Desde CEOE Tenerife hemos hecho un análisis longitudinal del periodo 2013-2022 de cuatro variables fundamentales que reflejan la evolución real de la economía canaria: PIB, recaudación tributaria, presupuesto del Gobierno de Canarias y productividad.
En primer lugar, la evolución del PIB y la recaudación tributaria, antes de la Covid, tienen un comportamiento similar. Sin embargo, a partir del 2021, la recaudación es muy superior a la evolución de la economía, fruto del comportamiento de los precios, incluso se comienza a dejar ver el crecimiento antes del estallido de la Guerra de Ucrania por el efecto de la demanda alimentada por el ahorro generado en 2020. El presupuesto del Gobierno de Canarias, por su parte, sigue una tendencia ascendente desde el 2013, registrando en el año 2022 una cifra de 9.973.597.000 euros sobrepasada en 2023 al alcanzar un presupuesto consolidado de 11.059.201.625 euros.
Por el contrario, el PIB en Canarias medido en términos de volumen, no ha alcanzado los niveles precovid. El elevado crecimiento que se aprecia entre 2020 y 2021 no es otra cosa que el acercamiento a los niveles de riqueza previos a la pandemia por el normal proceso de recuperación tras la debacle de 2020. Ahora bien, la productividad aparente del trabajo, la cual mide la eficiencia con la que se utilizan los factores de producción, en Canarias encadena 10 años de decrecimiento, llegando a registrar en el año 2022 la menor productividad de la serie, incluso inferior a los años azotados por la pandemia, contando como ya mencionamos antes, con el mayor presupuesto público de la historia.
Una de las debilidades competitivas de Canarias es el continuo decrecimiento de la productividad, que lastra el aumento de los salarios y de la renta per cápita, y se está convirtiendo más en una regla que en una excepción, lo cual nos aboca a una situación que va en contra de la necesaria recuperación de la economía después de la crisis, de hecho, desde 1999 hasta la actualidad, el PIB per cápita se desvía a la baja respecto a la media nacional, hecho que ha provocado que la propia Unión Europea posibilite el incremento de la intensidad de las ayudas en los procesos de inversión.
La competitividad, la prosperidad y el bienestar dependen en gran medida de la inversión, la innovación y la productividad por lo que es urgente trabajar sobre esta última, mediante una planificación estratégica, con un compromiso firme de la administración pública ágil y eficiente, que cuente con el sector privado, entre las que debe figurar la promoción de una cultura de productividad orientada a la eficiencia y a la mejora continua.