27/07/2024

Emprender se escribe con “C”: Conciencia, compromiso y condiciones
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¿Alguien se plantea si una persona busca trabajo por necesidad o por oportunidad? ¿Existe un debate sobre si el empleado o empleada por cuenta ajena nace o se hace? En cambio, en el ámbito del emprendimiento, existen líneas doctrinales que etiquetan a las personas emprendedoras en función de si el origen de la decisión de […]

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¿Alguien se plantea si una persona busca trabajo por necesidad o por oportunidad? ¿Existe un debate sobre si el empleado o empleada por cuenta ajena nace o se hace?

En cambio, en el ámbito del emprendimiento, existen líneas doctrinales que etiquetan a las personas emprendedoras en función de si el origen de la decisión de iniciar una actividad económica, está motivada por circunstancias personales de necesidad de obtener ingresos, ante la imposibilidad de encontrar trabajo, o si por lo contrario nace en la intención de aprovechar una oportunidad de negocio que se le presenta, llegando incluso, estas teorías, a definir elementos propios de la forma de desarrollar los proyectos en base a esta clasificación basada en el origen del emprendimiento.

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Mis más de veinte años de experiencia, facilitando cientos de iniciativas emprendedoras, no me han aportado datos que validen tales teorías. En cambio, me llevan a conectarlas más bien a idearios propios de sociedades que no favorecen ni potencian la actividad emprendedora, y por ello, a la hora de evaluar la calidad de los proyectos empresariales o profesionales, pretenden poner el foco en la motivación de la persona, y no en déficits estructurales del entorno, tales como la carencia de un ecosistema que favorezca la innovación y la creación de empresas.

Evidentemente que existen personas que poseen las competencias y los conocimientos idóneos para desarrollar una iniciativa emprendedora, y además, pueden encontrarse en un momento de sus vidas ideal para ello, o que incluso sientan pasión por una actividad determinada. Pero el resto deimperfectos seres humanos también somos capaces de poner en marcha empresas.

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Ayudaría a ello el que se generase un entorno que favorezca el autoempleo, que se pusieran en práctica por parte de las Administraciones Públicas medidas económicas y fiscales que impulsaran la creación de empresas, que los centros educativos generasen el interés por el emprendimiento, que se diseñasen programas curriculares orientados a la adquisición de competencias y capacidades emprendedoras vinculadas a recursos del entorno que permitan detectar y abordar necesidades, que se desarrollasen modelos pedagógicos que fomenten la creatividad para generar soluciones y crear estructuras organizativas flexibles que se adapten constantemente a los cambios sociales, etc…… Bajo el paraguas de una cultura emprendedora crecen individuos más libres e independientes, florece la corresponsabilidad, la igualdad y la solidaridad, y se pone en valor la capacidad de pensar, hacer y decidir por ellos mismos lo que mejor consideren para sus vidas, asumiendo el propio poder que tienen como personas.

Es evidente que el resultado de un proceso emprendedor dependerá en gran medida de saber conjugar perfil de la persona promotora con la idea a desarrollar y el modelo de negocio. Expertos en la materia como Eric Ries, generador del método Lean Startup, que se trata de una estrategia de desarrollo empresarial orientada a reducir el riesgo de introducir en el mercado productos o servicios innovadores, centra la prioridad en la actitud de los promotores, atribuyendo “un 5% del espíritu emprendedor a la gran idea, el modelo de negocio, la elaboración de estrategia, ….”, mientras que “el otro 95% lo centra en el trabajo valiente….el coraje para someter la gran visión a la constante prueba y el feedback”.

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El proceso de emprender comienza en la propia persona promotora, y por ello requiere, por este orden, de conciencia, compromiso y condiciones. Conciencia por parte del individuo respecto al dimensionamiento del proyecto que va llevar a cabo, obtenido a través de un conocimiento responsable y personal de la realidad objetiva; que le permita comprometerse poniendo al máximo sus capacidades para sacarlo adelante; y generar las condiciones adecuadas adaptadas a las circunstancias que le afectan.

Al diseñar el modelo de negocio la persona emprendedora deberá tener presente continuamente sus habilidades personales, sus fortalezas, debilidades y carencias, las características de su personalidad, sus condiciones personales, los puntos débiles y fuertes con que cuenta. Pero todo ello no es un obstáculo para emprender, sino debe formar parte de las variables a conjugar para construir el mejor proyecto posible.

Cada proyecto debe girar en torno a la definición de una idea de negocio soportada en cuatro pilares claves: la percepción de una necesidad, bajo la premisa de que las necesidades no se crean, pues estas son inherentes a las personas; la identificación y posibilidad de acceso a unos clientes potenciales que valoren la satisfacción de esa necesidad; la capacidad de proponer un producto o servicio que la satisfaga; y el diseñar unas condiciones que permitan obtener beneficios para la persona emprendedora.

Cualquier persona puede emprender, no debiendo poner el foco en si lo hace por necesidad u oportunidad, siendo fundamental y urgente que las sociedades generen ecosistemas que activen este proceso de conciencia y compromiso en los ciudadanos, y que faciliten el desarrollo de las condiciones óptimas para llevar a cabo las iniciativas emprendedoras. De ahí, mi afirmación inicial, “Emprender se escribe con C”.

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