27/07/2024

De la Omisión a la Acción: La Esencia del Verdadero Liderazgo
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En el dinámico entorno empresarial de hoy, surge una pregunta interesante: ¿Han considerado cuántos “tipos de jefes/as” podemos encontrar? La diversidad en estilos de liderazgo es tan vasta como las distintas personalidades que encontramos. Sin embargo, a pesar de esta variedad, estos estilos se pueden agrupar en dos categorías principales: aquellos/as que demuestran habilidades efectivas de […]

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En el dinámico entorno empresarial de hoy, surge una pregunta interesante: ¿Han considerado cuántos “tipos de jefes/as” podemos encontrar? La diversidad en estilos de liderazgo es tan vasta como las distintas personalidades que encontramos. Sin embargo, a pesar de esta variedad, estos estilos se pueden agrupar en dos categorías principales: aquellos/as que demuestran habilidades efectivas de liderazgo y quienes no.

Los/as líderes con carencias en sus capacidades directivas pueden ser perjudiciales para sus equipos y organizaciones, ya sea por sus acciones o por su inacción. Un liderazgo ineficaz puede manifestarse de diversas maneras. Por un lado, están aquellas personas que lideran con autoritarismo y manipulación, tomando decisiones unilaterales sin considerar las opiniones de su equipo o manejando la información y las situaciones a su conveniencia, a menudo sin la participación activa de sus colaboradores y colaboradoras. Este estilo crea un ambiente de trabajo opresivo y desmotivador, donde la creatividad y la iniciativa individual suelen verse reprimidas. Por otro lado, se encuentra el estilo de liderazgo que falla por omisión. Este se caracteriza por una falta de habilidad para delegar eficazmente, ignorar las necesidades y el bienestar del equipo, y una carencia en la capacidad para organizar y guiar a su grupo de manera coherente. Este enfoque conduce a un entorno caótico y desorganizado, donde la falta de claridad y dirección puede disminuir significativamente la productividad y el ánimo del equipo.

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Ambos extremos en el espectro de liderazgo, tanto el exceso de control como la falta de él, son igualmente dañinos y pueden impactar negativamente tanto en el rendimiento individual como en el éxito colectivo de la organización. Por ello, es fundamental para cualquier entidad identificar y fomentar líderes que no solo posean las habilidades técnicas necesarias, sino también las competencias interpersonales y de gestión para dirigir equipos de manera efectiva y con sensibilidad.

En el ámbito laboral y en la vida diaria, la presencia de un liderazgo eficaz es palpable e inmediatamente reconocible. Esta cualidad no está limitada a un sector específico ni a un nivel jerárquico particular; se encuentra en todos los campos profesionales y en todos los niveles, desde posiciones de alta dirección hasta roles operativos. Los/as líderes efectivos/as y res- petados/as se destacan por su capacidad para ganarse el aprecio y la estima de sus colegas, independientemente de su posición en la or- ganización.

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Estos/as líderes, presentes en diversos estratos y profesiones, se caracterizan por su habilidad para inspirar y motivar a quienes les rodean. Exhiben un respeto mutuo con sus pares, colaboradores y colaboradoras, y superiores, y son objeto de admiración gracias a su enfoque ético y empático en la gestión de equipos. Son capaces de influir positivamente en su entorno, generando un impacto significativo en el ámbito laboral y más allá.

En su rol, actúan como verdaderos/as facilitadores/as del potencial humano, al estilo de Pigmalión, extrayendo y potenciando lo mejor de cada persona en el equipo. Su enfoque va más allá del mero cumplimiento de tareas; se centran en apoyar y valorar tanto el trabajo individual como el colectivo, fomentando un ambiente de trabajo donde cada miembro se siente valorado y parte integral del éxito común. Este tipo de liderazgo no solo mejora el rendimiento y la productividad, sino que también contribuye a un ambiente laboral más positivo y motivador, donde cada persona puede desarrollarse y prosperar.

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El liderazgo, una habilidad crucial en el mundo empresarial contemporáneo, requiere de un entrenamiento y desarrollo continuos, similares al proceso de aprender a montar en bicicleta. Este proceso no es innato; se desarrolla a través de la práctica, el error y la perseverancia. Al igual que montar en bicicleta, el liderazgo implica mantener el equilibrio entre varios aspectos: la gestión de equipos, la toma de decisiones y la adaptación a los cambios.

El camino hacia la maestría en liderazgo es un viaje de autoconocimiento, aprendizaje continuo y adaptación a nuevas situaciones.

Entrenar a personas responsables de equipos en habilidades de liderazgo es esencial. Es preciso que actualicen constantemente sus conocimientos y habilidades, especialmente en lo que respecta a la digitalización y las nuevas metodologías de gestión. Esto incluye tanto la evolución de habilidadesexistentes (reskilling) como la adquisición de nuevas competencias (upskilling). Requiere valentía para aprender de cada experiencia y la confianza para replantearse y mejorar constantemente. En un mundo empresarial en constante cambio, las habilidades de liderazgo se convierten en herramientas esenciales para el éxito y la sostenibilidad de las organizaciones que deben ser ágiles; que ya se caracterizan por su ductilidad y adaptabilidad ante los continuos cambios tanto del entorno como de las demandas de clientes internos y externos, requiriendo esto, de una cultura organizacional que apoye estos valores.

Agilidad. Se destaca ésta como un atributo esencial para empresas que necesitan adaptarse rápidamente a cambios constantes, sin perder de vista su propósito. Y los/as líderes deben trasladar esta habilidad a sus modelos de liderazgo, combinándola con una orientación clara hacia las personas para un ‘management’ exitoso que, para serlo, requiere de la empatía como una habilidad clave en el liderazgo, que incrementa la creatividad, el compromiso, la inclusividad y la conciliación de los/as colaboradores/as. El/La líder ágil debe ser capaz de comprender y valorar las fortalezas y debilidades de su equipo, promoviendo un entorno de trabajo humano y comprometido en el que la orientación a las personas debe ser una actitud transversal en toda la organización. Los/as líderes deben asumir esta responsabilidad, con el apoyo de recursos humanos, para gestionar eficazmente a sus equipos.

En este contexto, el concepto de liderazgo tiene que estar evolucionado. Los modelos de liderazgo tradicionales, caracterizados por ser omnipotentes y omniscientes, ya no encajan en las nuevas estructuras organizacionales. Se requiere un enfoque más colaborativo y participativo, promoviendo liderazgos compartidos y relaciones en lugar de estructuras de poder rígidas.

En lugar de la vigilancia constante y autoritaria de figuras tradicionales, el liderazgo moderno se asemeja más a un mentor inspirador y accesible, que impulsa a cada miembro del equipo a alcanzar su máximo potencial. En este entorno, la auténtica «jefatura» radica en la habilidad para trabajar de manera colaborativa, ofrecer apoyo mutuo y mantener un ambiente de trabajo positivo y productivo. El liderazgo contemporáneo transforma el lugarde trabajo en un espacio donde la innovación y el compromiso colectivo son la norma, y no la excepción. Sin duda, se impone un nuevo paradigma laboral que marca el final de la era del jefe tradicional para dar paso a una era de liderazgo efectivo y empático.

Hágase esta reflexión…Si las personas a las que dirige pudieran decidir el que ud. siguiese siendo su jefe/a, ¿lo harían? ¿O harían lo indecible por cambiar a quien les dirige? Sea cual sea la respuesta, quizás sea el momento de plantearse la necesidad de desaprender para aprender de nuevo, al fin y al cabo el aprendizaje continuo se ha convertido en un factor crítico de la era digital, en la que los cambios tienen un gran impacto y se producen a gran velocidad. Aprender a desaprender, no sólo para aprender más rápido, sino para abandonar perspectivas anticuadas y tradiciones sin sentido, es una habilidad imprescindible para los/as líderes del siglo XXI.

Posiblemente sea el antídoto más poderoso para luchar contra el statu quo reinante en las organizaciones.

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