Vivimos un drama humanitario cerca, muy cerca. No solo hablamos de los distintos conflictos bélicos que cada día vemos en la televisión. La guerra de Ucrania (de la que cada vez hablamos menos), y la recientemente declarada entre Israel y Gaza mantienen al mundo en vilo y con la mirada puesta en los miles y miles de heridos y fallecidos. Son tiempos duros para la paz, esa que nunca hemos terminado de alcanzar y que, ahora mismo, parece una lejana utopía.
Sin embargo, nuestras islas conviven en estos momentos con una tragedia en la que ya tenemos experiencia, pero que experimenta uno de sus puntos álgidos actualmente. Un drama que debería conmover y poner en alerta, no solo a los canarios, sino al resto de españoles como nación que somos. Solo el pasado mes de octubre llegaron al archipiélago más de 13.000 personas en cayucos a través de la conocida como “Ruta Atlántica” hacia Canarias. Hagamos hincapié en que ese número es solo para el mes de octubre, en lo que va de año nos colocamos en más de 30.400, es decir, totalmente insostenible para un territorio ultraperiférico, pequeño y fragmentado como Canarias. Un drama humanitario que, si bien no implica bombas y armas, sí implica sufrimiento, muerte y peligro para miles de personas que arriesgan su vida cada día en medio de un océano que no se caracteriza, precisamente, por su carácter apacible, saliendo de Marruecos, Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal e incluso Gambia hasta pisar territorio canario. Por si fuera poco, una de las islas qué más arribos está experimentando es El Hierro, la isla más pequeña de nuestro archipiélago y, probablemente, la que menos recursos tiene para hacer frente a esta situación.
Mi perplejidad llega, de manera especial, cuando observo la reacción de políticos, e incluso ciudadanos, de otras Comunidades Autónomas, cuando se recuerda la necesidad de ayudar en este drama con el traslado de algunos inmigrantes a sus territorios. Porque ahí dejamos de ser España a ser territorios totalmente independientes unos de otros. Ya no somos esa gran nación de la que presumimos, somos Canarias, Andalucía o Madrid, y sálvese quien pueda. Aquí no entra nadie, no podemos ayudar en esta crisis. El Estado parece también estar tremendamente ocupado coordinando leyes de amnistía y una investidura, y el Ministerio del Interior parece no ser plenamente consciente de que se necesitan más efectivos y el Ministerio de Derechos Sociales tampoco parece tener mucha prisa.
Mientras tanto, nuestras islas hacen lo indecible por dar soporte y gestionar esta crisis migratoria con los recursos de los que dispone. Hace unos días, tuve la oportunidad de hablar acerca del tema con un antiguo compañero de colegio que ahora es policía. Las consecuencias de todo esto es que él, y el resto de los compañeros que están prestando soporte en toda esta crisis están absolutamente agotados. Viajes continuos a isla del meridiano, turnos interminables, y eso cuando no tienen que doblar jornada. Así también los compañeros de protección civil, Cruz Roja, Servicios Sociales, voluntarios… Una situación que va a ser imposible de contener y soportar si no se doblan los esfuerzos y se envían más recursos desde el Estado. Esto es una emergencia humanitaria a la que este archipiélago no puede hacer frente por sí solo, porque Canarias es España, y los inmigrantes llegan a territorio español, es una responsabilidad de todos. No es de justicia que otras Comunidades Autónomas miren hacia otro lado. Es evidente que hay que ir a la raíz del asunto, intentar frenar en origen esta situación, pero, mientras tanto, todos debemos atenderla. A nadie de le escapa que las políticas de inmigración están fracasando.
Lo humano no es solo compadecernos de esta pobre gente que logra tocar tierra y sacarla en los medios de comunicación. Lo humano es atenderlo y no abandonar a Canarias en esta crisis. Canarias y, especialmente El Hierro, no puede ser la nueva Lampedusa.
Montserrat Hernández Directora de Tribuna de Canarias
