción porque la tecnología debe ser un traje a medida. Hoy el valor reside en la estrategia y no tanto en la velocidad de adaptación al cambio.

Hemos aprendido que en el laberinto digital en donde desarrollamos nuestros negocios lo único que permanece es el cambio. La IA se está llevando el queso de muchas empresas que están viendo como desaparece delante de sus ojos, pero la realidad es que no lo quieren admitir. De la actitud con la que afronten este nuevo reto dependerá gran parre de su futuro. ¿Dispuestos a volver al laberinto?

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