Resulta complicado hacer un repaso por la actualidad sin mencionar la hemos llegado a este punto? ¿Cómo lo tragedia acontecida con la DANA en varias comunidades españolas, pero especialmente en Valencia, donde más de doscientas personas han perdido la vida y los daños materiales se cuentan por miles. La naturaleza haciendo alarde de cuánto poder tiene y recordándonos lo insignificantes que podemos ser los seres humanos, una vez más, máxime cuando la planificación y la prevención no entraran en escena como protagonistas.
Una serie de catastróficas desdichas, algunas previstas y otras no, porque está claro que, ante la fuerza de la naturaleza, poco podemos hacer, más allá de implorar y ponernos a salvo; pero los protocolos de prevención, las alertas y los avisos a la población, muchos inexistentes, pusieron el colofón a uno de los episodios más dantescos que recordamos. Sin embargo, y por si no tuviéramos bastante tragedia con los fallecidos, las inundaciones, y los hogares destrozados, y empresas e infraestructuras a las que nos tenemos que enfrentar como una reconstrucción sin precedentes, surge la otra tormenta, casi de manera paralela a la impuesta por la naturaleza, esa que últimamente está más presente que nunca y que suele ser compañera de pupitre en cada paso que damos: la tormenta política.
Creo recordar que fueron 24 horas, si acaso, lo que tardaron en salir las primeras atribuciones de culpas centrando casi más la atención en la batalla campal de verborrea que en la propia catástrofe. Lo que más triste me resulta es que a pocos nos ha sorprendido, pues vivimos habituados a un espectáculo de escaramuza partidista y política, incluso en el drama, incluso tan cerca de la tragedia, de la muerte, tan cerca de la desgracia de miles cientos de personas que, literalmente lo han perdido todo.
En el momento en el que había que ser hombres y mujeres de Estado, políticos ocupados y preocupados por ayudar, por salvar, por limpiar, fue el zafarrancho el protagonista, una vez más. La urgencia de la reconstrucción, casi, en segundo plano. Siento pena, y especialmente vergüenza, de ver cómo los momento para exigir dimisiones, comparecencias, comisiones de investigación, porque para eso, habrá meses. La urgencia son las personas, los desaparecidos, son sus casas, sus negocios, las infraestructuras, recuperar su dignidad y su vida. La urgencia es la catástrofe y recuperarnos de ella, no olvidar. La política y las guerras partidistas no pueden colmarlo todo, los votos, los sillones las guerras… ahora, no.
Aprendamos, de una vez, de los errores, rememos, ahora no importan los colores, ni los partidos, Importa nuestra tierra, nuestra gente, nuestro país. Como ciudadanos, exijamos una política de dignidad.