06/06/2025

Régimen de opinión vs conocimiento
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Miguel Borges Parejo. Directivo Turístico

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Fue el mismo Hayek el que afirmaba que «la civilización descansa en el hecho de que todos nos beneficiamos de un conocimiento que no poseemos» o que «unos de los cometidos de la economía es enseñar a los hombres lo poco que realmente saben sobre aquello que imaginan que pueden diseñar».

Pues pareciera que en el actual régimen de opinión, obviedades como estas pasan totalmente desapercibidas y cualquier ciudadano (máxime si es un tertuliano en medios de comunicación) se atreve a pontificar hoy sobre autos y sentencias judiciales de todo tipo, geopolítica, cónclaves, mix energéticos, o por supuesto sobre decisiones económicas de toda índole tomadas desde entes privados o públicos y los efectos que ellas producen. En principio y sin analizarlo en profundidad, esto podría ser una mera consecuencia derivada de sociedades democráticas cada vez más avanzadas, en las que la opinión de cada ciudadano cuenta y es tomada en consideración por el conjunto de la sociedad, pero sabemos que esto no se reduce a esta visión simplista y que los efectos negativos de arrogarse la posesión de un conocimiento que no se tiene y opinar sobre temas que requieren datos, mucho conocimiento y estudio, análisis, deliberación y sólida argumentación desemboca en bulos, desinformación y estados de opinión basados en la creencia de que toda opinión es respetable por el mero hecho de que sale por la boca o la pluma de un ser humano libre y soberano aunque el conocimiento sobre la materia opinada sea cero. Y es que se puede opinar sobre la ropa más apropiada para acudir a un Congreso profesional, pero sobre física o Derecho procesal no deberíamos hacerlo tan a la ligera, ya que excede a nuestros conocimientos y en la mayoría de los casos no se hace más que el ridículo, suponiendo que estuviésemos aún viviendo en sociedades que respetasen realmente el esfuerzo, el mérito, la formación y fuésemos menos arrogantes y más conscientes de nuestras limitaciones.

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Derivado de esto y aplicándolo al devenir económico, si medimos las decisiones de esta índole por sus resultados habrá que esperar un tiempo para evaluar cuál ha sido el impacto de medidas tomadas en los últimos tiempos, parece que más bajo la presión social asociada a estados de opinión, que evaluando sus consecuencias según los parámetros de expertos en la materia, para entendernos y sin más rodeos, nos referimos a aquellas medidas que afectan a los dos factores que principalmente hacen crecer una economía en el medio-largo plazo, que no son otras que: horas trabajadas y productividad por hora trabajada. Sobre la primera variable sobra argumentar mucho, pero está claro que con una población activa mermada y unas tasas de natalidad en mínimos históricos en nuestra tierra, escasez de mano de obra y una presión social al alza en Canarias reclamando implementar límites poblacionales (medida a todas luces contrarias al derecho comunitario), el crecimiento podría ralentizarse e incluso entrar en resultados negativos, con el agravante de querer reducir desde instancias políticas las horas trabajadas sin haber solucionado previamente los puntos anteriores. Y sobre la productividad, ya se ha dicho mucho sobre el mal dato histórico de la misma en España, pero está claro que si esta aumenta sobre todo vía tecnología y formación, vamos con retraso en nuestra región cuando venimos diciendo desde hace tiempo que pareciera no se aprovecha lo suficiente ni el Know-how turístico acumulado desde hace décadas en Canarias, ni toda la infraestructura creada alrededor del sector, de forma que tuviésemos un ecosistema de softwares de titularidad canaria compitiendo con los de otros lares, con los aumentos de valor de nuestros productos que todo esto podría generar.

Si queremos ser atractivos para conseguir crecer de esta forma más sólida y sostenible, habrá que hacer pedagogía y comunicar bien al exterior, buscando el término medio entre las legítimas reivindicaciones de una ciudadanía que reclama vivienda, carreteras y unos servicios públicos que no estén colapsados y la aspiración y necesidad de nuestra tierra de hacer crecer y mejorar nuestro tejido productivo, o de otra forma será muy complicado que el resultado a largo plazo sea del todo positivo, si no ponemos al frente de la toma de decisiones a los mejores en cada campo, con visiones más técnicas que partidistas y que realmente no estén sujetas a la tiranía de lo electoral, en lo que se busca más el cortoplacismo y el caer bien, que no la consecución del bien común y el bienestar a largo plazo. Para ello, el mensaje que llega al exterior tras las movilizaciones sociales reivindicando vivienda e infraestructuras sin colapsos, debería de llevar aparejado las soluciones propuestas, de forma que sigamos atrayendo turistas e inversión, para que no acabemos siendo un páramo económico y social.

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