Dicen que cuando soplan vientos de cambio algunos se dedican a construir muros mientras otros se dedican levantan molinos.
Las tensiones comerciales, los conflictos geopolíticos y la fragmentación de la política mundial en grandes bloques están generando gran inestabilidad en la economía global y modificando las reglas de juego tal y como las entendíamos hasta ahora.
El regreso hace pocas semanas a la Casa Blanca de su antiguo inquilino, ha puesto patas arriba un contexto internacional ya de por si extremadamente complicado y el espectáculo lamentable de estos días en el Despacho Oval ha demostrado que las reglas de la diplomacia internacional, que tanto había costado establecer, ni siquiera están garantizadas. La llegada de Trump ha supuesto la salida de EE. UU. de los Acuerdos de París contra el Cambio Climático, uno de los mayores logros de consenso internacional de los últimos tiempos; ha puesto en duda la continuidad de la Organización Mundial de la Salud o la Corte Penal Internacional tensionando instituciones creadas para velar por el orden mundial.
Frente a esta política del caos milimétricamente planificada e interesada, corresponde a las instituciones europeas valora cuál es el camino a seguir, nos corresponde determinar si podemos o debemos seguir fiando nuestra seguridad a terceros, con todo lo que ello pueda implicar, debemos debatir si podemos seguir dejando en manos de algunos países el flujo de energía que mantiene nuestra industria o si los suministros de nuestras fábricas pueden depender de decisiones políticas tomadas a miles de kilómetros. Este ha sido uno de los grandes retos de Bruselas a lo largo de los últimos años, con inversiones millonarias para garantizar la mayor independencia posible de lo que tanto nos ha costado construir. Europa tendrá que decidir si pueden pertenecer a nuestro proyecto algunos populismos que contradicen los valores sobre los cuales fue construido este sueño que nos ha garantizado el mayor periodo de paz y prosperidad de nuestra historia, cuidado con los populismos, cuidado a ver si no nos vamos a percatar de que vivimos con caballos de Troya dentro de nuestras fronteras.
En nuestro país, con el fin de no defraudar nuestras expectativas, preferimos seguir enfrascados en luchas internas mientras nos olvidamos de que al cruzar nuestras fronteras debemos salir bajo una misma bandera y sin generar desconfianza en nuestra economía o en quien la dirige. El orden mundial no está cambiando, la realidad es que ya ha cambiado, y mientras algunos se reparten los minerales estratégicos para el desarrollo de la tecnología aquí preferimos desperdicia nuestra energía.
Tal vez, algún día, espero que más pronto que tarde, me levanto y descubro que entendemos lo que significa la identidad colectiva, a lo mejor, algún día me levanto y nos damos cuenta de que, cuando amenazan a los agricultores de mi país me están amenazando a mí, cuando amenazan la industria de mi país ponen en peligro el futuro de mis hijos, cuando amenazan las fronteras de Europa, están poniendo en peligro la seguridad de mis vecinos y la de mi propia familia. A ver si un día me levanto y me percato de que nos hemos dado cuenta de que nada de lo que amenace a mi tierra me es ajeno, a ver si un día voy por el supermercado y veo a la gente girando los productos para aportar su grano de arena al crecimiento de mi tierra como garantía de mi propio futuro.
Vivimos tiempos de cambio donde se están redefiniendo las reglas de juego y estamos obligados, entre todos, a definir el papel que, como país queremos jugar en esta partida extremadamente compleja.